Horrorizada, congelada, Rose miró con estupor las últimas huellas de la presencia del depredador funesto. Pero no había nada, ni siquiera rastros de pisadas o de sangre en el suelo. Los alrededores estaban vacíos, y ella no sentía ninguna presencia nefasta en el horizonte. El individuo había desaparecido por completo, sin dejar nada detrás de él, nada más que muerte y desolación.
La joven cazadora pelirroja estaba petrificada, su espíritu se consumía en las llamas y un torrente de horror le arrebataba el alma. La ira, la rabia, el dolor, la tristeza, la aflicción y un cúmulo de otros sentimientos se agitaban en ella. Sus pensamientos se hundían en la desesperación y el arrepentimiento. Se preguntó por qué, por qué los humanos debían sufrir y perecer tan horriblemente.
—Tal vez haya sobrevivientes, vamos a ver en el autobús.— habló Hex, la voz también llena de dolor.
Se dio la vuelta lentamente, y sin decir una palabra, dirigiéndose hacia el autobús, con el aire abatido, esperando que, incluso por un milagro del cielo, hubiera un superviviente, alguien que pudiera romper las dudas que giraban en su mente. ¿Se trataba realmente del vampiro que ella creía que encajaba con esa figura familiar y a la vez extraña que ellos habían visto?
Hex abrió la puerta con la mente enganchada a una esperanza ínfima casi inexistente. Pero allí, una avalancha de horror vino a golpearlos y la desesperación los ganó por completo.
Entrañas por todas partes, cuerpos cortados y tirados en el camino, cadáveres decapitados, extremidades arrancadas, restos de anatomía humana que ni siquiera sabían que existían, los vidrios teñidos de rojo sangriento, Este era el espantoso cuadro que era dibujado ante sus ojos. La vista les congeló la sangre, los petrificó.
—¡Qué atrocidad tan abyecta!— murmuró Hex.
Pero Rose continuó avanzando con los pies bañados en un río de horror, esperando encontrar un superviviente, una esperanza inservible. El olor de la sangre no la quitaba de la mirada, la envolvía y, a cada paso, ella podía sentir el miedo, el dolor, el arrepentimiento de las víctimas. La cazadora buscó, pero no encontró nada, ningún sobreviviente, sólo cadáveres, cuerpos gravemente dañados. Un espectáculo horroroso, estremecedor, asqueroso y repugnante que les arrebató el alma.
Un torbellino de ira se elevó en ellos, una ira inmensa. Y en cada respiración su aversión a las criaturas de la noche, sobre todo a los vampiros, se estalló en ellos, aumentando considerablemente. ¿Cómo podía una criatura ser tan atroz, tan mala, matando humanos inocentes sólo por placer? ¿Por qué? Y un designio funesto se dibujó en sus mentes.
Sin embargo, una pizca de duda se les insinuó. El individuo que habían visto huir de la escena del crimen, aunque brevemente y muy borroso, era un sangre fría, un chupador de sangre. Los vampiros eran seres infames capaces de cometer los peores horrores, por supuesto, pero se quedaban en primer lugar predadores, seres que cazaban para alimentarse. Y lo que se extendía ante ellos parecía más bien un acto de frenesí de una criatura incontrolable que no cazaba para alimentarse sino sólo para el placer de masacrar a sus presas. ¿Fue realmente obra de un vampiro? Allí, sus espíritus vacilaban.
Y entonces, sin decir una palabra, Rose bajó del autobús de horror con prisa bajo la mirada inquieta y desconcertada de Hex. Parecía decidida, dispuesta a pasar a la acción, a lanzarse a una partida de caza a solas. El joven cazador le siguió, pero no le atrajo. La joven pelirroja se había apoderado de la moto y se fue, omitiendo decirle a dónde ella se dirigía o por qué. Pero el muchacho tenía su idea.
—Rose.— grito Hex.
Pero esta última no lo oyó. Su espíritu estaba congelado en otra parte. Necesitaba verlo, necesitaba evacuar su rabia.
—Bueno!— dijo Hex con un tono desilusionado. —Voy a tener que encargarme de todo esto.—
La gente de la ciudad, nadie debería saber lo que pasó en esta calle. Todos estos cadáveres, todos esos cuerpos destrozados y arrancados horriblemente, todo esto sembraría terror y agitación en Thenbel. Pero también eso reflejaba una derrota, un fracaso para los cazadores. Él no tenía tiempo para llamar al equipo de limpieza de los cazadores, así que llamó a los Byrons en ayuda, explicándoles la terrible realidad.
Los cazadores, petrificados y asombrados, precipitaron a toda velocidad sobre el lugar de la matanza, trayendo armas y todas las herramientas necesarias para eliminar todo rastro de esta desgracia.
El olor de la sangre podía atraer a otros vampiros o a otras criaturas de la sombra a su alrededor, así que se mantenían atentos, impregnados con el aire del virus anti-vampiro. Un potente gas que les servía como un muro de defensa.
Necesitaban tiempo para borrarlo todo, porque el brazo vengador había causado un gran desastre. Entonces sin decir una palabra, con el corazón pesado, la rabia hirviendo en los ojos, se pusieron a trabajar, un trabajo necesario oh cómo desgarrador.
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Editado: 04.08.2022