—El alfa se está derrumbando.
— ¿Tú crees?
—Por supuesto, solo tienes que mirarlo con atención, parece como si no tuviera alma.
Conversación entre Jessie Smith y Jeanine Du Blanche.
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Jeanine finalizó el primer entrenamiento después de las ceremonias de luto, su cuadrilla de guardianes tenía los ánimos por el suelo y ella no les exigió las pesadas rutinas de combate y defensa. La tristeza sería recurrente durante un largo tiempo, debía prepararse.
—Buen trabajo —les dijo—. Hemos finalizado por hoy.
La cuadrilla se dispersó y ella tomó su bolso del suelo, el mediodía ya casi estaba a punto de colocar el sol en lo más alto del cielo azul. Trató de mantener su mente ocupada mientras iba por el sendero que la llevaba directo al Centro comunitario, a veces recordar cada parte de lo que hacía en los entrenamientos ayudaba a no pensar, pero hoy era diferente, ya sea por lo abrumador que era darle sentido a la traición de Walker Dawson, o el hecho casi aterrador de no volver a ver jamás a los compañeros de clan que fallecieron en la emboscada que ocurrió la semana pasada. Se sentía raro llegar y no ver a Elijah pidiendo algo diferente al menú del almuerzo, o escuchar la sonora risa de Rick mientras bebía una taza de humeante café.
Jeanine ingresó buscando a alguien con quien hablar, pero no era sencillo cuando ella apenas había regresado del exterior.
Ella tuvo sus motivos para alejarse.
No pudo tolerar la distancia, intentó por todas las formas posibles hacer que funcionara, ganó terreno en la jerarquía pero nada de eso valía si él casi nunca se acercaba, y no entendía por qué. Se suponía que ella y Derek siempre serían amigos.
Cuando perdieron el contacto, diez años atrás, todo se volvió muy raro, él ni siquiera se acercó al internado donde fue a estudiar, y cuando regresó al clan, ya había ascendido al puesto. Demasiado joven, con apenas diecinueve, a esa edad otros alfas se dedicaban a explorar nuevas tierras, ciudades, pueblos, no cargaban con responsabilidades. Pero con Derek siempre era diferente, su padre falleció de forma inesperada y tuvo que hacerse cargo.
Luego todo tembló, una y otra vez, atentados, peleas por el puesto, traiciones, deserciones, en diez años tuvo que pelear más que nadie para mantener las cosas bajo control.
Y vio correr sangre, vio a su clan reducirse, debilitarse, y sin embargo siguió adelante, tan orgulloso y fuerte como siempre, planteando estrategias, elaborando nuevas ideas, era un hábil depredador en todos los sentidos.
Pero ahora la pérdida de su mejor amigo podría afectarle demasiado.
—Jeanine, ven aquí.
Girando, sonrió al ver que Dash le llamaba desde una de las mesas al fondo del Centro. Tenía los ojos un poco hundidos, el color verde opacado por el cansancio, no obstante, esa cálida sonrisa siempre estaba ahí, intacta. Dash había perdido doble, a su amigo Elijah y a su hermano mayor, si sentía dolor no lo demostraba, pero la loba de Jeanine podía sentir su angustia en lo profundo.
—Hola Dash, ¿cómo estás?
—Sobrevivo —respondió—. Adelante, toma asiento, necesitaba distraerme.
—Todo está muy tranquilo por aquí.
Miró alrededor, jamás había visto una concentración de miembros tan baja, cuando por lo general siempre rondaban de entre veinte a cincuenta lobos en el Centro.
—Supongo que no tienen ánimos para venir aquí.
Dash se puso a tamborilear sus dedos sobre la superficie de madera, a Jeanine le devastaba que no pudiera atravesar el duelo de la forma convencional, pero cada lobo era diferente y lo único que podía hacer por ellos era darle espacio.
— ¿Has visto a los demás?
Dash levantó la mirada.
—Seth y Shane salieron con Logan a la ciudad, no sé cómo pero lograron sacarlo de su casucha.
Apoyando su codo y todo su antebrazo, Dash se giró un poco, su mirada vagó por el lugar.
—Arif está en su turno de vigilancia, Jessie y Sam están por ahí dando vueltas..., lo mismo pasa con los demás, tardaran un poco en volver a la rutina normal.
Tragando el nudo de angustia, Jeanine se enderezó sobre su asiento cuando vio llegar a los ocho ancianos que formaban el Consejo, murmuraban entre ellos y parecían estar de mal humor, uno de ellos, al que reconoció como Elías Fergusson, apuntó en su dirección con tono despectivo pero al percibir que ella lo había notado, inclinó la cabeza de mala gana.
— ¿Y ahora qué les pasa? —Le preguntó a Dash.
—Oh, déjalos, siempre son gruñones, no son dulces y adorables como los demás ancianos del clan.
Un par de gruñidos llamó su atención, el grupo de ancianos murmuró algo más que ella no pudo oír y luego se separaron, tres de ellos se quedaron en una mesa alejada, el resto se fue hacia la biblioteca, mientras que uno, precisamente Elías se apresuró a salir.
—Las cosas están muy raras —murmuró.
—A mí no me sorprende, este clan siempre ha sido tan volátil como pólvora y dinamita. —Dash rió por lo bajo—. Oh, mira, ahí viene Derek, actúa normal.
— ¿Que actúe normal?
Dash le guiñó un ojo y sonrió, ahora resulta que la estaba usando de entretenimiento para distraerse de su situación, Jeanine dejó salir sus garras pero todo lo que obtuvo en respuesta fue una mirada pícara, ¿qué rayos estaba pensando Dash?
—Hola.
Su atención cambio de objetivo rápidamente cuando Derek Miller se acercó.
—Hola mi benevolente y poderoso alfa —bromeó Dash.
Derek gruñó bajo, pero luego su semblante se aplacó cuando puso una mano en su hombro.
— ¿Estás bien?
Jeanine no debería sentirse molesta por el hecho de que ni siquiera reparó en su presencia, no debería ofenderse, ellos dos no habían peleado, de hecho ni siquiera sabía qué clase de relación existía entre ambos. Pero la indiferencia dolía, y su loba estaba molesta.
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Editado: 18.08.2019