Letras a muertos.

Un poco de esperanza.

Octavo sobre.

29/08/15

Cinco meses después, Esperanza se encontraba sentada abrazándose las rodillas, en un rincón, pensando cómo le iba a decir a Paul que esperaba un hijo de él.

Últimamente había estado raro, muy raro. Jamás había pensado que Paul fuera capaz de tocarla, de lastimarla. ¿Todo por qué? Porque esta vez Esperanza no lo había descubierto solo tomando, Paul andaba en cosas más serias, ahora sus vicios se habían expandido.

Estaba mal, él cambiará, me ama.

Por supuesto que lo haría, se volvería cada día más salvaje, cada día la trataría peor de lo que lo hacía el día anterior.

Finalmente Esperanza decidió citarlo en un lugar público, después de todo, si reaccionaba mal habría gente a su alrededor… ¿Hasta qué punto había llegado?

-Paul, hay un tema que quiero hablar contigo.- dijo con nerviosismo.

-¿Y? ¿Me vas a tener esperando todo el día? ¿Es uno de tus jueguitos para que no esté con mis amigos?- sus puños golpearon tan fuertemente la mesa que Esperanza dio un salto del susto.

-¿Puedes intentar calmarte? No lo hice por eso, aunque sabes lo mucho que odio que estés con ese grupito… Mencionan cosas sobre ellos, no son en absoluto buenas…

-Dime que no me has llamado para insultar a mis amigos. ¿Quién te crees tú? ¿Crees que por qué saliste conmigo un tiempo te hace perfecta, única?

 -¿Salí? Paul, no te pases de la raya…

- Sí, cariño, salíamos. No me gustan las chicas pesadas.

A Esperanza se le detuvo el corazón, ahora estaba completamente sola. Esperaba un hijo, de Paul, el mismo que hace unos segundos la acababa de dejar.

Intentó obligarse a no llorar frente a él. Paul había conocido su lado más tierno, más frío, más salvaje, pero jamás había conocido su lado vulnerable.

Cerró los ojos y contuvo las lágrimas mientras Paul salía del establecimiento con paso ligero.

Cameron, no es sólo eso. Esperanza estaba al límite, por suerte, su abuela fue una gran ayuda, vivieron juntos dos años en su casa. La ayudaba en el tema de la alimentación y en la crianza de Matías.

A pesar de todo, el niño conservó el nombre. Esperanza verdaderamente se había enamorado, y ya que el chico crecería sin rastro de su padre, por lo menos conservaría el nombre que él había elegido.

Sí, dejó la universidad y consiguió un trabajo de medio tiempo en una cafetería. No tenían cosas en abundancia, pero les alcanzaba para vivir a los tres.

No hace falta decir que Paul despareció durante aquellos dos años tan pronto el rumor de que Esperanza esperaba un bebé pasaba de boca en boca.

Pero para Esperanza no hacía falta un hombre para criar su hijo. Y aunque cada vez que miraba a su hijo, le recordaba a Paul por sus ojos y el color de su cabello, lo amaba con locura.

Sin embargo todo aquello era muy bueno para ser verdad, una fría noche del mes de noviembre, su abuela murió de un ataque al corazón.

Era lo único que faltaba, la muerte de su abuela, que era como su madre, fue totalmente devastadora, tanto, que Esperanza ya no le hacía merito a su nombre.

Se dio por vencida, renunció al empleo que tenía, y vivía de lo que su abuela había dejado antes de morir.

Ni siquiera Matías le daba un poco de fuerzas para seguir.

¿Sabes Cameron? Nunca entenderé cómo fue que justo en esos momentos, Paul apareció en la puerta de su casa. Casa que pronto sería embargada.

Esperanza al abrir la puerta se encontró con un mar de emociones. Por un lado quería golpearlo, insultarlo, quería ver a Paul sufrir el mismo dolor por el que ella pasó. Pero por otro lado, era su primer amor, el primer hombre al que había amado y le había entregado todo, era el padre de su hijo.

No quiero ni siquiera relatar cómo fue que lo perdonó, lo dejó ver a Matías, y cómo fue que vivieron un tiempo juntos, como una gran familia.

Claro que tampoco hace falta indignarme, ya que un tiempo después, no mucho, Esperanza quedó embarazada de Paul por segunda vez.

Y entonces Paul empezó a aclarar que no eran nada serio, y los echó a los dos de su casa.

Esperanza y Matías no tenían un lugar donde vivir, donde pasar siquiera una noche. Y mucho menos hablemos sobre la comida.

Por suerte encontraron un centro de ayuda a madres solteras, allí pudieron quedarse un tiempo y vivir bien. Luego, como por arte de magia, llegó a ellos un señor. Era impotente, alto, y adinerado.

Le dijo a Esperanza que le habían comunicado su situación, su próximo hijo estaba a punto de nacer, Matías cumpliría tres años, y ella, literalmente no tenía donde caer muerta.

Pero él le ofrecía un trato. Era el dueño de una gran empresa, le podía ofrecer trabajo y un lugar donde quedarse mientras las cosas empezaban a mejorar.

¿Qué le pedía a cambio? Oh, no mucho. Su hermosa y joven hija Cecily Blake era infértil, y el sueño de su vida era ser madre, sólo le pedía a cambio uno de sus hijos, él que estaba a punto de nacer.



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En el texto hay: cartas, amor y sufrimiento

Editado: 01.04.2018

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