Lica

Bad Newa

No hay reloj que de vuelta hacia atrás como bien canta Arjona. Creo que debería cuestionar ese razonamiento. Tal vez sea la desesperación o la impaciencia que no me permite ver que las manecillas del reloj si giran.

Este pensamiento lo comparten mis compañeros que al igual que yo están impacientes. Cuando por fin dan las seis de la tarde, nos movemos como una estampida de búfalos. Bajando las escaleras del edificio siento que me está vibrando el celular al desbloquearlo veo que es Rodrigo que me ha mandado un mensaje:

Hola amor espero que estés bien. Piensa en mí como yo pienso en ti, te dije que te extraño. Te escribo porque quiero que llegues temprano a casa, te tengo una sorpresa.

Nota: No hagas la cena. Te Amo.

Que se trae entre manos Rodrigo, a mi mente vienes un sin número de escenarios ¿Querrá que le preste dinero? ¿Será que lo promovieron? ¿Le dieron una herencia? Me niego a pensar que es para que cenemos con Carlota mi suegra.

En verdad no tengo nada en contra de ella empero es el ser más insoportable que he conocido. Manipuladora, oportunista, controladora, hipócrita y metiche. En fin es la madre de mi esposo y merece respeto aunque muchas veces me dan ganas de amarrarla a un cohete y mandarla a Júpiter sin boleto de retorno.

Es muy temprano para regresar a casa, mejor paso a ver a mis padres. Hace días que no los visito. Me hubiera gustado que mi matrimonio hubiese sido parecido al de mis padres. Ellos se llevan tan bien, no sabes dónde comienza uno y termina el otro. Buenos amigos, buenos cómplices, buenos vecinos, excelentes padres.

La diferencia de edad y de cultura no fue impedimento para ellos. Ellos han convivido y superado los problemas que conlleva estar en pareja. Siempre se quedaron con el deseo de tener un varón, el que mantuviera el apellido familiar aunque nunca los escuché quejarse de haber tenidos dos hijas.

En el barrio mi hermana y yo éramos el blanco perfecto de los burlones por ser como ellos nos llamaban "Panes blancos" o "Las hermanas jabas" por nuestro tono de piel y pelo.

De regreso a casa me encuentro con la cena lista, fantástico. Aunque sé que me tocará fregar los platos.

— ¡Hola vida!—. Me dice mi esposo sorprendido al verme entrar a casa tan tarde. Procede a darme un beso casto en los labios. — ¿Cómo te fue?

—Bien, estaba en casa de mis padres antes de llegar aquí—. No me pasa desapercibida la expresión de Rodrigo cuando le digo en dónde estaba. Siempre hemos tenido ese problema. Según él soy muy apegada a mi madre, en cambio él a esta altura de juego no ha cortado el cordón umbilical con su madre. — ¿Te molesta que haya ido?

— Mi madre me dice...

—Tu madre dice muchas cosas—. Lo Interrumpo.

El ambiente se torna pesado cuando sacamos a colación a su madre. Detesto discutir por el mismo tema vez tras vez. Cuando firmé el documento civil para casarme, sellé mi calvario con Carlota. ¡No la soporto! se entromete hasta en cosas que no debe hasta inclusive me llama para preguntar: ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? ¿Con quién hablas? ¿Por qué no me has dado un nieto? ¿Acaso eres estéril? ¿Por qué no me devuelves las llamadas?

Le ruego al Dios del cielo que me ayude a conseguirle marido. He creado varias cuentas con su foto y datos para ver si consigo una persona que me ayude a cargar este madero de tormento. Cuanto lamento que Francisco el padre de mi esposo se fuera sin mirar atrás desconociendo que tras su huida he tenido que pagar las consecuencias.

—No hables así de mi madre—. Rodrigo exhala bruscamente. —Ella solo se preocupa por nosotros.

— ¡Qué! — Chillo— Esto es el colmo Rodrigo, haces la cena para que discutamos del "interés benévolo" de tu madre ¡Por favor!

Me hierve la sangre de impotencia, siempre es lo mismo. No sé realmente hasta cuando tendré que soportar esto. ¡Dios porque no me diste un marido huérfano! Cruzo los brazos y le doy la espalda.

Los brazos de Rodrigo me envuelven.

—No deseo discutir Lica.

Estas broncas en relación a mi suegra me agotan tanto física como mental.

—Yo tampoco lo deseo Rodrigo.

— El motivo del porque preparé la cena es que tengo una sorpresa para ti. Sé que te gustará—Pongo un poco de distancia entre los dos aparte que aprovecho para acariciarle los hombros. —Estaba hablando con nuestros amigos y pensamos que este domingo.

— ¿Que haremos este domingo? — Lo interrumpo.

—Adivina. —me sonríe y no puedo evitar contagiarme con su hermosa sonrisa.

— ¡Me compraras un Hermes! —. Le grito entusiasmada.

Rodrigo niega con la cabeza. —No es nada material amor.

—Entonces, ¿Qué es? —. Le contesto un poco desanimada. Debo de recordar que la ecuación matemática de mí esposo es: Si le gusta a él a mí también debe de gustarme.

 

—Este domingo nos iremos todos juntos a la playa.

Siento como se me forma un nudo en el estómago. No me gusta mi físico para estar exhibiéndolo en la playa. La cara de felicidad de Rodrigo no me está ayudando mucho que digamos.



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Editado: 06.05.2018

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