Liamdaard 2 - Los Viejos Compañeros (completo)

Capítulo 24: Liberación

Un dulce perfume; la brisa matinal silbaba por las ventanas de la casa; y el calor tentador del sol naciente, producido por los primeros rayos de la luz amarillenta, los envolvía tiernamente. La voz maternal, una voz tranquilizadora, una armonía singular resonaba en cada habitación de la casa, una música agradable al oído de sus hijas, de sus pequeñas niñas, dos brujas en despertar.

 

La vida había sido tranquila, maravillosa, radiante. Cada día había sido una nota más en una partitura de una felicidad simple de toda una familia.

 

Pero todo eso había sido aniquilado, arrastrado a la nada por una tempestad brutal y funesta. Hombres asustados, mujeres hostiles, gente temerosa, en su búsqueda absurda, habían invadido y destruido este remanso de paz, acusando a las brujas de ser la fuente de todos los males de la humanidad; sirvientes de las tinieblas, invocadoras de las criaturas de la sombra. ¡Pero qué ironía! Mientras que, desde hace siglos, estas últimas luchaban al lado de los cazadores para proteger la especie humana.

 

Pero algunas habían abandonado el camino recto en busca de inmortalidad, sacrificando niños, personas inocentes para apropiarse de su esencia vital. Lo que dio origen a esta caza sangrienta, brutal y despiadada de brujas. Los humanos habían perseguido y masacrado a todos los que habían tenido afinidades con la magia sin ninguna excepción.

 

Sin embargo, la madre, Nicolaya, no había sido una bruja, pero sus hijas tenían afinidades, habían comenzado a utilizar su poder para ayudar a su entorno. Y en aquel momento, sin dudarlo, Nicolaya había sacrificado su vida para salvar las de sus hijas y así, todas las partituras de felicidad de una familia pacífica se habían despedazado, en estallidos innumerables, dejando lugar a una aversión abismal e inconmensurable.

 

Ima lo veía entonces. La mirada de Aidan estaba llena de odio, de rabia, de culpabilidad, de pena, de furia. Los mismos sentimientos que ella había sentido aquel día funesto en que su madre le había sido arrebatada, aquel día en que su inocencia había sido quebrantada, y en que su alma se había oscurecido. Y eso la perturbó. Pero ahora era demasiado tarde para mirar atrás. Su pasado era demasiado lejano y sus actos eran imperdonables. Entonces ella rechazó todos los sentimientos de compasión y de humanidad, concentrándose totalmente en su misión actual.

 

— ¿Eras tú, la mujer que conocí en mi vida anterior? ¿O era una otra de tus mentiras? — le preguntó Aidan abruptamente.

 

La pregunta vino a sacarlo de sus pensamientos.

 

— Sí, esa era yo. Gracias a un hechizo antiguo y poderoso creado por brujas fuertes, una imagen mía fue enviada al otro mundo, como una proyección astral. Era como materializar mi imagen en el otro lado del espejo. Lo viví como un largo sueño hasta que me desperté. Quizás fue porque mi misión había terminado. — respondió fríamente.

 

— Así que no eras real. Y dime, ¿cómo me encontraste en este mundo? No soy la misma persona y no me digas que fue sólo por intuición. — replicó el vampiro.

 

Hubo un silencio. Aidan permanecía tranquilo, a pesar del dolor, con la mirada fija en Ima, una mirada insistente, no debilitándose a pesar del paso del tiempo. ¡Y allí! La bruja revolvió su mano en su bolsillo y sacó una pulsera de hilo rojo. Aidan se congeló. Él había conocido este objeto sencillo y modesto. Era suyo. El último y el único regalo que su abuela había dado a Alfred antes de desaparecer. Era un simple accesorio, pero el objeto significaba mucho para él.

 

— Veo que has reconocido este brazalete. Perfecto. Después de todo, era tuyo, o debería decir que era a Alfred. Me contaste lo mucho que significaba para ti. Es gracias a ella que pude encontrarte. — le dijo Ima.

 

— ¡Pero ¿cómo?! —

 

Aidan no podía creer sus ojos. ¿Tal vez el brazalete era sólo una réplica, otro intento de la bruja para desestabilizarlo? No. El vampiro tenía la certeza de que era el suyo. Incluso perdido en el fondo del universo en medio de una multitud de brazaletes idénticos, habría reconocido el suyo. Porque éste estaba marcado por sus sentimientos y lleno del amor de su abuela desaparecida.

 

— Es simple, lo traje conmigo. Tu pulsera y muchos otros objetos importantes de muchas otras personas. —

 

En efecto, Ima había recogido objetos significativos de cada persona que había encontrado en el otro mundo cuando estas personas habían fallecido y los había llevado consigo a este mundo. Estos objetos estaban marcados por las almas de sus dueños y gracias a la magia, había podido encontrar a Aidan, aunque su apariencia y su esencia vital ya no eran las mismas.

 

Sin más palabras, el silencio volvió a reinar en la habitación. Sólo se oían los zumbidos de las energías mágicas liberadas por las brujas y los ruidos de los combates, a lo lejos. Un aire victorioso se dibujaba en la cara de Ima. Aidan se debilitaba cada vez más, se agotaba más y más en agonía. Que se convirtiera en un miembro de Versias, un peón para las brujas era sólo una cuestión de tiempo. Y sin descanso, las brujas le enviaban masas de energías corruptas a la cara, tratando de tomar el control total de su mente.




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