—Decide de una vez por todas, o te quedas con nosotros o te vas, pero si optas por lo segundo, llévate a esa mujer contigo, cada vez tiene más poder...
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Jeanine se detuvo frente a la pizarra negra extendida hacia abajo, repasó por tercera vez las rondas de los vigilantes que se habían modificado para adaptarlas a los nuevos en ese puesto.
—Se ve bien —dijo, cruzó los brazos, analizando cada nombre y ruta en busca de algún inconveniente.
—Perfecto, ¿ya puedo enviarla a todos los vigilantes?
Jeanine miró a Arif, asintió ligeramente.
—Hazlo cuanto antes.
—De acuerdo, adiós.
—Adiós.
El líder de vigilantes abandonó la oficina, Jeanine replegó la pizarra jalando la cuerda, el material flexible se deslizó hacia arriba y entonces el mural quedó expuesto ante ella. Derek lo mandó a pintar, la imagen estaba desgastada pero las figuras permanecían nítidas, un lobo negro sobre el tronco caído del árbol, junto a este otro lobo blanco le acariciaba el cuello. Jeanine supuso que esa imagen debía de ser un retrato de los abuelos de Derek, sin embargo, cada vez que lo veía estaba menos convencida de que así fuera.
—Hola Jeanine.
Fue inevitable sentir su voz como una sutil descarga eléctrica en la piel, ella se giró componiendo la misma expresión, seriedad y respeto, lo que debía sentir como lugarteniente y mano derecha del alfa.
—Derek —saludó, Jeanine cruzó las manos por detrás de la espalda y se inclinó ligeramente.
Derek le ofreció una sonrisa pequeña y amable, que barrió con todo su interior. Él tenía el olor fresco del agua, el cabello humedecido, Derek rodeó el escritorio, pero en cuanto le miró ella lo sintió indiferente y el animal se movió nervioso en su interior.
El alfa había estado reduciendo al máximo sus encuentros, y en las escasa ocasiones solo hablaban de asuntos referentes al clan, era como si le hubiera empujado lejos, y eso confundía, porque Jeanine necesitaba saber qué pretendía hacer, con su nueva familia.
—Hace un par de días te llevaste a tres líderes a la ciudad —comentó, esperaba que por fin le hablara sobre eso, estaba cansada de preguntarle a los demás, su posición jerárquica no servía de nada cuando los tres lobos cerraron filas en torno a la información.
Él se sentó en la silla, del cajón del escritorio sacó un manojo de papeles, y se puso a leerlos.
—Sí, no te llevé porque pensé que no era necesario.
Jeanine abrió sus ojos, desconcertada. Una cosa era que la alejara de sus asuntos personales, pero otra muy diferente era que la mantuviera al margen de asuntos importantes que le concernían, ella era el lugarteniente, el segundo al mando, no un objeto decorativo para estar moralmente a la altura de los demás clanes.
Respiró, de nada servía alterarse, provocar a Derek nunca era algo bueno que experimentar... Pero sabía en la parte más profunda de su ser que el hombre que tenía en frente, con su reputación de despiadado y protector, jamás movería un solo dedo en su contra.
—Bien... Podrías haberme avisado.
Ojos de miel se elevaron para ella, un momento de conexión fugaz, el color oscilaba en intensidad como el movimiento calmo de las olas del lago más tranquilo.
—Creo que te estás excediendo en tus funciones.
El encanto se rompió por las palabras, ella no creía en lo que estaba escuchando, ¿desde cuándo tanta distancia?
—Debo saber en dónde estás.
Derek negó. Regresó su atención a los papeles.
—Lo que tú debes hacer es mantener al clan estable si yo no estoy, además de suplir mi ausencia, nada más que eso. No tienes derechos sobre mí, Jeanine.
Tragando la amargura en su garganta, Jeanine no le dio importancia a la dureza que cargaba las palabras, no era sencillo, pero ella quería esto desde un principio: distancia, sin embargo dolía por dentro, como si al ignorarle Derek estuviera quemando su corazón.
No debía darle mucha importancia, se suponía que Jeanine estaba empeñada en olvidarlo, ya tenía a una persona junto a ella, y todo estaba marchando de maravilla, ella y Elliot se complementaban muy bien, entonces... ¿Por qué su pecho todavía se comprimía al ver a Derek? ¿Por qué de pronto sentía las mismas ganas incontrolables de correr a sus brazos?
—Lo siento —dijo desviando la mirada, le dio la espalda para tirar de la cuerda de la pizarra y bajarla—. Arif vino para armar el esquema de las rutas de los vigilantes, yo le he dado el visto bueno pero necesita tu aprobación.
Ella se quedó en el lugar, mirándole, un nudo en la garganta, el mismo sudor de manos, y esa sensación de inseguridad... La presencia del alfa le encandilaba, le hacía sentir diminuta pero a la vez tan fuerte... A salvo... Y en el momento en que aceptó que no le miraría a los ojos, Jeanine percibió el ligero temblor, el firme agarre del bolígrafo para quitarle peso al asunto... Derek se desmoronaba lentamente, frente a sus ojos él se desvanecía y ella...
La loba se acercó impaciente, casi suplicando que se acercara, para cerrar la distancia y sanar cada herida, cada mal que le atormentaba por dentro, porque ella más que nadie sabía cada cosa que Derek se guardaba con el fin de mantenerse firme en el puesto, conocía sus deseos más profundos, sueños rotos que le arrancaron hace más de quince años.
—No te acerques —replicó.
La orden sonó acerada, un borde frío colmaba cada palabra, Derek siguió sin mirarle, atento a los papeles que leía, pero por supuesto, Jeanine sabía que solo le estaba ignorando, lo conocía tan bien...
—Solo será un momento... Lo necesitas —ella se plantó firme.
Derek negó. La triste verdad era que se moría frente a sus ojos y el muy terco no quería la ayuda.
—Estoy bien —repitió—. Ahora estás en pareja, y el lobo de Elliot es casi igual al mío, por lógica no permitiría aromas extraños en su pareja.
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Editado: 18.08.2019