Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XXXII: El Ataque

«Dejando atrás el calor íntimo del pub, el rugido de las olas fue ensordecedor.  La punta de la gruesa bota de Tonks golpeó una roca.  Ella perdió el equilibrio y se lanzó hacia el suelo, pero sintió un par de manos fuertes agarrar sus codos para estabilizarla.  Se había olvidado de abrocharse la túnica y ahora se agitaba a su alrededor en un desorientador colgajo de tela, arrastrado por el viento rugiente.  Ella se rio, sujetando el dobladillo quieto, mientras Remus se inclinaba hacia ella.  Sintió sus suaves dedos rozar su garganta mientras abrochaba los cierres.  Su rostro estaba tan cerca que podía ver pequeñas gotas de agua de mar en la fina barba de su mandíbula.  Sus ojos se encontraron.  Su corazón dio un vuelco y golpeó contra sus costillas; sabía que este era el momento.  Sin pensarlo dos veces, sus tacones dejaron el suelo y lo agarró por el cuello trayendo sus labios para aplastarlos contra los de ella.  Ella supo instantáneamente que estaba bien; supo que él también la deseaba por el hambre en su beso, el fervor y la suavidad de sus labios y su lengua cuando se encontraron con la de ella.  Podía saborear la sal del mar, la dulzura del vino; sintió el grosor de su cabello mientras los dedos de ella lo acariciaban, la hábil fuerza de sus manos mientras se movía sobre su cuerpo.  Todo se convirtió en la sensación de sus cuerpos presionándose juntos, chocando por primera vez.  Ella lo besó y lo besó.  Quería tirar de él hacía suelo rocoso y húmedo con ella.  Las olas podrían estrellarse sobre ellos por todo lo que le importaba, todo lo que quería era ...

—Nymphadora, ¿me estás escuchando siquiera?

Tonks parpadeó y saltó un poco en su asiento.  No era la primera vez desde su velada con Remus en “The Scally Whizzbee", que se había perdido en su nueva fantasía favorita: ¿qué podría haber pasado si no lo hubiera embotellado en una simple fantasía?, si realmente lo hubiera hecho y se hubiera abalanzado sobre el hombre como ella había querido hacer en lugar de acobardarse.  Había sido su oportunidad de comprobar lo que Sirius le había dicho: que él también sentía algo por ella pero que no se atrevería nunca a dar el primer paso… ¡pero no! Justo cuando pudo, se acobardó.  Era frustrante y aún más enloquecedor por el hecho de que apenas lo había visto desde entonces.

—¡Lo siento, mamá! Estaba, eh… a millas de distancia. ¿Qué estabas diciendo?

Los ojos de Andrómeda Tonks eran como fragmentos de hielo negro mientras miraban a su hija desde el otro lado de la mesa.  Tonks sabía que era mejor no elegir ese momento preciso para protestar por el uso de su nombre de pila.  La emoción de su fantasía se desinfló por completo, su cerebro comenzó a volver a acostumbrarse a su ubicación real: el comedor de sus padres.  Habían estado cenando, pero cuando su padre comenzó a discutir el aumento de los precios en *¹ “Gambol and Japes”, Tonks se había desconectado del pudín de caramelo derretido.  Ahora parecía que se había notado su ausencia mental.

—Estaba diciendo—.  El tono de su madre fue entrecortado.  —Que estaba leyendo el diario El Profeta el otro día y leí una declaración... dada por la Auror Tonks.

Tonks tragó un trozo de pudín dolorosamente grande.  De hecho, El Profeta la había obligado a hablar sobre el paradero de Sirius Black, las Islas Feroe, por supuesto.  Debió haber sido impreso ese día.

—Mamá.

—¿Estás trabajando en el caso de Sirius Black?

Tonks dejó su cuchara suavemente sobre la mesa.  La voz de su madre era tan cristalina como siempre, pero Tonks sabía que estaba enmascarando el dolor.  Volvió a mirar el rostro familiar: el brillante cabello negro de Andrómeda era peinado y elegante, su rostro tan parecido y, sin embargo, tan diferente al de su hermana; suave y sin destrozar, con una belleza que desmentía sus cuarenta y seis años.  Pero entonces Tonks se dio cuenta de que podía ver algo en el rostro de su madre que nunca antes había visto.  Temor.

—Lo estoy haciendo, mamá, pero no...

—¿Cuándo exactamente planeabas decirnos esto?

Tonks se mordió el labio.  No había una respuesta satisfactoria a esta pregunta y ella lo sabía.

—Lo siento.  Yo sólo... no quería que te preocuparas por mí.

—¿No nos preocupáramos por ti? ¿más de lo que ya lo estamos? ¿Te das cuenta de lo que eso puede significar? ¿y si te asocian con él y Merlín no quiera y descubran la verdad?  Sería horrible, no lo quiero ni pensar.

Tonks se movió en su asiento.  El peso de la mentira hacía que su estómago se sintiera como si estuviera lleno de plomo. 

—Soy un Auror... es mi trabajo

—Sabes exactamente de lo que estoy hablando —espetó su madre.  —Es mucho más peligroso para ti que para cualquier otro Auror.  ¿En que estabas pensando?

—Lo sé, mamá.  Pero... mira... ya te dije antes que soy la mejor persona para el trabajo.  Sirius está en problemas y quiero ayudar a desviar la atención en su búsqueda y no lo voy a abandonar.  Fue mi elección.

Sus padres guardaron silencio.  Su madre estaba sentada con la espalda recta, tensa y rígida.  Su padre estaba un poco encorvado hacia adelante, con una mano debajo de la barbilla.  Tonks trató de no recordar las muchas horas que había pasado en compañía de Sirius desde que se conocieron, pero una película inesperada de risas, golpes juguetones en el hombro y tintineo de botellas de cerveza jugaban detrás de sus ojos.  Para ella, sus padres corrían más riesgo que ella.




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