Lesalia.

IX

Principito” 

El recuerdo fugaz de su madre rondó su cabeza. ¿Cuándo fue la última vez que alguien lo llamó de esa manera? 

Sintió un nudo en la garganta, antes de morir su bella madre lo había llamado así. Alejó aquel triste recuerdo e intento levantarse, Jughead avanzó hacia él y lo ayudó, el príncipe agradeció la ayuda con un asentimiento de cabeza al estar de pie. Sus ojos verdes se movieron curiosos por todo el lugar, la cueva era sumamente pequeña y extraña. 

—¿Dónde estamos? 

—En un escondite de las brujas —Respondió Monserrath con simpleza—, debemos irnos. 

Pero el príncipe no entendía a que se refería aquella muchacha de cabello dorado. 

—¿Brujas? 

Ella exhaló el aire con fuerza cansada del parloteo del príncipe, miro con suplica a Jughead para que le explicara las cosas mientras ella daba un golpe a donde antes el árbol se partió en dos. 

—¿No te contaron historias del bosque de las brujas de pequeño? 

Maximiliano asintió, claro que había oído sobre aquellas historias de brujas que endulzaban a los niños para luego comérselo. Soltó una risa porque jamás creyó en esas historias por el contrario Hope era una niña ilusa y debido a esos charlatanes que hablaron sobre las brujas frente a su pequeña hermanita ella no pudo volver a dormir sola por un mes entero. 

Pero toda ese escepticismo se fue cuando aquella muchacha dio un paso atrás y la pared de aquella cueva comenzó a abrirse. Parpadeó varias veces sin poder creer lo que sus ojos veían. 

Monserrath dio un paso fuera y miró a los jóvenes esperando que salieran, Jughead avanzó como si nada y agarro la mano de ella con dulzura entrelazando sus dedos, dio un pequeño apretón que causo un pequeño aleteo en su corazón.  

—¿No vas a salir? 

—Pero… ¿Cómo? —Al contrario de avanzar hacia el frente dio dos pasos hacia atrás—. ¿Eres bruja? 

Monserrath chasqueo la lengua, esa era una pregunta que quería responder de manera negativa pero para eso emprendieron aquel viaje, para descubrir si ella tenía sangre de bruja corriendo por sus venas. 

—¿Tienes miedo, principito? 

—Maximiliano para ti —Cortó con voz neutra—. ¿Cómo hiciste eso? 

Jughead cansado habló: 

—Sal de allí de una buena vez, te explicaremos todo por el camino pero si sigues temiendo como un cobarde no iremos a ninguna parte y tu Reino caerá frente a tus ojos. 

Maximiliano no estaba acostumbrado a seguir ordenes, Aranesa hace tiempo que ya no podía siquiera pedirle algo porqué él jamás la ayudaría por más insignificante se tratará la tarea que quiso asignarle. 

Aún así, salió sin titubeos avanzando hacia ellos. Se posicionó al lado de ellos solo para demostrar que no tenía miedo, vio el bosque a su alrededor realmente sorprendido y cuando se fijo en el árbol partido a la mitad él mismo se acerco para darle un golpe con el puño cerrado como aquella muchacha lo había hecho antes. Para su sorpresa unos segundos después el árbol comenzó a juntarse volviéndose uno solo nuevamente. 

—Extraordinario —Susurró. 

—Bien, ahora debemos irnos. 

Asintió y los siguió, la pareja camino hacia el frente y apuró el paso para preguntar: 

—¿Cómo el árbol puede contener una cueva dentro? 

—No lo sabemos —Respondió ella—, hace años Jughead y un hombre llamado Alaric encontraron el lugar, jugaron dándole unos golpes hasta que se abrió de la misma forma que aquel árbol.  

—Dentro había más bosque —Continuó Jughead—, pero es una extraña ilusión puesto que al llegar al final de aquella zona chocas contra una pared invisible aunque sigas viendo más bosque frente tuyo. 

—La única entrada y salida es el mismo árbol —Terminó por decir Monserrath.  

Procesó aquella información con dificultad, no podía creer que existieran las brujas y que ellas puedan hacer tal cosa como un lugar alterno, como una dimensión paralela escondida en un simple árbol.  

—Buscan a las brujas ¿Verdad?  

Monserrath se tenso y Jughead lo notó. 

—Sí —Respondió ella. 

—¿Por qué? —La pareja aceleró el paso y él no tuvo otra opción que incrementar el suyo. 

—Mira que eres curioso —Respondió ella exasperada. 

Él príncipe ni se inmutó, sentía curiosidad y no iba a negarlo.  

—Hicimos un trato, Monserrath. Es justo que sepa a donde vamos, y el porque es tan importante. 

Ella se rió y detuvo el paso al igual que Jughead. 

—No, no tienes porque saber nada. 

—Monserrath… —Jughead sabe que ella es demasiado terca y fría con cualquier persona que no sea él. 

Ella bufo pero se calló, él apretó sus manos y Monserrath volvió a hablar. 

—Tengo algo raro ¿Contento? —Preguntó en dirección al príncipe.  

—Eso raro es ¿Magia? 

Ella frunció el ceño. 

—¿Cómo lo sabes? 

—Tal vez por todo ese brillo dorado en sus manos. 

Jughead y Monserrath bajaron la mirada hasta sus manos unidas, y efectivamente entre sus dedos entrelazados se desprendía un brillo con pequeñas brillantinas cayendo al suelo. Ella lo soltó asustada y el brillo desapareció. 

—Maldición —Soltó ella—. Como te podrás fijar principito, tengo problemas para controlarlo.  

Jughead se agachó en el suelo, su dedo índice tocó aquel brillo en el suelo y rápidamente su dedo se mancho de aquel extraño brillo. Ella algo asustada todavía da un vistazo el brillo en el dedo de su Jughead. 

—¿Sientes algo? —Preguntó. 

Negó, Maximiliano se acerco y también agarro un poco del brillo entre sus dedos. Al instante su mejilla ardió y frunció el ceño. 

—¿Pasa algo, príncipe? —Preguntó Jughead. 

—Mi mejilla… —No continuó,  se dejó llevar por el impulsó de untar aquel brillo en su herida y lo hizo. Al instante que ese brillo dorado fue al corte de su mejilla sintió un alivio inmediato. 

La pareja vio como su herida se iba cerrando sin dejar una cicatriz en su mejilla. Monserrath aguantó la respiración, en definitiva algo no estaba bien en ella. 

 




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