—Eres un Miller, porta el apellido con orgullo hijo, serás un gran alfa algún día.
— ¿Por qué debo serlo?
—Porque es tu destino.
Conversación entre Brad Miller y Derek (13)
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Esa mujer chillaba a través de sus dientes, tan apretados que los oía crujir, gritos agónicos se elevaban, llenando la recepción con el crudo olor a miedo y desesperación. Su lobo permaneció agazapado, identificando el rancio aroma mezclado, ella era cambiante, eso era indudable por la transformación que estaba conteniendo a duras penas, pero olía a algo más, algo humano, familiar.
Dash apareció con su botiquín metálico de herramientas, ni siquiera se tomó el tiempo de averiguar quién era ella o cómo llegó a esa situación, en sus ojos estaba la férrea determinación de salvar una vida.
—Tranquila, todo estará bien.
Las miradas curiosas comenzaron a llegar, Derek despegó la suya de la aterrorizada mujer para observar a los empleados, cambiantes y humanos por igual, que debido a la conmoción se acercaron para echar un vistazo.
— ¡Muy bien, todos, regresen a sus lugares de trabajo ahora mismo! —Ordenó— ¡Ya!
La recepción se fue vaciando de inmediato, hasta que solo quedaban Dash, Jeanine y Tammy.
— ¿Has podido saber algo de ella? —Le preguntó a su lugarteniente.
Alterada, ella negó, y en el movimiento, algunos mechones plateados se deslizaron fuera de su coleta.
—Es un fantasma, no hay registros de ella en las bases oficiales.
— ¿Qué hay de la Infranet?
Derek cambió el rumbo de su atención cuando las quejas dejaron de oírse, ambos voltearon hacia la mujer de enredados cabellos negros.
— ¿Murió?
Dash no respondió, giró con cuidado el collar ilegal que le rodeaba el cuello, cambió de herramienta reiteradas veces hasta que se escuchó un fuerte sonido metálico, como un suave crujido y el objeto se abrió, pero en solo segundos sus puntas filosas se activaron y alcanzó a arrojarlo al suelo antes de que lastimaran sus dedos.
— ¡Maldición! —Exclamó—. Creí que esas cosas estaban prohibidas.
—Dile eso a los humanos —masculló Tammy.
—Dash...
—Está viva, se ha desmayado. —Dash acomodó a la mujer de espaldas, al percibir algo extraño frunció el ceño y la giró para poder ver su nuca—. Esto no es bueno.
— ¿Qué tiene? —Cuestionó Jeanine.
—Un inhibidor —respondió, su tono era molesto, Dash estaba tenso—. No les bastó con el collar para mantenerla en forma humana, bastardos...
— ¿Puedes quitárselo?
Dash asintió apenas pronunció las palabras.
—Debo hacerlo de inmediato, o de lo contrario cuando despierte no será capaz de controlar el cambio y terminará con un ataque al corazón.
Derek se llevó una mano al cabello, pensando, no la conocía, ni siquiera podía identificar qué tipo de cambiante era, pero necesitaba ayuda con desesperación, tenía su vida en sus manos.
—La llevaremos al clan.
—Espera, ¿qué?
Jeanine miró a la mujer con recelo en sus ojos oscuros.
—No llevamos desconocidos al seno del clan.
Ella fue objetivo de la mirada furiosa de Dash.
— ¡Necesita ayuda!
Derek intervino antes de que sucediera el arduo debate en donde era probable que solo perdieran tiempo valioso, ya que ninguno podría ganarle a la terquedad del otro.
—Toma a la mujer en brazos y llévala a mi automóvil —ordenó—. Tammy, cancela cualquier reunión que tenga por la tarde.
—Sí, señor.
Derek le hizo un gesto a Jeanine, pronto estaban en marcha rumbo al corazón de su territorio, con el lobo inquieto por la presencia de esa mujer, condujo al tope de velocidad para llegar lo más pronto posible a la zona de aparcamiento privada. Dash la cargó en brazos hasta su cabaña y la recostó en su sillón.
—Jeanine, ver por los suministros, están en una caja roja debajo de mi cama.
Ella obedeció y se fue, reapareció cargando el pesado objeto.
Mientras Dash intentaba quitarle el inhibidor incrustado en la piel, Derek comenzó a sentirse extraño a medida que le observaba más y más. Ella se veía de su edad, quizá mayor, tenía el cabello rizado, sucio y enmarañado, de alguna forma le resultaba familiar y eso era escalofriante porque jamás le había visto.
—Menos mal que es de los sencillos —dijo Dash, sus manos estaban cubiertas con látex ensangrentado—. Ha salido bien.
Un gemido ahogado le hizo darse vuelta de inmediato, el hombre rubio inspiró aire.
—Y ha sido justo a tiempo —terminó.
Jeanine se irguió, y de pronto todos estaban viendo la misma cosa, un par de ojos ambarinos que se abrían de par en par con miedo.
—Hola, pequeña —saludó Dash con una enorme sonrisa cordial.
Pero la reacción de la mujer fue alejarse, su cuerpo magullado se pegó contra el respaldar del sillón y su mirada buscó desesperada cualquier salida.
— ¿Dónde estoy? —Inquirió— ¿Qué me han hecho?
—Tranquila, estás en territorio seguro.
Derek quedó inmóvil cuando se cruzó con esos ojos tan idénticos a los suyos. Y sintió como si le conociera, como si fuera parte de él, su lobo saltó al frente, intrigado por el metálico aroma familiar. Quiso acercarse pero dudó demasiado, ella se arqueó gritando de dolor.
—Va a cambiar —anunció Dash—. Aléjense, denle espacio.
Jeanine se movió, imponiendo su cuerpo como escudo ante el coyote que surgió en segundos, largando un chillido, replegó las orejas y mostró la hilera de dientes en sus fauces negras. Estático, Derek reprimió el gruñido amenazante que peligraba salir de su garganta, volvió a verle, el terror abarcaba la oscuridad en sus pupilas rodeadas por un anillo ámbar. Era como verse en un espejo, excepto que el animal que tenía en frente era un coyote de espalda gris y no un lobo negro.
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Editado: 18.08.2019