Los barcos se mecían sobre el perpetuo manto del oscuro mar, sus tamaños eran diversos, los había pequeños, medianos y gigantescos, y cada uno poseía una característica propia del clan de su propietario: mujeres desnudas esculpidas en madera de pino, aves majestuosas talladas en roble, criaturas marinas construidas con el más fino ciprés, imponentes osos de ébano, entre otros. Una densa niebla los rodeaba y hacía un frío tormentoso, el invierno los azotaba más fuerte que nunca, y aves de blanco plumaje y aguileño pico planeaban sobre ellos, observándolos con recelo. Llevaban horas a la deriva, donde los hombres, consumidos por un inexplicable arrebato de locura, habían provocado peleas internas, sangre, dolor y muerte.
En la proa de un suntuoso pero pequeño barco, cuya punta exhibía la figura de un portentoso becerro de cedro, un hombre macizo, de copioso y bermejo cabello que se agitaba con violencia a causa de la brisa, se erguía con un pie sobre el borde de la proa, sosteniendo a su vez una pesada lanza atada en su mango con una cuerda; observaba con detenimiento las aguas, ignorando los gritos de sus compañeros y las llamas que devoraban algunas de las embarcaciones; su misión consistía en una sola cosa, proteger a la princesa de Bokmal, y nadie más que ellos dos ocupaban el navío.
- ¿Bragi? –la voz lo sacó de su concentración.
- Calma, mi Lady –musitó–, le pido que no salga del espacio que le indiqué.
- ¿Cuándo terminará? Han sido horas de pesadilla, mis hombres han enloquecido –las lágrimas caían por su rostro– no puedo soportarlo por mucho tiempo más.
- Soy incapaz de dar una respuesta precisa, Lady Lori, pero ya no quedan muchos hombres con vida, la mayoría han perecido –afirmó, mientras observaba a las aves que ahora engullían con apremio las vísceras de sus otrora compañeros–. Málaqui sigue en pie –señaló a un hombre robusto y de pelo canoso, con su espada desenvainada y un enorme escudo sostenido con su brazo izquierdo, que se mantenía firme en el barco de mayor tamaño, destinado para el transporte de los metales preciosos, esclavos y diversos recursos extraídos de las Tierras de los Esclavos– ¡Resiste, viejo! –le gritó, mientras fijaba su vista de nuevo hacia el agua– ¿Las ve, Lady Lori? Están por todas partes.
- No veo más que niebla y muerte.
- Puedo no sólo verlas, mi Lady, también las almas de los muertos se me revelan, aquellas criaturas las consumen con voracidad... ¡Málaqui! –bramó, mientras observaba, con impotencia, dos hombres que se abalanzaban sobre su viejo amigo.
Málaqui, no obstante, haciendo gala de sus habilidades en la lucha, consiguió librarse y dominar a sus dos atacantes, mas aquéllos fueron apenas los primeros de una estampida de hombres con miradas desorbitadas que, sujetando sus cabezas unos y dando estruendosos gritos los otros, atropellaron al anciano, cayendo todos al agua. La agudeza visual de Bragi le permitió detallar cada segundo de los sucesos que sucedieron inmediatamente después, pues desde las profundidades surgieron seres delgaduchos y verdosos, de cuyos codos y calvas cabezas sobresalían cortas pero puntiagudas terminaciones, sus enormes bocas (tan extensas como la mitad de la envergadura de sus cuerpos) estaban colmadas de amarillentos colmillos, y, como si de insectos se tratase, comenzaron a atrapar en el aire a los hombres que caían. Bragi, entonces, arrojó su lanza con fuerza tal que consiguió ensartar contra una de las embarcaciones a una de las criaturas, para luego comenzar a halar, aminorando la distancia entre los dos navíos.
- Por todos los dioses, ¿¡qué son esos monstruos!? –chilló Lori.
- Nunca los había visto, mi Lady –sujetó con rapidez el cuello de la criatura ensartada, tan alta como un hombre adulto, ésta pataleaba con ahínco, lanzando fuertes arañazos con sus manos de rana, mientras sus rojos ojos de sapo observaban a Bragi con furia; al detenerse, consciente de la ineficacia de sus acciones, de su viscosa frente comenzaron a emanar dos protuberancias que se agitaban mediante uniformes pulsaciones y Bragi percibió ondas cerebrales que revotaban contra su propia anatomía– creo haber encontrado la razón de toda esta locura –viró alarmado hacia Lori y luego hacia las tres piedras rectangulares, con incrustaciones Eltas, que la rodeaban, «las ondas no consiguen atravesar las runas de protección», dedujo, con alivio, en cuanto que la criatura, impotente, decidió lanzar un agudo chillido que atrajo un sinfín de especímenes, que se lanzaron con brusquedad contra Bragi y Lori– ¡mi Lady, permanezca dentro del triángulo! –gritó, desenvainando con habilidad su espada y cortando en dos a sus atacantes, las que se abalanzaban hacia Lori chocaban estrepitosamente contra un muro invisible, rompiendo sus colmillos y garras. Pero el asedio sin aparente fin, el charco de azul y espesa sangre inundando la barcaza, las criaturas apuñeteando la invisible pared, los gritos de Lori, los cuerpos de los fallecidos flotando en las aguas ahora rojas, conllevaron a que Bragi tomase medidas al respecto mucho más efectivas– ¡No me queda de otra! –gritó y, saltando hacia el interior del triángulo, posó su mirada sobre la de Lori, luego dijo, adoptando el más sosegado tono de voz que le fue posible– mi Lady, lo que haré a continuación podría ser muy impactante para usted, mas olvidar no debe que mi deber es el de protegerla por sobre cualquier cosa.