Lesalia.

VII

 

Sentía que estaba dentro de una carroza, oía el sonido de los caballos y a un hombre gritar ordenes. La cabeza le latía con una fuerza horrorosa. 

Pobre príncipe que no tenía una idea de lo que pasaba. 

Abrió los ojos, volvió a cerrarlos cuando se percató de que alguien se encontraba frente a él y fingió seguir dormido. 

—Me parece que aquí está bien. 

—¿Seguro? —Preguntó otra voz—. La reina dijo que nadie debe encontrarlo.  

—¿Quién diantres viene al bosque de las brujas? Para a esos caballos y ayúdame a bajarlo. 

La carroza se detuvo y el príncipe intento mover sus brazos pero se encontraban atados. Sintió que alguien lo jalaba hacía afuera y sabía que se trataban de esos dos guardias a su cabeza solo vino una persona, Karina. 

¿Qué paso con ella?  

Él prefirió que lo llevarán sin hacer ruido porque ellos son dos y con armas, estaba en desventaja. Sintió como su cuerpo fue arrojado contra un árbol y su espalda ardió de dolor pero contuvo el grito en lo más profundo de su garganta.  

—No despierta ¿Crees que está muerto? 

—Pásame tu navaja —Luego de unos segundos sintió el frío metal deslizarse por su mejilla hasta el momento que la navaja se hundió en su mejilla. Hizo todo lo que pudo para contenerse, el dolor explotaba y sus manos estaban apretandose con fuerza—. Tremendo golpe le diste, vamos pasame las cuerdas y salgamos de este lugar. 

Al oír la palabras cuerdas abrió los ojos e intento levantarse, uno de los guardias lo vio y rió.  

—Adiós, príncipe. 

Sintió un nuevo golpe en la cabeza y sus ojos se cerraron. 
 


👑👑👑 



—Alaric va a matarnos. 

Jughead rió, ella sonrío. Verlo reír para ella seguía siendo un logro maravilloso, muchas chicas lo han intentado antes y nunca nadie ha logrado sacarle una sonrisa, ni siquiera un atisbo de ella. Aquel joven de veintiún años era un tremendo gruñón con todo el mundo menos con Monserrath.  

—Es probable. 

Alaric y su esposa no tuvieron hijos, no porque no quisieran sino que las condiciones en las que vivían no eran para traer a un niño al mundo. Jughead y Monserrath eran lo más cercano a hijos que pudieron tener, los cuidaron y criaron con amor. Y tuvieron que marcar ciertos limites con ellos ya que cuando estaban juntos los problemas eran inevitables. 

—¿Qué es lo que estamos esperando encontrar, Jug?  

—Brujas.  

—¿Cuántas veces recorrimos estos senderos adentrándonos al bosque? Más de las que puedo contar con mis dedos y ni un sola vez encontramos a una bruja.  

—Porque no fuimos muy lejos, al centro mismo del bosque.  

—Además si son brujas deben tener escondites como el refugio.  

Él suspiro cansado y se detuvo.  

—Entonces usa tus poderes de bruja para localizarlas.  

Ella lo imito y se detuvo a su lado, lo miró enojada.  

—Jughead, si supiese usarlos tu y yo estaríamos muy lejos de Lessalia viviendo una mejor vida. 

Aquellas palabras causaron un cosquilleo en el pecho del joven.  

—Lo siento,  es que estás siendo tan negativa… ¿Tienes miedo, princesa? 

Ella bajo la mirada.  

—Me da temor saber lo que en verdad soy pero si llego a tener alguna especie de magia solo puedo planear la forma de matar a Aranesa. 

Jughead dio un paso acortando la distancia, su amiga de cabello rubio que ahora se encontraba enmarañado estaba pensando en oscuridad y no le gustaba eso. Porque aún luciendo ese sucio vestido celeste ella lucía como el ángel más puro de toda Lessalia, no quería ver nada más que brillos en su interior y no esa idea de acabar con la vida de alguien. 

