—Sí —bufo —eso hago.
—Es un lugar muy bonito, primera vez que lo visito —da una sonrisa de boca cerrada.
—¿No eres de por aquí verdad? —la observo de arriba abajo.
—No, la verdad es que quise salir de mi país para conocer sitios así y tomar una decisión.
Asiento —entiendo, yo sí vivo en esta ciudad, pero —sonrío —también vine aquí para despejar mi mente y tomar una decisión.
—¿Problemas del corazón? —saca un chicle de su bolso y me convida uno.
—Gracias —lo tomo —sí, algo así.
—Si quieres puedes contarme —mira al frente —no lo creerías, pero tengo un libro que me ha causado muchos problemas, y te puedo ayudar.
Quizás esta chica puede ayudarme a tomar una decisión, después de todo necesito hablar con alguien y es una buena opción porque no está involucrada con el problema.
Tomo aire y paso la mano rascando mi nariz —bueno aquí va mi historia.
Le comienzo a contar todo con lujo de detalles, desde mis amores fallidos hasta que me enteré de que mi mejor amiga estaba enamorada de mí. La charla la continuamos en el puente y luego caminamos por el parque, ella me escucha con atención y siento que quito un peso muy grande de mi espalda.
Pasan las horas y ya está oscureciendo, contar todo acerca de mí me ha llevado más tiempo del que pensé, pero escucharla a ella y sus consejos me ha ayudado a tomar una decisión.
—¿Entonces tú crees que sea lo correcto? —mis manos están en los bolsillos y camino con lentitud.
—Por supuesto, creo que es lo mejor que puedes hacer —asiente.
—¿No soy egoísta?
—No —aprieta los labios —¿Quieres ser un buen padre? ¿no?
—Sí.
—Entonces debes ordenar tu vida para poder ofrecerle eso a tu hijo, y créeme eso no implica dejarte manipular por nadie —alza las cejas y asiente.
—Oye gracias, en verdad me ayudaste más de lo que creerías —sonrío —no sabía qué hacer, era como si todo se pusiera en mi contra.
—Entiendo eso y me alegra haberte ayudado.
—¿Y cómo te llamas? —frunzo el ceño, tenemos un buen rato hablando y ni siquiera nos hemos presentado.
Sonríe —Kendra ¿y tú eres?
—Carlos —sonrío —oye, ya está oscureciendo, si quieres te puedo acercar en mi coche al hotel donde te estás quedando.
—No tranquilo, queda frente a este parque, así que no hay problema.
—Perfecto —doy una sonrisa de boca cerrada —entonces, ¿puedes darme tu número para estar en contacto?
—Si claro.
Dice el número dígito por dígito y luego de asegurarme que tuviera el mío la acompaño hasta la salida del parque, ella se va a su hotel y yo camino hasta mi auto para ir a mi departamento, aquí vamos a solucionar este desastre con Amanda.
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Verónica
El padre de Javier me recibió con un apretón de manos y un abrazo, al igual que su madre. Apenas llegamos me llevaron directo al comedor y ni siquiera dejaron que me colocara la servilleta sola, y aunque me ofrecí más de tres veces para lavar los platos, ellos se negaron. El almuerzo estuvo exquisito, sin embargo, no planeaba pasar la noche aquí.
Estiro las piernas mientras estoy sentada en el sofá de la sala junto con Javier. Por más que le he insistido para que nos vayamos no quiere hacerlo y se apoya en la idea de que sería una grosería dejar a sus padres con la cena servida, lo peor es que tiene razón.
La madre de Javier trae una charola con cuatro platos que coloca en la mesa y su padre se encarga de poner los vasos con un jugo de fresa que resalta sobre el cristal. La cena consiste en un pollo horneado con vegetales y una porción de arroz. Luce apetitosa y el aroma humeante es agradable.
Tomo el control remoto y apago la televisión porque según yo estaba viendo un documental sobre animales, pero en realidad no le presté atención. Javier corre la silla de la mesa para que me siente y luego de estar todos juntos, damos gracias y comenzamos a comer.
Son personas educadas, y considerando que su hijo tiene una buena posición económica, me sorprende que no cuenten con sirvientes.
—Entonces, ¿Se quedarán hoy? —el padre de Javier corta una pieza del pollo con un cuchillo.
—Si papá, dormiremos en mi antigua habitación.
Expando los ojos observando a Javier y queriéndolo patear por debajo de la mesa, pero a quien tengo al frente es a su mamá. La cena termina y la conversación pasa de ser amena a tornarse pesada, me han bombardeado con preguntas desde que llegue y ahora siento que no tengo más que contarles sobre mí. Me dan unas ganas de salir corriendo de aquí y gritar, es como si la presión que hay en esta atmosfera no me permitiera ser yo misma.
Debido a que las palabras cesaron, los padres de Javier comienzan a recoger los platos y aunque de nuevo me ofrezco a ayudarles, ellos no me dejan hacerlo. Sin más nada que decir me levanto de la mesa y mi prometido me indica que lo siga. Esta casa es muy espaciosa, no entiendo como dos personas solas se encargan de realizar la limpieza.
Javier me guía hacia unas escaleras y luego de entrar a su habitación tranca la puerta con seguro.
Él sonríe, pero yo me cruzo de brazos —no quería quedarme —alzo la mano y señalo —¿Por qué le dijiste a tus padres que nos quedaríamos?
—No te molestes, ellos no tienen muchas visitas y no pude dejarlos plantados —tuerce los labios.
Volteo los ojos —está bien, supongo que tienes razón.
—Siempre tengo razón mi vida —sonríe y se va sobre mí, abrazándome.
Nos comenzamos a besar y me acuesta poco a poco a la cama. Lo que es algo romántico comienza a ser apasionado, él se quita su camisa e intenta desprenderme de la mía.
—Detente por favor —pongo la mano en su pecho —no puedo.
Agarra la camisa sacudiéndola —fui un idiota al pensar que presentarte a mis padres cambiaría algo.
Alzo una ceja —¿A qué te refieres?