Había una vez un mono que conducía un taxi de color rojo. El mono taxista se sabía de memoria todas las calles de la ciudad, y eso que era una ciudad muy grande. Además, reconocía a todos los que habían viajado alguna vez con él, e incluso sabía dónde les había llevado.
A pesar de que el taxi rojo que conducía el mono era muy pequeño todo el mundo prefería ir con él. Con el mono taxista nadie llegaba tarde y, como se acordaba de todos, daba gusto viajar con él. Para el mono taxista no existían atascos, porque siempre encontraba la manera de salir airoso y evitar colas.
Un día sucedió algo insólito. Un supervillano llegó a la ciudad y, con un aparato que parecía sacado de una película de ciencia ficción, cortó la luz e inutilizó todos los aparatos que usaban energía eléctrica. Así que no funcionaba nada: ni puertas eléctricas, ni ascensores, sin teléfonos móviles, ni coches… Nada.
Aprovechando el caos, el supervillano y sus secuaces se dirigieron al Museo Central para robar el gran diamante, una piedra valorada en nada más y nada menos que cientos muchos mil millones de dólares.
La policía sabía bien cuál era su objetivo, pero no podían llegar hasta el museo para impedir el robo. Entonces, al agente McMillan se le ocurrió una gran idea:
—Avisemos al mono taxista. Seguro que él consigue llevarnos hasta el museo.
—Pero no funciona nada —dijo el capitán.
—Si gritamos todos a uno desde la ventana a lo mejor nos oye —dijo el agente McMillan.
Y eso hicieron. Todos los agentes de policía se asomaron por las ventanas de la comisaría y empezaron a gritar:
—¡Mono taxista! ¡La policía te necesita!
El mono taxista no podía oírlos, pero hubo mucha gente que sí, así que empezaron a correr la voz hasta que la noticia llegó al mono taxista. Este tiró de un par de palancas mecánicas y sacó unas alas que podía mover dando pedales. Y así llegó hasta la comisaría.
Como el espacio en el taxi era muy pequeño solo se pudieron subir dos agentes menuditos.
—Que suba otra sobre el techo —dijo el mono.
Y así el mono taxista llevó a tres agentes de policía al museo. Como el supervillano y sus secuaces no se lo esperaban, los policías les pillaron por sorpresa. Y así evitaron el robo y devolvieron la energía a la ciudad.
El mono taxista fue condecorado y recibió un gran homenaje. Ahora todo el mundo sabe que hay una herramienta nueva al servicio de la ley y el orden. Los malvados tendrán que pensárselo dos veces— Y será mejor que lo piensen tres si a la segunda no han desistido de sus maléficos planes. fin
Editado: 17.03.2024