Luna siempre había tenido un sueño muy caprichoso, de esos que de tanto soñarlos se te quedan grabados en la memoria por el resto de tu vida. Había estado junto a un bosque, en medio de la noche, con la luna menguante en lo alto de un cielo nebuloso. Era casi lo único que recordaba, estar mirando y mirando la luna por largo, largo tiempo, siguiéndola entre las nubes mientras avanzaba. Eso y la sensación de estar envuelta en algo muy cálido y suave.
—Donde encontraron un túnel de escombros —escuchó la voz de Fernando, quien le había estado relatando algo por un tiempo—. Lo atravesaron y llegaron al altar. Tu madre subió al púlpito y nos encontró ahí, debajo del atril donde estaba la tablilla.
—¿Qué? —cuestionó Yami, aturdida.
—Fernando, ¿estás seguro de que eso es lo que pasó? —cuestionó Miguel.
—Yo estaba ahí esa noche —afirmó Sophía, acercándose más—. Y Cor ayudó a Joseph y a Marilú a salir de la excavación a escondidas con ambos niños en sus brazos.
—Recuerdo que les pregunté quiénes eran —dijo Craze—, y como no obtuve respuesta no insistí, pero sabía que habían encontrado algo allí abajo. No fue hasta días después que me enteré de toda la verdad.
—No. Es- Debe de haber otra explicación —dijo Aarón, apresuradamente.
—Ningún ser vivo podría haber estado ahí abajo por mucho tiempo —indicó Emiliano sin mucha convicción—. Sin alimento y agua y...
—Alguien debe de haberlos dejado ahí antes de que los señores Lancel los encontraran —concluyó Dianira, negando con la cabeza.
—No había manera de haber bajado ahí antes —afirmó Sophía y luego suspiró—. Sólo después del derrumbe que yo causé en una de las excavaciones se pudo llegar a tal profundidad. Y nadie bajó antes que Tomás. El derrumbe acababa de pasar cuando él llegó y decidió investigar.
Luna se sentía perdida, sin saber a dónde mirar, ni qué decir. Fernando aún la observaba, pero incluso a él no podía devolverle la mirada. ¿Qué estaba pasando? ¿Sus padres no eran sus padres?, ¿su abuelo no era su abuelo? ¿Ella no era Luna Lancel?
¿Quién era ella?
¿Por cuánto tiempo habían estado en esas ruinas? ¿Días, semanas, meses? Las excavaciones habían durado varias semanas antes de descubrir el altar. Durante todo ese tiempo, nadie podría haberlos dejado ahí... No, nadie podría haberlos dejado ahí por innumerables años.
¿Qué era ella?
—¿El abuelo no te dijo algo más? —preguntó Selene con incertidumbre.
—Dijo que nos hospitalizaron —dijo Fernando, sin apartar sus ojos de Luna—. Estábamos débiles, pero sanos. Luna pesaba muy poco y estaba tan fría que la mantuvieron en observación por algunos días.
Luna cerró ambas manos en puños. Sus dedos estaban helados, a pesar de la cálida noche.
—Los adoptaron cuando salieron del hospital —agregó Sophía—, a Luna como su hija y a Fernando como un ahijado, hijo de unos parientes lejanos de Tomás que habían muerto un año atrás en un accidente. Así ambos recibieron el apellido Lancel.
—¿Alguna vez hablaste con los señores Lancel sobre esto? —le preguntó Aarón a Fernando.
—No —negó Fernando—. Creo que el abuelo les dijo que yo sabía, pero ellos nunca me confrontaron. Aunque a partir de ese momento comencé a entender por qué todos sacrificaban tantas cosas por esas investigaciones.
Luna lo miró.
—E-estaban tratando de entender lo que éramos.
—Quienes éramos —rectificó Fernando con suavidad.
Luna bajó la mirada.
—Okey, entonces, es por eso que sabían que algo pasaría alrededor de ustedes —dijo Dianira tomando varias respiraciones rápidas—. Después de traducir los relatos, sabían que, si algo pasaba, pasaría alrededor de ustedes.
—Pero eso no explica cómo sabían de nosotros —dijo Aarón, mirando a los profesores.
Sophía y Craze intercambiaron miradas.
—Todas sus familias conocían a los Lancel antes del descubrimiento —afirmó Sophía—; y, bueno, conforme iban avanzando las investigaciones, de una u otra manera, se enteraron de la verdad sobre Luna y Fernando, y... quedó claro que ustedes también eran parte fundamental de esa historia.
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Editado: 22.02.2019