—Cierra los ojos y dime que ves.
—Nada.
—Esa es mi vida si no estás aquí.
Conversación entre Derek Miller y Jeanine Du Blanche (34)
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Las siguientes seis semanas se escurrieron como agua entre los dedos, su rutina se resumía en ir contento a trabajar, atender a todo tipo de clientes en el supermercado y regresar a su casa en donde le esperaba Jeanine.
No había una sola cosa que le pudiera cambiar esta increíble racha de buen humor, ni siquiera el peligroso encuentro que tuvo con un par de cambiantes osos. Seguía vivo otro día más para disfrutarlo al máximo, esto era todo lo que quería y necesitaba, cero problemas y responsabilidades, por fin era dueño de sí mismo y de su tiempo, podía hacer todo lo que le prohibieron y más.
Derek intuía que faltaba muy poco para lograr vincularse con Jeanine, en el último encuentro, donde ambos se movieron en una danza lenta, había sentido al lobo listo, la confianza estaba ahí solo era cuestión de buscar el momento adecuado. Sentía algo de impaciencia, el lobo lo deseaba más que todo el chocolate del mundo y aunque Derek le repitiera hasta el cansancio que no podía forzarlo a voluntad, el animal solo quería una cosa: pertenecerle.
Si algún Alfa se enterara de este deseo suyo, lo más probable era que se le rieran en la cara y lo ficharan como un lobo débil. Porque un lobo alfa reclamaba, casi nunca era al revés. Bien, Derek estaba orgulloso de ir contra corriente.
Tuvo la mala suerte de pinchar una de las ruedas de su bicicleta, extrañamente el día expresaba un sol radiante como si fuera de primavera, enfilándose hacia un limpio atardecer, y el cambio a una temperatura templada resultó un poco molesto para el lobo. Derek dejó la bicicleta en el único taller mecánico del pueblo, el dueño, un viejo oso pardo, tenía algunas nociones sobre bicicletas y le aseguró que la tendría lista en cuarenta y ocho horas.
Mientras regresaba a su casa, Derek volvió a estructurar sus horarios de llegada y salida, tendría que levantarse más temprano para estar a tiempo en el trabajo, y tardaría más en volver con Jeanine. Una persona normal no lamentaría tanto eso último, pero para un hombre que estaba ante las puertas de la muerte, cada minuto perdido merecía un duro lamento. Tener a Jeanine de vuelta en su vida no estaba compensando tanto tiempo de privación afectiva, y su lobo no daba señales de mejorar, más bien, parecía estancado en un estado en donde no tenía suficientes reflejos y fuerza para enfrentar otra pelea, la recuperación era tan lenta que desesperaba.
Mientras descendía por la pendiente, la pequeña estructura comenzaba a divisarse a lo lejos. Derek sonrió, respiró el raro aire tibio, olor a hogar llenó sus pulmones y entonces comenzó a acortar la distancia con un trote relajado. Saltó el portón de metal pero se detuvo de golpe al percibir algo que fuera de lugar. Había otra persona además de Jeanine, involuntariamente sus instintos defensivos se activaron y el maltrecho lobo se levantó en su mente, cuando se trataba de ella podía sacar fuerzas desde donde no tenía, sin embargo, Derek lo retuvo mientras tomaba la perilla de la puerta, ya tenía la identidad del dueño de ese olor cítrico mezclado con madera mojada.
Arif Anyelev.
Lo encontró sentado en la mesa, de espaldas a la puerta, llevaba el cabello negro más largo de lo que recordaba. Completamente sorprendido de verlo, Derek buscó a Jeanine, pero no encontró ruidos en la estrecha cocina del otro lado, aunque sentía su presencia, ella debía de estar en la casa.
Regresó su atención al hombre en la sala.
— ¿Qué haces aquí, Arif?
Trató de sonar desinteresado, pero no tuvo mucho éxito, verlo aquí en su refugio fue un golpe de realidad acertando justo al pecho.
Derek estaba impactado al saber que lo había encontrado, mientras pasaron los días sin saber nada de ellos, creyó que estaba por su cuenta, aunque claro, Derek esperaba que el único capaz de seguirle las huellas fuera Seth. Y el rastreador no aparecía todavía.
Quizás estaba subestimando las habilidades de Arif.
El que una vez fue su líder de Vigilantes, no respondió, y su silencio fue un peso que estaba golpeándolo junto a las amargas emociones que expresaba sin decir una sola palabra, Arif estaba afligido y volátil, guardando ese iracundo temperamento como una granada al borde de estallar.
Eso le había otorgado su apodo dentro del clan, la bomba, imperturbable pero impredecible, calmo pero extremadamente violento en las situaciones correctas, Arif era un lobo que merecía tomarlo en cuenta. Ante su tamaño, nadie debía bajar la guardia si se lo encontraba irritado.
—Responde —ordenó, acercándose con cautela—. ¿Qué haces aquí?
Arif se enderezó, y al ver su rostro... Se quedó paralizado. Una larga herida bajaba de su ojo derecho que estaba cubierto por un parche negro con gasa blanca debajo, el corte tenía las características de un fuerte arañazo producido por garras de lobos, y por el resquicio de olor a sangre supo que llevaba días así, Derek tragó el bolo de amargura al saber que Arif había perdido su ojo.
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Editado: 18.08.2019