Levantó su mano y la colocó en su hombro. Ella se emocionó por aquello pero se forzó a aparentar tranquilidad.  

—No pienses en eso, Monse —Dijo mirándola con esos hermosos ojos azules—. Sigamos avanzando ¿Sí? 

Ella asintió y él se alejo para seguir el camino. Para ella era desesperante esa zona confusa en la que se encontraban, seguían siendo amigos pero la atracción que ambos sentían iba más allá de una amistad. Ella deseaba besarlo sin cansancio, tenerlo de todas las maneras posibles, quiere a Jughead y no tenerlo como ella desea le duele.  

Monserrath no se movió por lo que Jughead volteó a observarla.  

—¿Ocurre algo? —Ella negó y se acercó a él, ambos caminaron —. ¿Tu espada no te molesta? 

Ella ni siquiera sentía el peso en su espalda.   

—Estoy bien. 

Siguieron adentrándose al bosque, yendo más lejos de lo que alguna vez pudieron ir. Ninguno estaba cansado aunque ya el sol comenzaba a desaparecer, Jughead encendió una antorcha por la noche para no tropezar con nada, su caminata fue larga muy larga cuando ella parecía estar agotada se detuvo de manera abrupta llevándose una mano al pecho.  

—¿Sientes eso? —Él la miró con el ceño fruncido y negó—. Siento algo como angustia, temor, confusión…  

Su rostro estaba totalmente descompuesto por las emociones tan repentinas que parecían llamarla a gritos.  

—¿De qué hablas Monserrath? 

Ella lo ignoró y corrió, él la siguió confundido. Monserrath esquivo varios árboles siguiendo una corazonada, saltó encima de una raíz de un gran árbol y se detuvo cuando vió a un hombre sentado, mejor dicho amarrado a un árbol. Jughead chocó  contra ella y vió aquel hombre asustado. 

Su cabeza estaba gacha, solo podían ver su cabello rubio y enrulado.  

—Su ropa —Comentó ella—. Esos pantalones y camisa son costosos ¿Quién es?  

—No lo sé y no vamos a averiguarlo. 

Ella no lo escuchó y se acercó a él, su pecho subía y bajaba avisando que muerto no estaba. Se puso en cuclillas y con una rama gruesa que alzó del suelo levantó el rostro del hombre y se sorprendió al verlo.  

—¿Quién es? —Preguntó Jughead situándose a su lado.  

—No tengo idea, pero mira como tiene un corte en la mejilla. 

Era algo profunda, la sangre estaba seca pero la que perdió manchaba su camisa blanca. 

—Me resulta familiar, creo que vi su rostro en alguna parte. 

—¿Crees que los guardias le hicieron esto? —Jughead asintió, ella se levantó y golpeó el árbol con su puño—. ¡Eso guardias ya no… 

El lugar tembló, Monserrath alejo su mano temblorosa del árbol y éste se abrió soltando las cuerdas que sostenían al hombre por los costados haciendo que caiga dentro del árbol. Ella miró a Jughead asustada pero ingresó dentro del árbol con él pisandole los talones.   

Una cueva, eso era lo que estaba dentro del árbol el hombre estaba acostado en el suelo y ella miraba el pequeño lugar sumamente sorprendida.  

—Tienes razón, las brujas usan escondites —Comentó él y ella se acercó al árbol de la entrada dando un golpe, éste se cerró y ellos se encontraban dentro. 

—¡Despertó!  

Ella saco su espada del soporte que tenía en su espalda y la blandió hacia el frente. Miro a la persona que empezaba a despertar y se percató de que debería tener la edad de Jughead. 

—No te precipites. Deja que hablé, pero no guardes tu espada si es un ladrón o algo peor es mejor estar seguros. 

Ella asintió y esperó, hasta que el príncipe abrió los ojos asustado. 




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