Cuenta la leyenda que un camionero llamado Ignacio Velázquez avanzaba a gran velocidad con su tráiler por una zona montañosa. Aunque habitualmente era muy precavido y un gran conductor, la noticia de que su mujer estaba a punto de dar a luz le había obligado a saltarse las precauciones que normalmente tomaba mientras conducía. Sabía que debía llegar lo más rápidamente posible para entregar un dinero que era necesario para que asistieran el parto de su esposa, por lo que no dudó ni un instante en arriesgar su vida entre abismos y zonas rocosas para llegar lo antes posible. Era un cantidad de dinero muy grande porque sumaba el total de dos meses de trabajo y la venta de una finca que recientemente había heredado
kilómetros, pero por alguna extraña razón parecía no avanzar y, cuanto más se alejaba del lugar del accidente, más oscuro se volvía todo. Desesperado por la situación decidió sentarse en una roca, aunque no se sentía cansado, mas estaba tan confundido que necesitaba hacer una pausa, y cual fue su sorpresa que, al mirar hacia atrás buscando algún coche para hacer autostop, encontró a su camión estrellado contra las rocas. Era como si no hubiera caminado ni diez metros a pesar de todo su esfuerzo, como si estuviera atado a aquel lugar y le
llevara hasta su mujer, pero era un carretera poco transitada y tras varios minutos no pasó ningún otro vehículo. Decidido a llegar junto a los que quería de una forma u otra, comenzó a caminar en dirección a su destino; anduvo por aquella carretera varios kilómetros, pero por alguna extraña razón parecía no avanzar y, cuanto más se alejaba del lugar del accidente, más oscuro se volvía todo. Desesperado por la situación decidió sentarse en una roca, aunque no se sentía cansado, mas estaba tan