“El sálvese quien pueda” del Arquero me recordó que cualquier cosa para sobrevivir entra en ese punto. Lo había olvidado por completo.
Tres personas con escopetas se acercaron a todos nosotros.
Nos rodearon y de pronto salió más gente de la nada, quizá cincuenta personas.
Luis, sacó su arma y se puso a la defensiva. —¿dónde está Hunter? — al no ver a Hunter sacamos nuestras armas.
—Aquí no hay comida para más bocas, ¡váyanse!— dijo uno de los que nos apuntaba.
La multitud protesto para echarnos de la plaza.
—¡Yo no veo tu nombre en ella!— gritó Alberto.
—Lárguense de aquí o les dispararé.—
De pronto, la frente de esos tres se iluminó con un punto rojo, percatando se de esto levantaron las armas.
—No vas a disparar.— burlándome, le di la orden a Hunter que disparará, provocando que las escopetas se desintegraran de sus manos.
La multitud empezó a correr en distintas direcciones, haciendo mucho ruido.
—¡CALLENSE MALDITA SEA!— Disparando al techo les ordenó Alberto.
Todo el mundo se quedó quieto en su lugar.
Hunter salió de su escondite y todos lo miraron asombrados, más aún cuando esté se paró a lado de mí.
—No nos quedaremos mucho tiempo, nos iremos mañana al amanecer.— Intenté tranquilizar las cosas.
Uno de ellos se acercó, lentamente me extendió la mano. —Soy Eliot, y él es Brandon y ella es Alison, mi novia. Perdón, empezamos mal. Nosotros tres salvamos a toda esta gente y estamos intentando mantenerlo así.— le di la mano y las cosas dieron un giro inesperado.
Todos se habían instalado en la sala más oculta del cine que está en la plaza. Frente a la pantalla pusieron camas, tiendas de campaña y del otro lado pusieron toda la comida al alcance.
Mientras Hunter entretenía a todos los niños y los mayores yo hablaba con Eliot.
—Mi novia y yo estuvimos cerca de los infectados.—
—¿Infectados, así los llamas?—
—Sí, vimos como le arrancaban la piel a mi abuelo. Brandon es mi cuñado y trabaja aquí. Nos dijo que viniéramos, antes de que todo pasara; aún no abría la plaza. La gente que está aquí son locatarios y ajenos.—
—Y cuántas personas hay en total.—
—Alrededor de 200 personas.
—Me sorprende que dirijas a toda esta gente y se ve que tienes mi edad.
—Bueno, alguien tenia que hacerlo.
Nos quedamos en la sala del cine junto con los demás.
No quería ser aguafiestas pero algo no me agrada de este lugar. Al amanecer me despertó Alberto para comer algo, pero no quise desayunar y tomé una botella de agua. Pasé a asearme al baño y fui a la azotea a revisar el panorama. Me encontré con Alison.
Ella miraba a todos los infectados rondando por las calles.
—No creí que algo así pasaría.— Alison inició la conversación.
—Puedo preguntar porque Eliot está a cargo?
—Éramos los únicos que teníamos todas las armas, ahora que no las tenemos. La gente cree que a tu androíde lo está manejando Eliot.
—¿Es un chiste?
—Eliot es un fanático religioso, sabe manipular las cosas y a la gente.
—¿Y tú le crees?, Hunter ni caso me hace, mucho menos a un tarado.
—No le creo nada pero la gente cree que Hunter está aquí para que los proteja de “los agentes del demonio.”
Nos echamos a reír pero la sonrisa de Alison se borró. —El no es de fiar…— dicho y hecho algo sucedió.
Brandon y Eliot, junto con otros, salieron a la azotea a preparar comida más nutritiva que la que comía el resto.
Minutos después, Eliot se acercó con un par de burritos de carne y nos dio uno a cada quien.
Iba a negarme pero decidí que era buena idea seguir la corriente. —Neo, los que estamos arriba debemos mantenernos fuertes, si no, ¿quién controlará a toda esta gente?, nos conviene que tú y Hunter estén de nuestro lado.
—Dices bien.— le di una mordida al burrito. Pensé en mis amigos y las personas que comían sándwiches.
Mantuvimos una mirada, hasta que una alarma del tipo guerra nuclear sonó por toda la ciudad, los infectados se desorientaron, pude darme cuenta de ello, puede ser una ventaja.
—¡Neo, mira!— Alison me dijo que volteara a ver el enorme hongo que se veía a kilómetros de aquí. Una ráfaga de viento y polvo llegó a embestirnos.
La gente quiso salir a ver qué pasaba pero Eliot cerró las puertas y dijo que solo era una tormenta.
Me di cuenta que los infectados eran el menor de mis problemas.