Letra & Música

Capítulo 19. Confrontando al pasado.

Anya.

Miedo, ira y desesperación. Eso era lo que estaba sintiendo en este preciso momento. Todo mi cuerpo temblaba y no dejaba de hacerlo ante lo que había visto, ante lo que había vuelto a mi vida de un modo repentino que jamás imaginé.

Él había vuelto.

Él ha regresado con todos mis miedos.

Él me ha recordado mi dolor.

¿Por qué? ¿Por qué ahora que me siento feliz y con la fuerza suficiente para romper mis cadenas él aparece? Pensar en eso me hace pasar ambas manos por mi cabello, intentando alejar la desesperación, miedo y dolor que parece quemar mi cuerpo, ni siquiera de un modo suave, es como cada vez aumentara más el calor.

Hace bastante rato que me encerré en el baño y no he salido, donde la intención principal era calmarme, pero ha sido una mierda total, sigo temblando al recordarlo. Muerdo mi labio con fuerza, lo que hace que me lastimé y un poco de sangre salga. A este paso, mis labios serán un asco de mordidas y heridas, aunque no sea algo que me importe demasiado.

Ahora mismo los chicos deben estar confundidos de mi actitud tan rara y evasiva, algo que me hace sentir avergonzada. Aunque me duela y odie hablar de esto, debo de hacerlo, no puedo mantenerlos en la oscuridad, ellos merecen y tienen derecho a saber esta parte de mi pasado porque más que amigos, se han convertido casi en mi familia.

Con poca fuerza de voluntad y un peso que parece encorvar mis hombros con fuerza, me levantó del suelo, yendo por un poco de papel para limpiar mis lágrimas, chocando de manera casi inmediata con el espejo, ofreciéndome mi reflejo sin ninguna clase de censura.

Odio mi reflejo.

Odio esa mirada llena de ira, tristeza y dolor.

Odio esta imagen tan jodida y débil de mí.

Desvió mi mirada, limpió mis lágrimas, mojó mi rostro y acomodó mi cabello. Respiro hondo un par de veces, saliendo del baño en dirección a la sala para hablar con ellos, con el corazón muy agitado por abrir una parte muy privada de mi vida. Escuchó un poco de alboroto y curiosa voy a asomarme, paralizándome en mi lugar. Él está ahí. Él esta con los chicos.

Mi cuerpo tiembla ante el miedo e intentó huir, sin embargo, cuando me doy cuenta del modo en que alza su mano hacia JungKook, me hace recordar de inmediato que esa era la manera exacta en la que estaba a punto de golpearme. Mis ojos se humedecen ante el recuerdo, mi mano se cierra en puño ante la impotencia, sin embargo, la ira parece quemar más que el miedo mismo.

Caminó rápidamente hacia ellos, dejando a JungKook detrás de mí en un intento de protegerlo, mientras detengo con una mano el brazo de ese hombre que tanto daño me hizo en mi niñez, sorprendiéndolo ante mi acción, porque nunca me rebelé en contra suya. Hoy no va a ser el día en que vuelva a esa vida sumisa.

–No te atrevas a tocarlo –siseé entre dientes, empujándolo lejos de nosotros, sacándolo de la habitación donde pretendía entrar.

–Anya, yo…

–Tú nada –lo interrumpí de inmediato –. Tú vas a largarte, de lo contrario, te sacaré a golpes –amenacé con voz dura, una que casi no reconocía.

–¿Cómo crees que voy a irme cuando al fin he encontrado a mi querida hija? –preguntó con una sonrisa que pretendía ser cariñosa.

–No soy tu hija.

–Claro que lo eres.

–No, no lo soy y tú no vas a venir a decirme lo contrario. No te he visto desde hace quince años, quince años en los que desapareciste peor que un fantasma, ¿qué es lo que quieres de mi ahora? –exigí saber, tenía derecho de saberlo.

–Anya, sé que te sientes enojada porque no estuve contigo, pero entiéndeme… –cerré los ojos ante sus palabras, palabras que ignoré, porque sólo eran tres cosas las que podría decirme.

Excusas.

Mentiras.

Hacerme sentir culpable por sus acciones.

Ya no más.

–¡Maldita sea, lárgate ya! –exploté, silenciándolo de repente –¡Quiero que te largues de aquí! ¡No quiero hablarte! ¡No quiero verte! ¡No quiero escucharte! ¡Vete ya! –seguí gritando, lo que me hacía sentir un ardor en la garanta.

–No me hables así, Anya –me regañó, usando ese tono de voz con el que me hacía entender su molestia –, yo soy…

–¿Quién? ¿Mi padre? –me reí, era patético que usara esas palabras –. No has sido eso desde que te largaste de casa, desde que nos abandonaste como si nada. ¿Por qué apareces ahora? ¿Por qué justamente hoy regresas?

–No podía encontrarlos.

–¿En serio esa es tu excusa?

–No es ninguna excusa. Tu madre los ocultó de mí y jamás me permitió verlos. El día de hoy cuando vi ese video donde bailabas con esos chicos no podía creerlo y vine a buscarte –comenzó a justificarse, haciéndome reír de nuevo.

Sé exactamente el motivo de su regreso. Quiere disfrutar de lo que antes no pudo: una vida con comodidades, donde es tratado como rey sin mover un solo dedo. Qué asco de persona, no sé cómo mamá pudo soportarlo, ni yo como soy parte de él.




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