—Un alfa jamás debe rechazar una pelea por el puesto, pues es en ese momento en donde prueba su valor y lealtad hacia el clan.
Código del Alfa. Doceava ley.
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Jeanine ocupó el tiempo en ver las gotas deslizarse por la ventana de la camioneta, un silencio arrebatador se instaló entre ellos desde que despertaron, ambos sintiéndose como desconocidos.
Ella no volvió a tocar el tema de su salud, estaba cansada de intentar que aceptara su ayuda, y todo lo que quería hacer era llegar a su casa para alejarse de todo lo que le recordaba a él. Sería difícil, pues sentía su esencia impregnarse en la piel y eso..., despertaba en ella sentimientos contradictorios.
Le dio vueltas al asunto de los registros erróneos en la base de datos, pensando en las opciones posibles, la base de la ACC se lucía por tener datos fiables y ser una organización limpia regida por la exactitud de la información. Que hubieran errores como datos inexactos o la omisión de clanes como los Strong Souls, eso daba lugar a sospechas. Le dejó con la certeza que la podredumbre corrupta había llegado al órgano vital que mantenía la seguridad legal de clanes e individuos cambiantes.
Hubo un cambio sutil en el lobo que conducía en silencio, le atrajo desde el dilema a la dolorosa realidad de su rechazo. Maldito necio, pensó, entre ellos existía la posibilidad de tener algo real, algo que siempre quisieron y sin embargo... No entendía por qué se alejaba después de decirle que le amaba.
Sus labios temblaron, amenazando con dibujarle una sonrisa traicionera, Derek le amaba.
—Jeannie...
Cerró los ojos, apretando los labios en una línea tensa.
—No me llames así —replicó.
La loba protestó, arañando las paredes de su cuerpo.
—Yo no quiero que las cosas queden así.
—Derek, ya dejaste todo perfectamente claro.
—Jeannie, no te enfades.
— ¿Cómo evitarlo? Mi alfa se muere sabiendo que tiene salvación, ¿cómo no sentirme impotente por tu absurdo y abnegado comportamiento?
El cuerpo de Derek se tensó, cada potente músculo estiró la chaqueta de cuero sintético negro, las venas se marcaron en las manos, puntas de garras apenas se dejaban ver. Era fuerza y poder, un grito silencioso que exigía sumisión.
—Yo tomo mis propias decisiones.
Jeanine bufó.
—Por supuesto, te vas a morir solo, triste y virgen.
Se cruzó de brazos y le ignoró de nuevo, sintiendo la ira elevarse en el interior de la camioneta, devorando cada tramo de oxígeno libre, rodeando a Jeanine como un manto vicioso que alteraba su loba a tal punto de que quería morder y desgarrar. No le dio importancia, ella tenía un orgullo que defender, el dolor del rechazo lo sufriría después, en la quieta privacidad de su casa... Eso le llevó al problema incómodo número dos: Elliot.
Ya tenía pocos hilos que la mantenían aferrada a ese lobo, y dolía saber que esa amistad de años se destrozó. No debía haber aceptado ser su pareja, pero eso habría derivado en los mismos resultados, con ellos dos distanciados. Jeanine anhelaba volver a esa relación de amigos, en donde contaba con todo el apoyo de Elliot y sus consejos, y confianza y..., ahora solo tenía reproches y protección, mucha protección.
Exhaló, cansada del silencio, la tensión, la amarga sensación de que ahora estaba más lejos de Derek que nunca, ¿valía la pena que siguiera sintiendo algo por él? Ella podía mitigarlo, arrancarlo de su corazón, solo debía averiguar cómo.
El resto del camino Jeanine ideó en su mente todas las formas posibles en que podía romper con Elliot, liberarlo a costa de herir su corazón era lo correcto, ya no podían seguir en una relación que no avanzaba, era hora de aceptar que no se complementaban como creían al principio, entre ellos no existía un futuro feliz.
Era irónico pensar que Derek esperaba exactamente eso, verla vinculada a Elliot con un par de cachorros y una gran familia feliz. Si el lobo creía que era así de sencillo estaba muy equivocado, al final Derek no controlaba su corazón.
— ¿Tienes más chocolates? —su pedido sonó tierno.
—No —mintió, indiferente—. Consíguelos por tu cuenta, ya se me han acabado.
Al ingresar al territorio forestal el terreno se convirtió en charcos y lodo resbaladizo, alrededor la nieve se había derretido por acción del agua y por la tonalidad grisácea de las nubes supo que el mal clima no terminaría pronto. Derek giró hacia la zona de aparcamiento la inestabilidad del camino los hizo rebotar como resortes, sus manos se rozaron un par de veces. Detuvo el vehículo y por fin, tras horas de estar sumida en la ácida tensión, Jeanine salió al exterior para estirarse, sentir la fría brisa mover los pocos cabellos que escapaban al control de la coleta. Ella capturó la mirada ambarina del lobo, cargada con el evidente interés mudo.
El ámbar se endureció, las pupilas negras se dilataron, expandiéndose y Jeanine sintió la brisa susurrarle algo escalofriante. Echó un vistazo alrededor, el bosque estaba en calma, pero Derek se hallaba perdido en una furia tangible que se sentía potente y ácida, la furia del lobo alzándose para advertirle que algo andaba mal.
Los dilemas sentimentales quedaron de lado, Jeanine se movió hacia él, lista para seguir órdenes.
—Los vínculos tiemblan —masculló, la fuerza con la que oprimía los dientes provocó un chirrido—. Logan, Seth... —La furia colérica le enfrentó, y el atisbo de preocupación nadó entre el color animal—. Elliot.
Derek dirigió su atención al bosque, todos sus sentidos comenzaron a centrarse, Jeanine vio las negras garras salir, fieros colmillos descender listos para atacar.
—Sígueme.
A costa de grandes esfuerzos, ambos se movieron entre el terreno sobrecargado de humedad, no había nieve, solo pesado lodo que se adhería a las suelas de sus botas de montaña. Descendieron, cuesta abajo se oía uno de los arroyos que desembocaban en el río Everside, el metálico perfume de la sangre se filtró en sus sentidos, la loba de Jeanine saltó al frente, a la espera de una buena pelea.
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Editado: 18.08.2019