El amante y la bestia
En aquella temporada del año, era algo normal encontrar todo cubierto por un manto blanco, mientras que a las afuera de un humilde pueblo, casi en las faldas de la montaña, se encuentra construida una gran casona, un tanto extraña para algunos pueblerinos del lugar, los cuales suelen murmurar todo tipo de historias fantásticas con respecto a la casa y sus ocupantes. Ya que a quien se le ocurriría irse a vivir allí, al fin del mundo, un lugar en el cual todos se conocían y se la pasaban hablando mal unos de otros, aburridos de sus solas existencias tan rutinarias, en donde aquella casona era lo único pintoresco que les daba algo diferente de lo que hablar, claro estaba que como no hacerlo, si vivían en la completa ignorancia, sin atreverse a conocer un poco más de lo que estuviera a ya afuera en el bosque o quizás en cualquier otro lugar.
Un día, quizás como cualquier otro día, bajo desde las faldas de la montaña, un hombre alto y fornido, bien vestido y peinado, con un gran abrigo, camino erguido ignorando las miradas de extrañeza de los pobladores, llego hasta el pequeño e improvisado edificio de servicio postal, el cual algunas veces servía para dar algunos anuncios a la comunidad.
—muy buenos días señor ¿en qué le puedo ayudar?
Al pobre hombrecillo se le hacía extraño aquel hombre, jamás en su vida había visto ojos así, uno azul claro y el otro de un color avellana, era algo curioso y un tanto hipnotizante.
—buenos días, necesito de los servicios de una institutriz y una mucama, por ello, necesito que mande lo antes posible el mensaje a la ciudad, es de suma urgencia la presencia de ambas damas.
—con respecto a la mucama, le puedo conseguir hoy mismo una joven del pueblo, ¿Qué requisitos desea que cumpla la muchacha? —mientras esperaba las respuestas del otro hombre en aquella oficina, él estaba escribiendo la nota con el pedido.
—el trabajo será a tiempo completo, con los fines de semana libre y se pide que se discreta, por supuesto con el pago de su sueldo cada mes, la cantidad por supuesto será cuantiosa para la dama.
— ¿y la tutora?
—por supuesto, todo lo que se espera que sea, una señorita con un gran dominio de varios idiomas, especializada en etiqueta, historia, matemáticas y todo lo esencial, también se espera que sepa tocar diversos instrumentos, a mis señores les encantaría la idea de una joven erudita a su servicio.
Al terminar de explicar y dar los últimos detalles a la carta, entrego el pago por sus servicios al hombrecillo encargado, para luego retirarse, una vez distante la figura de aquel hombre, varias mujeres curiosas entraron al establecimiento preguntante sobre quien era ese hombre misterioso.
—suponiendo por la gran confianza que tienen su jefes para enviarlo a él y no bajar ellos, el debería de ser el mayordomo o un tutor, pienso que ese debe ser su empleo, ya que iba bien vestido y tenía modales muy refinados, aunque un tanto cortante el muchacho.
—pero es demasiado guapo, para estar encerrado todo día en semejante casa, no se fastidiara de vivir así ¿pero en serio estas seguro de que no es uno de los dueños del lugar y no un simple empleado?
—lo estoy
—pero según usted, porque esta tan seguro
Otra de las muchachas que estaban allí, pregunto, todas estaban tremendamente fascinadas con aquel joven.
—lo sé, ya que los señores de esa casa, jamás se atreverían a caminar a pie en este lugar y ensuciar sus carísimos zapatos de satén, además, de las pocas veces que los he llegado a ver, he notado que todos tienen el cabello rojo como el fuego y ojos verdes cual esmeraldas —el hombre estaba ensimismado en sus recuerdos —el único diferente, es el señor de la casa, es bastante rubio y pálido, debería ser pecado para esa familia tener genes tan perfectos.
— ¿en serio? Tan diferente son esas personas.
—James, es el nombre de ese joven, viene una vez a la semana o al mes.
— ¿será que estará soltero?
—querida niña, yo que tu no estaría metiéndome donde no me llaman, durante todo el tiempo que llevo de conocerlo, nunca ha hablado de otra cosa que no sea su trabajo o de ordenar algún pedido.
Todas las jóvenes se fueron retirando del lugar, un tanto molestas al no poder sacarle más información. Mientras que en los pies de la montaña, aquel muchacho iba llegando a la casona, fue largo el camino de regreso al lugar, pero al fin había llegado, una vez dentro, una de las sirvientas del lugar tomo su saco y lo guardo.
—al fin llegas
— ¿paso algo mientras no estuve?
—nada, solo estoy un poco aburrido
—y Adrián, ¿dónde está?
—esta con madre, practicando en el piano
—no deberías estar practicando tus lecciones, tu madre se puede llegar a molestar si te encuentra vagueando
—no entiendo por qué la llamas así, si es tan tu madre, como lo es mía
—sabes muy bien que ella odia que la llame así
— ¿ya vas a empezar con eso hermanito? —se paró de puntitas en un intento por alcanzar al otro muchacho, rozo superficialmente sus labios con los del otro muchacho.