Esa tarde en las prácticas Umi la recibió con una amplia sonrisa, aún agradeciendo su compañía. Hotaru también agradecía para sí misma que una persona tan amable se hubiese acercado a ella, ahora sintiendo como si pudiese prescindir casi por completo de la atención de Miu, pero no, sabía muy en el fondo que al menos mientras Miu la necesitara eso sería imposible.
Al día siguiente llegó a clases con una sonrisa.
- Y bien- se acercó Miu, luego que la profesora de ciencias diera las indicaciones del trabajo que equivalía el veinte por ciento del semestre- lo harás con nosotras ¿verdad?
-…claro- respondió de forma automática, aunque sabía que prefería hacerlo sola.
- genial, sé que eres muy buena en esto.
Hotaru suspiró con una leve sonrisa.
Dado que, para la mayoría de los alumnos, las tareas de ese periodo eran esenciales para finalizar bien el semestre, tenían autorización incluso para faltar a los clubes extra curriculares. Así que después de clases se reunieron en la biblioteca.
- creo que preferiría estar trabajando.
- ¿ya tienes lo que te pedí?- murmuró Yukari levantando la cabeza de entre los libros de botánica y cinética enzimática.
Por suerte Hotaru ya se sentía bastante familiarizada con ellos, y a diferencia de su amiga, sentía mucha curiosidad por seguir leyendo.
- Esto es muy agotador ¿no podemos buscar en internet?
- las referencias que quiere la profesora no están en internet, por eso vinimos a la biblioteca.
Miu suspiró, intentando volver a sus labores.
- sería genial poder hacer este experimento- indicó Hotaru acercándole el libro.
- lástima que sólo tendrás que imaginarlo- respondió Yukari con su seriedad de siempre.
En pocos minutos, para alivio de ambas, Miu se puso de pie con la excusa de ir al baño, alivio que duró poco al verla regresar acompañada de Ryo.
Yukari la miró de reojos, Hotaru hubiese querido hacer lo mismo, pero no tenía el valor suficiente.
Ahora debía intentar concentrarse en la lectura y no ponerles atención, pero sabía que era imposible, a pesar que tenía sus ojos en el libro, su cabeza estaba a mil años luz evaluando posibilidades que fuesen de ayuda para aliviar la incomodidad de verlos juntos.
Sin poder contener su ansiedad, cerró el libro y se paró en dirección a las estanterías. Lo acomodó en su lugar y se quedó mirando pensativa, simulando buscar otro.
-…Holaaa- musitó en voz baja su amigo de pronto, sobresaltándola.
-…Keiji- suspiró, dejándolo interrogante.
- ¿estás bien? Pareces cansada.
- claro- quiso sonreír, pero sólo le salió una extraña mueca- estamos trabajando en el informe.
- debería hacer lo mismo, pero acabo de salir del entrenamiento- dado que él era titular no tenía permitido ausentarse.
- creo que volveré con ellas- sonrió, indicándole su mesa.
Keiji intentó divisarlas, pero su atención sólo estuvo en Ryo.
- No me digas que estás trabajando con…
- no, sólo está acompañando a su novia- se encogió de hombros.
-…Creo que lo mejor sería que fueras a descansar a casa- sonrió- o si quieres podemos comer algo.
Eso último sonó como una buena idea. Acompañada de su amigo, dudosa se acercó a Yukari explicando que continuaría su parte en casa. Así que tomó el par de libros que faltaban por revisar y los puso en su bolso. Se despidió de todos, incluyendo a Ryo, quien con sólo una mirada logró avergonzarla.
Caminaron a paso lento por los jardines, aún en su cabeza rondaba la mirada de Ryo, aunque lo intentara no podía entender la razón de esa sensación tan negativa.
- ¿Estás bien?- murmuró de pronto su amigo.
-...claro- se avergonzó- no pasa nada, sólo pensaba en el trabajo...sobre...la fotosíntesis...
Keiji arqueó una ceja y pareció incrédulo.
-...nadie pone esa cara cuando piensa en la “fotosíntesis”- enfatizó.
Ahora ambos rieron.
- ¿Quieres algo de comer? Aún tengo unos chocolates que trajo mi hermana de Nueva Zelanda.
Asintió con la cabeza, esta vez más animada.
- ¿Me acompañas? Están en el dormitorio.
Desviaron su camino hacia los dormitorios masculinos. Normalmente el edificio se encontraba custodiado, para que nadie ajeno al lugar pudiese pasar, pero esta vez, como se trataba del horario de descanso, no había nadie en la entrada.
- Qué suerte ¿quieres pasar?- musitó tirándole encima su chaqueta de deportes con la idea de pasar desapercibida ante la cámara de vigilancia.
- ¿pero no van a regañarte?- respondió avergonzada.
- no si no nos ven- sonrió.
Caminó a sus espaldas. La habitación se encontraba en el primer piso al final del pasillo. Lo vio abrir la puerta, y aun dudosa decidió pasar. Para su sorpresa, todo estaba en perfecto orden, era evidente que la zona más colorida y con muchos muñecos de peluche era de su amigo. De seguro hace unos meses jamás se habría atrevido a entrar en la pieza de un hombre, pero ahora tenía la confianza suficiente.
El área que pertenecía a Ryo tenía pocos objetos que pudieran dar señales de sus gustos, a excepción de una guitarra.
- Lo sé- agregó su amigo luego de unos minutos- Ryo odia el desorden y para evitar problemas ya ves, parece una habitación de chicas.
Ella asintió.
- Toma asiento- indicó escudriñando dentro de un escritorio. Pero si quiera se atrevió a moverse, rogando a que Ryo no apareciera.
- Aquí están- sonrió sacando una caja de bombones- por suerte aún quedan muchos.
- Genial- suspiró.
- ¿sabes que Ryo odia los chocolates? En un principio no lo podía creer, estoy segura que ese tipo de personas tienen un corazón amargo.
Esa última conclusión le causó mucha gracia, y tal vez algo de sentido.
Por suerte, ya con los chocolates en mano, salieron del lugar.
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Editado: 29.11.2024