Liamdaard 4 - Rivalidad

Capítulo 3: Poesía letal

Sus respiraciones pesadas recobraban poco a poco el ritmo normal. La calma. Más regulares ahora. El alivio, una paz fugaz; y en medio de aquellos árboles que les acariciaban la piel con una brisa agradable, descansaban, recobraban el aliento y reunían sus fuerzas. Ellos lo necesitaban de verdad.

 

La noche había sido larga, agotadora y tumultuosa. Habían librado y ganado una batalla decisiva. La esperanza invadió sus corazones. Sin embargo, aún les quedaba un largo camino por recorrer, batallas arduas que librar. Entonces, disfrutaban del breve momento de calma, un descanso bien merecido. Y lo esperaban.

 

Un silencio pesado los asfixiaba. La desconfianza. Tenían mucho que podían contar entre si, pero no decían nada. Se contentaban con sentarse, al acecho, por supuesto, y sin decir una palabra, lo esperaban en la oscuridad.

 

El tiempo pasó y unos instantes más tarde, el príncipe vampiro se unió al grupo.

 

- Tardaste mucho, Aidan. ¿Qué te tomó tanto tiempo? - preguntó Sabo con tono altivo.

 

Aidan tomó prestada una mirada turbada por un momento, enseñando una cara congelada. -Creí haber oído a un perrito gruñir por aquí. - dijo fríamente.

 

- ¡Sucio vampiro! - El alfa supremo se enfureció.

 

- ¿Acaso quieres pelear, perrito? -

 

Sus auras chocaron en el aire, levantando un ligero viento frío. La sed de sangre, no, su rivalidad apretaba el aire y el choque hizo temblar los árboles.

 

Indrik y Akasha también se pusieron en posición de combate. Sus ojos brillaban de rabia, la ira ante la insolencia y la falta de respeto del príncipe vampiro por su alfa. No lo perdonarían. Aidan los miró con frialdad, con desdén, y hirió voluntariamente su orgullo, tratando de provocar que lo atacaran.

 

Pero una voz vino a calmar la tormenta.

 

- ¿Quieren parar con esto, ustedes dos? No creo que tengamos tiempo para sus tonterías. - exhortó Dieltha con un tono tranquilo.
 

- ¡No es verdad, Dieltha! Tengo tiempo suficiente para deshacerme de ese grupito de salvajes. - affirmó Aidan burlándose.

 

- ¡Dijo la alimaña débil que fue capturada por una simple bruja! - replicó Sabo fríamente.

 

Aidan dio un paso adelante, su deseo de matar se sentía por toda la atmósfera. Indrik y Akasha se lanzaron sobre él. Pero un muro de viento les impidió atacarlo. La magia de la elfa brillaba en todo su esplendor y como una madre que calmaba a sus hijos, se interpuso entre ellos.

- ¡Cálmanse también, ustedes dos! No se dejan arrastrar por la locura de Aidan y Sabo. - Les avisó la princess elfa con un tono severo.

 

Y volvió hacia Aidan. -Pueden pelear más tarde, si quieren. Pero tenemos asuntos más importantes que hacer en este momento.

 

Con esas palabras, el vampiro se calmó. Sabía que debía agradecer a Sabo y a los demás por haberlobsalvado, pero su orgullo le impedía relatar tales palabras, sobre todo a unos hombres lobo. Entonces mantuvo la cabeza en alto, manteniendo una cara fría, firme y orgullosa.

 

El silencio los envolvía y un sentimiento de malestar se instaló entre ellos.

 

El momento pasó. El alfa supremo tenía otra preocupación. -Los mataste, ¿verdad, Aidan? Hueles a sangre. -

 

Una fuerte presión envolvió al vampiro. Todas las miradas se posaron sobre él. En efecto, las palabras de Sabo los abrieron los ojos. No se habían dado cuenta antes, pero ahora veían que Aidan estaba menos pálido, más fuerte, y percibían el olor de sangre, aunque débil para sus olfatos normales, que emanaba realmente de él. Sin duda. Aidan acababa de alimentarse. ¿Quién era la víctima? La respuesta no tardó en llegar.

 

- No, no los he matado, al menos todavia no. Aun son demasiado débiles para convertirse en mis presas. - respondió con un tono grave. - Al contrario, los salvé la vida. - suspiró con una mirada desilusionada.

 

- ¿Salvarlos la vida, cómo? ¿De quién?- le pidió Sabo.

 

- De otros cazadores. -

 

Una capa de estupor cayó sobre los alrededores. No entendían. Eso parecía inverosímil, irreal, pero Aidan no les estaba mitiendo.

 

- ¿Por qué unos cazadores atacarían a lo suyos? -

 

Esta pregunta resonaba en la mente de cada uno de ellos. Algo estaba mal, algo había corrompido las estructuras mismas del mundo, algo había cambiado. Pero, ¿qué?

 

- No lo sé. Pero es algo terrible.- respondió Aidan.

 

- Quizás querían eliminarte a ti, ya que eres el príncipe de las tinieblas. - señaló Melfti con un tono irónico. Había vuelto, aunque nunca se había ido. Había ayudado a Sabo e Indrik a escapar del ultimo ataque de la bruja.

 

En un mundo donde todo funcionaba normalmente, habría tenido razón. Los cazadores cazaban monstruos, no se cazaban entre sí. Pero no esta vez, no en este mundo tan pervertido.

 

- Me haces honor, joven bruja...- le respondió Aidan con un tono halagador pero con una pizca de burla. -...pero, estoy seguro, no estaban allí para mí, no me apuntaban a mí, sino a Rose y el otro idiota que estaba con ella. -

 

Sus palabras ya no estaban adornadas de burla y se podían leer en sus ojos todas sus inquietudes, sus dudas, su ignorancia. ¿Qué había pasado con la sociedad de cazadores después de la muerte de Carlos Byron, su jefe? No había duda de que Ema estaba muy involucrada. ¿Estaba trabajando con alguien? ¿Pero quién? Las preguntas y las posibilidades se le fueron de las manos.

 

Los demás discutían, suspiraban, ellos también se sentían perdidos y abrumados por la situación. El mundo avanzaba hacia una pendiente resbaladiza cuyo resultado ignoraban y tenían la sensación de que iban a suceder cosas terribles. Las tinieblas, las verdaderas esta vez, se estaba despertando para tragar toda esperanza.

 

Pero en este momento, ignoraban lo que estaba sucediendo a su alrededor, los acontecimientos que agitaban este mundo. Por lo tanto, necesitaban información.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.