Libro 1. La princesa perdida

Capítulo 7

Hola animalitos del bosque, perdon por dejarlos abandonados apenas terminé los quehaceres y me pegue a la compu para escribir.Los quiere

mich <3

(perdón por las faltas de ortografía)

Un fuerte dolor llegó a mi cabeza.

Eran como las nueve de la mañana y la casa estaba en silencio.

Mis extremidades estaban cansadas y rezagadas.

Me levanté y lavé mi cara lo mejor que pude.

Mi cabeza dolía peor que otros días y arcadas llegaron antes de lo inesperado.

Vomité y el mal olor llegó a mi nariz.

Mi barriga estaba adolorida.

Así que limpié la suciedad y decidí que era mejor que comiera algo para que no sintiera hasta mi garganta las tripas de nuevo.

Busqué y encontré pedazos rancios de pan.

Y un pedazo de carne.

Comí en silencio y dejé los trastes en el fregadero. Necesitaba el frío en mi cara pero no quería salir.

El bosque.

Yo soy tu madre.

No quería volver otra vez. Tenía miedo y eso sucumbía en mis oídos.

Pero necesitaba tanto cazar para volver a abastecer la casa.

Debía volver.

Bien.

En una bolsa de cuero, guardé mis cuchillos, guantes y cuerdas para el trabajo rápido de hoy.

Saldría y volvería antes de lo previsto.

 

Afuera, el frío estaba calmado y el rocío se impregnaba en los tallos de los arboles. Tardaría mucho para que el sol calentara por completo.

Tal vez cuando estuviera mi cumpleaños, el sol apenas acariciaría la tierra.

Pese a que estaba en el orfanato, las cuidadoras sabían el ingreso de los niños que llegaban y nos lo decían.

Claro, un tiempo después para no afectarnos de formas psicológicas.

Mi cumpleaños era cada 21 de diciembre.

Los mejores momentos donde a pesar de las adversidades me regalaban un precioso pastel.

Exactamente faltaban diez días para pedir otro de mis sueños.

No aspiraba a mucho, solo bastaba con un día donde mi madre y hermana no fueran a trabajar para estar con ellas.

Pero era imposible.

Ellas debían hacer el trabajo a un precio miserable.

Ahora, no lo pasábamos bien pero tenía una familia a mi lado.

Y con eso bastaba.

No como las personas que me habían abandonado.

En ocasiones pensaba en mi anterior familia.

Ellos me habían abandonado.

Me dejaron al cobijo del olvido e incertidumbre.

Y en la ignorancia de no saber mi familia.

Dejé de pensar en eso y me adentré de nuevo al bosque.

Necesitaba que esta familia no pasara hambre.

Nunca más.

 

Hoy era el mejor momento para conseguir lo que necesitara en el bosque para venderlo o intercambiarlos en el carnaval al día siguiente.

Apilé mi arco y flechas en un pedazo de corteza y comencé a trabajar en las cuerdas.

 

Cuando terminé, me enganché en las cuedas para subir y cuando estaba sujeta, me abalancé para alcanzar mi arco y flechas.

Me quede cerca de una hora para ver que ofrecía en bosque en cuanto a presas.

Paso un rato.

Nada se acercó.

Decidida a que nada llegaría, me envolví en mi jubón favorito que combinaba con mi cabello castaño y cuando estaba lista para descender, mi premio gordo daba una vuelta por donde estaba mi bolsa.

Su pelaje y ojos brillaban como el tornasol chocando con el sol.

-Ya era hora- dije en un susurro.

Baje poco a poco con la intención de que no se fuera y me vi obligada a acercarme muy despacio a mi bolsa.

Tomé las cosas y me zambullí cada vez más en el bosque.

Agarré un cuchillo y lo metí en una bota.

Cuando corrí en su dirección lo perdí de vista.

-Seguiré tus huellas-dije un poco bajo.

No me había percatado que las huellas habían desaparecido.

No.

O no había pasado por donde yo iba.

Lo volví a perder.

-¡Maldición!-exclamé mientras las copas de los arboles más altos se movían.

No estaba sola.

Tensé mi arco con dirección a los arboles, solo una lechuza con ojos amarillos y ondulaciones a negro me observaban.

La ignoré y continué mi camino pero no me desprevení de mi arco por si pasaba algo.

Recogí mis cosas.

Nada y nadie se encontró conmigo.

A lo lejos, escuché el aleteo de algún animal.

Tras haber dejado unas trampas, revisé una vez más para ver si alguna presa o mi premio gordo habían caído en ellas.

No había nada.

Muchos días eran buenos y otros no.

Este era uno en donde estaba mejor en casa.

El frío había descendido por el halo saliendo de mi boca.

Tenía que irme pero no había cazado.

Así que me acerqué a la cascada para pescar salmones.

Regresé a casa y preparé la bolsa para la compra del día siguiente en el carnaval.

Prendí la chimenea y comencé a limpiar los peces quitando las tripas y branquias con mi cuchillo en pequeños cortes para no maltratarlos.



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En el texto hay: sirenas, brujas, faes

Editado: 27.12.2019

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