Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XVII: Hocico peludo, corazón humano

Era la media noche y Bill y el señor Weasley ya se habían retirado a descansar.  Solo quedaban Molly, Sirius y ella que no lo soportaba más… Estaba harta de los tés de Molly y que a cada tanto le sugiriera que se fuera a descansar, que desvelarse no sería apropiado, ni necesario.

¿Qué sabía ella de lo que era apropiado o no en ese momento?

¿Quién descansaría en una noche así? 

Definitivamente ella no, sabiendo que Remus se encontraba en el sótano padeciendo una transformación menos agresiva, gracias a la poción Matalobos y ella quería comprobar que tan efectiva había sido su elaboración.  Él, los había evitado a todos, abierta y expresamente durante toda la semana, encerrándose en su habitación.   Remus no permitía que nadie, excepto Molly, entrara allí de vez en cuando.

—¿A dónde vas querida? —preguntó Molly, que cabeceaba sobre la mesa, pero al sentir el ligero movimiento que había hecho Tonks al levantarse de la silla, había sido suficiente para abandonar el sopor del sueño.

—Caminaré un poco para distraerme —mintió—.  Tu ya vete a descansar, Molly, Sirius y yo nos encargaremos.

Molly, miró con cierto anhelo el reloj como si quisiera hacer lo que le habían sugerido, pero dudaba.

—Estará bien, Molly, quédate tranquila.  Sirius está haciendo guardia en la entrada y yo le haré compañía. —Tonks, estaba segura de que Molly no pensaba que ella y Sirius eran la mejor opción en cuanto a responsabilidad y sensatez y de cierto modo no la culpaba, no después de que la descubrió una noche intentando escabullirse a la habitación de Remus, después de haberlo escuchado gritar, Tonks, estaba segura de que eran pesadillas y conforme luna llena se acercaba, sus pesadillas aumentaban con más frecuencia cada noche— Molly, te juro que seremos responsables y cuidaremos bien de Remus, además sabes que él es consciente de sí mismo en este momento y no habrá peligro.

Molly, la miró celosamente por unos segundos, pero finalmente el cansancio y el deseo de estar en la suavidad de su cama junto a la compañía de su esposo.  Aceptó.

—Está bien, pero si algo pasa…

—Serás a quien primero despertaremos. —concluyó, Tonks ofreciéndole una sonrisa lo más convincente posible.

Molly subió a descansar y Tonks esperó a que desapareciera escaleras arriba para poder ir de prisa hasta el sótano…  los ronquidos de Sirius le llegaron hasta la puerta.

«Genial» Pensó.  Las oportunidades se presentaban solas.

Con pasos cautelosos logró esquivar los escalones cerca de donde Sirius se había recostado y sorteando toda torpeza llegó hasta la puerta negra del subsótano… Remus estaba allí del otro lado, a solo un paso, a solo un movimiento de la cerradura…

 

La semioscuridad se cernía a su alrededor, la tenue luz de una vieja lámpara de carbón, iluminaba la pequeña estancia.  Lo prefería así, sin tanta luz que le permitiera ver su fealdad, era suficiente con contemplar sus extremidades peludas y alargadas como garras filosas capaces de desgarrar de un tajo la carne humana pero esa noche, era consciente de su humanidad y no existía peligro de que pudiera dañar a alguien más.

De pronto… ella estaba cerca, lo sabía porque ese perfume, ese anhelante perfume empezó a adentrarse en sus fosas nasales y a poseerlo, a absorberlo y cautivarlo… sus pensamientos empezaron a abandonarlo o mejor dicho a transformarse en una necesidad, imperante, inquietante, acuciante; ese perfume tiene el poder de alterarlo.  Era tan intenso que empezó a llenar el lugar y el lobo dormido despertó su instinto y parándose en sus dos patas olfateó su origen, venia de la puerta… Remus, trataba de empujar ese primitivo instinto, visceral y copulativo de su animal, pero el lobo era más fuerte.  Sigilosamente se arrastró hasta la puerta con la celeridad de un cazador… había llegado lo que tanto anhelaba…

El pomo de la puerta empezó a girar lentamente.

«Violetas y flor de naranjo» …

Un jadeo canino suena de entre sus oídos, Remus intenta detenerse, pero el lobo busca la puerta, no sabe cómo ni qué lo motiva… solo se siente atraído, manipulado por la fuerza incalculable de aquella fragancia que lo hace sentirse anhelantemente salvaje…   No tarda en emocionarse y es por eso que sentándose sobre sus patas traseras se apoya a esperarla y con las delanteras, inclina su cabeza hacia arriba, y con el hocico apuntando a la puerta… el llamado comienza…

—¡Se puede saber qué diablos, intentas hacer!

El pomo dejó de girar y la puerta cedió en un ligero golpe y se cerró nuevamente.

—¡Auuuhhh! — el lobo aulló con filo en el grito, con sus orejas embaladas como cuchillas señalando el suelo, aullando como lo que era; un imponente mercenario de la naturaleza, contratado por sus necesidades lógicas, adorno mortal de la noche. —¡Auuuhhh!

«Un aullido» Sirius y ella estaban escuchado un aullido provenir de la habitación donde estaba Remus. 

Sirius la miró furioso y halándola del brazo la llevó fuera del lugar.

—¡Estás idiota o qué!

«¡Auuuhhh!» … el aullido se apagó lentamente…

 

El eco de un aullido lo perseguía dentro de la inconciencia, como un sueño lejano, como una ausencia presente en un perfume adorable… recordaba ese aroma.  Recordaba la voz de Sirius, enojado, justo como en ese momento. 




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