Letras a muertos.

No estamos tan locos.

12/04/13

 “Lo supe tan pronto abrí los ojos por primera vez esa mañana. Lo supe con los sollozos de mi madre, y con los lloriqueos de mi hermana.

Lo supe porque soñé con eso. Y desde antes que saliera de mi cuarto, y mirara a toda nuestra familia reunida, cosa que no es habitual, sabía que pasaba algo malo.

Una parte de mí, esperaba que sólo fuera un mal sueño, una pesadilla, o por lo menos una broma. Pero cuando vi a mi madre y de repente me envolvió en un abrazo, y sus lágrimas mojaron mi camiseta, lo aseguré.

Sus ojos llenos de melancolía buscaban los míos, yo simplemente no la podía ver, dolía, y tenía la vista nublada por las lágrimas. Luego susurró cuatro palabras que me rompieron el alma al instante.

Tu abuelo ha muerto.

Lo sabía, lo sentía justo en lo profundo de mi corazón, pero desearía que me lo hubiera dicho con un poco de sutileza, no de golpe. Era como un baño de agua fría, ¿qué digo? Peor que eso, nada se compara con lo que sentí en esos momentos.

Lloré por horas interminables, no me apetecía comer nada, y me quede hasta el último momento al lado de tu cuerpo. Aquél día no me separé ni un solo segundo, contemplaba como venía innumerables personas a llorar en tu lecho, a lamentarse, algunos ni se atrevían a entrar, otros simplemente venían a vernos.

Caroline dejó a un lado sus muñecas y lloraba todo el día, mientras veía el techo de su habitación, en el que habían miles de flores y princesas ¿Recuerdas? El que tú pintaste. Lo hacía hasta un punto en el que creí que era lo único que la hacía feliz.

Han pasado muchas cosas desde entonces, he dejado la poesía, no quiero volver a escribir. Y, aunque tuviera ánimos, no puedo, es como si mis palabras hubieran muerto junto a ti.

Nate, un chico que hasta el momento no lo conocía, me dio sus condolencias y me invitó al equipo de futbol, según él, a veces eso ayudaba a desahogarte. Lo hice y aunque estaba acostumbrado a solo jugar en la comodidad de mi casa, me di cuenta que se me da bastante bien.

Nos hemos convertido en buenos amigos, nos entendemos, y me gusta charlar con él. Es ese tipo de persona que podrías confesarle cualquier cosa y nunca te juzgaría.

Mi madre está mejorando, ya la he visto sonreír, eso me alegra. Caroline ha vuelto a reír a carcajadas y a jugar, y la abuela… bueno, ella hace lo que puede. Viene seguido a hacernos galletas y a traernos películas, me agrada eso, solo que podría mejorar si entendiera que ya crecí, y no me gusta ver películas infantiles. Pero eso a ella le gusta, y me mira con una cara de ilusión que hago el esfuerzo por no quedarme dormido viéndolas.

Te he ido a visitar a tu tumba, seguido, casi todos los días. Perdóname que solo lo haya hecho cuando vi que estaba abandonada y vieja, no debí de olvidarte por un tiempo.

 Me encantaba sentir el viento acariciándome las mejillas y estar en profunda soledad. Hasta que sentí que unos pasos se acercaban, dirigí mi vista al lugar proveniente y vi a una chica, un tanto baja, ella sollozaba y sujetaba algo en sus manos.

Me hubiera gustado que su castaño pelo no le hubiera cubierto la cara. De igual forma no hubo tiempo a esperar a que mostrara su rostro, salí corriendo por el mismo lugar en el que había entrado.

No quiero que piense nada malo de mí, en todo caso, ella también hacia cosas extrañas, así que no está en ventaja.

Luego volví un poco más temprano, para evitar cruzarme con ella. En realidad no era tanto por ella, si no que… me gusta hablarte en voz alta, y bueno, ya sabes. Pero en tu tumba estaba una nota. Caí en cuenta que era lo que la chica sostenía el día pasado, la cogí y la leí.

Quedé pasmado, atónito, al leer lo que había en esa nota.

Es como cuando lees una frase de un libro por casualidad, y esa frase te llena, te complementa, y necesitas leer ese libro. ¡Necesitas saber incluso cuál es ese libro y tenerlo en tus manos enseguida!

Bueno, una sensación así fue lo que me inspiró. Aquella chica, además de escribir muy bien, pensar se le daba de maravilla. Pensar, porque no es un texto que busque en realidad ser un texto, es solamente ella, escribiendo lo que piensa, para ti.

Y yo quería saber quién era ella. Quería saberlo cada mañana al despertarme, y cada vez que se venía una de sus frases a mi cabeza. Pero quería también hablarle, platicar sobre eso, porque cuando conoces primero cómo es una persona y lo que piensa, resulta más placentero luego verla, y conocerla.

Así que cierto día decidí ir al cementerio, la esperé durante horas, hasta que oscureció y me rendí.

Sin embargo volvía cada día a tu tumba y la esperé durante un mes completo, pero nunca la volví a ver. En el instituto buscaba a cualquier chica que pudiera, por medio de una corazonada, parecerme ser ella. Así que les gritaba “Annie” como ella había firmado en la nota, pero, nunca se volteaban, y luego descubrí que había alrededor de cincuenta chicas llamadas así, por lo cual una corazonada no iba ayudarme nunca a encontrarla.



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En el texto hay: cartas, amor y sufrimiento

Editado: 01.04.2018

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