10 años después
Ezra
Abría y cerraba el encendedor. No era un fumador activo pero nunca estaba de más ir preparado. No me detenía. Jamás paraba, jamás lo haría. No encontraría la paz. Tenía que estar siempre en movimiento.
Aquellas noches en las que conciliaba el sueño eran las peores, las pesadillas no podían estar más vacías. No había sangre, no había muerte, ni destrucción. No habían gritos, solo vacío. La angustia del vacío.
Había sido una des esas noches, aun cuando Candy me había agotado no lograba llevarse las pesadillas y el despertar lo hacia peor. Cada día sentir su cuerpo pegado al mio me llenaba de repulsión y sin embargo cada noche la dejaba entrar en mi cama con la esperanza de que fuera la noche en la que por fin se llevara las pesadillas.
Quería que se terminara el turno. No entendía porque aun grupo de élite como el nuestro le daban una misión tan simple. Vigilar provisiones. Cualquier panda de lerdos podía completarla. Habíamos estado escuchando rumores últimamente de que alguien lograba pasar todo tipo de defensa y robar lo que se le antojara sin turbarse.
En una ocasión lo unico que habían robado había sido un sandwich por el mero afán de burlarse.
“Bola de incompetentes” pensé para mí. No podía ir por ahí diciendo a diestra y siniestra lo que opinaba de su falta de talento. Nos habíamos esforzado mucho por llegar a donde estábamos, no iba a echar a perder todo nuestro trabajo por ser un bocazas, no que la regla aplicara a los demás.
-estoy aburrida, ¿no podemos irnos ya? no entiendo por qué teníamos que ser nosotros los que se encargaran de este trabajo tan soso- la chirriante voz de candy era tan empalagosa como la manera en la que le gustaba vestir. Amaba esos momento en el trabajo cuando el uniforme dictaba que fueramos todos de negro, no soportaba un minuto más del necesario para quitarle toda esa ropa rosa chillón.
Ignoré de manera magistral su comentario, así como los demás. Estábamos acostumbrados a las quejas de siempre.
Candy buscando atención como de costumbre se restregó en mí. La monotonía no me volvía inmune a sus encantos. Tenía un cuerpo para morirse, todo estaría de perlas si pudiera aprender a mantener la boca cerrada.
-Quiero que se acabe esta noche aburrida para que nos podamos divertir- cada día lo mismo, la misma frase.
-Necesito dormir
-No, no lo haces- intencionalmente frotó su pecho en mi brazo, lo que no alcanzaba a entender era que no por primera vez me preguntaba si valía la pena soportar su encanto basado en una esperanza que puede no ser real.
Lo había aprendido de la peor manera. Había esperado por muchos años a que las noticias del bastardo de Mason fueran una mentira, que un día acariciaria ese hermoso cabello blanco de nuevo y podría ver el lunar en la esquina de la boca más hermosa que pudo existir.
Kamra y Canary habían desaparecido de nuestras vidas. Un instante había derramado todos mis sentimientos en ella. Salió corriendo, no pensé que lo hubiera hecho como un rechazo, de otra manera no hubiera dejado que la besara… y sin embargo… la duda persistía.
Desaparecieron. Las esperamos una hora, después otra y otra. Cuando salimos a buscarlas lo único que encontramos fue una comitiva que transportaba a un Mason desecho en camilla.
Cuando nos vio parados río hasta que la sangre en sus pulmones se lo impidió.
-ya están muertas- fue todo lo que dijo.
La cara de Kyle había sido un reflejo de la mía. El temor del que nunca pude librarme.
Regresamos a nuestra habitación, pasó la noche y no regresaron. A la mañana siguiente una escolta fue a sacarnos para interrogarnos. Nos aislaron de todos, fueron meses muy duros en los que no vimos la luz del sol.
Cuando por fin nos permitieron salir escuchamos el rumor del que se hablaba. Según decían alguien se había acercado a Mason para saber lo que había ocurrido.
Dijo que las encontró en un salón intentando escapar. Cuando intentó detenerlas lo agredieron y mataron a un Sheker que intentó salvar a Mason…
La última parte fue el puñal que se clavó en mi corazón. Solo había un destino para aquellos que mataran o agredieran a un Sheker y eso era la muerte.
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Editado: 14.01.2020