La pesadilla; los traumas de un pasado muy lejano olvidado se despertaban; un pasado doloroso, oscuro y sangriento.
Las leyendas, la historia perdida y deformada de los siglos más oscuros y heridos de Liamdaard se repetía, las masacres espantosas también. Las criaturas que hasta entonces vivían en las sombras, consideradas como desaparecidas, fábulas para la mayoría de los hombres, impulsadas por la cruzada insensata de Chris y Ema, se manifestaban en plena luz, trayendo consigo la muerte, la desolación, la desesperación, el horror, el terror... Thenbel estaba viviendo sus momentos más oscuros.
La angustia sofocaba a los habitantes. Los corazones llenos de tristeza y ansiedad temblaban de miedo, se escondían en las casas como ratas en sus agujeros. Y la ciudad, antes animada, viva y flamígera, ya no era más que ruinas y silencio, un silencio siniestro y caótico.
Los cazadores, engañados y manipulados por viles individuos, habían desencadenado una guerra, una cruzada encarnizada contra las criaturas de la sombra, los vampiros en particular, una guerra que se volvía cada vez más incontrolable y nefasta, más devastadora de lo que esperaban.
Las víctimas, tanto combatientes como inocentes, ascendían a cientos, a miles; vidas que deberían haber sido protegidas y preservadas.
Un sentimiento pesado se filtraba poco a poco en las mentes de los soldados de la sociedad de los cazadores, la duda. La guerra general, este conflicto fatal, ¿era realmente necesario? ¿Habían tomado la decisión correcta de seguir a Chris? No obstante, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, demasiado tarde para pensar en ello. Entonces, con la moral más baja que nunca y la conciencia pesada, se cedían a la maldad de la guerra.
Los combates continuaban, cada vez más violentos, ofreciendo un festín de alegría a la muerte todos los días. El mundo sucumbía poco a poco en la desesperación, el miedo, la destrucción, el caos...
Pero mientras todo parecía ser oscuridad y confusión, dos grupos de individuos decididos, dos facciones poderosas, luchaban paralelamente para poner fin a la conflagración, tratando de traer la paz que, aunque frágil, había reinado antes. Eran cazadores rebeldes liderados por el noble clan original Byron y la fuerza de élite del consejo de vampiros.
Los tumultos de la guerra se desvanecían, los aliados de la paz, aunque en campos diferentes, lograban progresivamente contener las llamas desatadas de la violencia, reduciendo considerablemente los campos de batalla.
Por un lado, los Byron recordaban a los cazadores su misión, su deber primero, un mensaje de conciencia, apelando a su orgullo que habían dejado arrastrar en decrepitud, su humanidad que habían dejado abrumar por la oscuridad, las tinieblas de la venganza, una sed de sangre demoníaca y destructiva. Y algunos los habían oído y se habían unido a su causa, en gran parte, reavivando con rectitud la antorcha de una lucha más justa: proteger a los humanos de las fuerzas oscuras.
Pero otros, cazadores ya demasiado corruptos por las mareas gangrenadas de la guerra y el placer de matar, demasiado sedientos de sangre, se negaban a seguirlos. Permanecieron fieles a Chris, fieles a sus principios y a su objetivo de exterminar a todos los seres de la sombra, fieles a la guerra, a los baños de sangre insensatos, ignorantes de los dolores y de las angustias de sus semejantes.
Por lo tanto, una otra guerra se desarrollaba entonces entre las filas de los cazadores y los Byron ganaban cada vez más fuerza en cada momento, recuperaban poco a poco el control, el poder.
La lucha interna de poder, la desunión, las escaramuzas entre cazadores; todo esto dejaba campo libre a las fuerzas del consejo de los vampiros para actuar, trabajando en la sombra para poner fin también a la guerra. Alejaban a sus semejantes de los combates, ocultando a los que, obligados por las circunstancias se luchaban para sobrevivir, aunque nunca habían querido batallar; a los que nunca habían querido hacer la guerra.
Y eliminaron a todos los vampiros peligrosos, criminales a los ojos de las fuerzas del orden, malvados despreciables que se aprovechaban de la situación para cometer crímenes odiosos, masacrando a seres humanos inocentes en masa y solo por el placer de matar; eran criaturas horribles y aterradoras que no tenían ningún rastro de humanidad en ellos, caballeros de la muerte.
Los días de combate y las noches de caza eran largos, agotadores, y después de múltiples intentos y esfuerzos, los aliados de la paz habían logrado sofocar los fuegos de los conflictos, deteniendo la progresión de la conflagración.
—Tenemos que irnos allá ahora.— dijo Marceau.
—Sí, llega el momento.— respondió Leo con un tono frío.
Al presente, todos se dirigían al mismo lugar, al lugar donde todo había comenzado y al lugar donde todo iba a terminar. Thenbel.
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Editado: 04.08.2022