Ligera y agridulce

Las cosas que dejé por ti: Capítulo 8

Habían pasado varias semanas, su madre continuaba hospitalizada, algunas sesiones de quimioterapia y muchos medicamentos que la seguían debilitando, sólo logrando detener de forma parcial el crecimiento de los nódulos. Y aunque la cirugía era de alto riesgo al menos seguía contando como una opción casi única.   

 

Kouichi había dejado de ir al instituto para acompañarla a tiempo completo, él la visitaba los fines de semana e intentaban hablar, a ella le gustaba que lo hiciera durante horas, y la complacía aun sabiendo que eso la cansaba.

 

Cuando parecía distraída se quedaba viéndola de reojos, ya casi no era esa mujer que había conocido en persona hace sólo algunos años y que lo había sorprendido al ver en su rostro su propia imagen, revelándole que sin duda él y Kouichi habían heredado sus rasgos casi a la perfección…Su escaso cabello estaba opaco, las cuencas de sus ojos se habían vuelto tenebrosamente oscuras y profundas, e incluso su pequeña nariz ahora parecía prominente…

 

 

 

A diferencia de lo que había hecho su padre con su hermano, Tomoko desde el inicio había insistido en la posibilidad de volver a verlo. Él también había estado ansioso esperando ese día hace semanas, cuando hasta ahora sólo la había visto en fotos.

 

Kouichi lo esperó en una estación de metro desde donde caminaron en absoluto silencio en dirección a su hogar. Era tanta la inquietud por conocerla que pasó desapercibido para él que vivieran en un barrio mucho menos acomodado y en un lugar tan pequeño. Al abrirse la puerta se le formó un nudo en el estómago, una mujer esbelta, de mediana estatura le sonrió con la misma expresión como hace poco lo había hecho su hermano.

 

- Ryo…- susurró de inmediato como si sólo por mencionar su nombre se estuviese ahogando.

 

Él se quedó paralizado y no atinó a entrar hasta que Kouichi debió indicárselo. Lo vio tomar a su madre de la mano.

 

- sí es Ryo, mamá- musitó compasivo.

- eres tal como creí- respondió con lágrimas cubriéndose la cara- lo siento.

 

Continuaba mirándola, sin poder reaccionar. Apretó los labios sintiendo que aun no estaba preparado para esto, y dejó que las lágrimas también lo delataran.

 

Kouichi le indicó que tomara asiento en el kotatsu, frente a ella, y sirvió un par de vasos de agua que bebieron en absoluto silencio.

 

-…No creas, por favor…que he dejado de pensar en ti todo este tiempo- murmuró ella- sé que no tienes la obligación de crear algún vínculo conmigo, pero al menos…déjame saber que estás bien.

 

Él continuaba absorto, había crecido mirando su fotografía soñando hablarle algún día, y ahora que la tenía en frente, si quiera era capaz de hacerlo.  

 

-…también…pensé en ti- murmuró bajando la mirada.

Ella sonrió amargamente.

- lamento ya no ser joven como seguro me imaginabas.

Aun así pensó en que seguía pareciendo la mujer de su fotografía, con su largo cabello negro y sus ojos azul oscuro, igual que los suyos, pero mucho más expresivos y de largas pestañas, como los de su hermano.  

 

- Mamá quería que vieras esto- musitó Kouichi dejando sobre la mesa un álbum de fotos, un poco avergonzada ella asintió.

 

Y descubrió lo infinitamente reconfortante que fue ver, por primera vez en su vida, una foto de su madre cargándolos a ambos.

 

- Aquí tenían casi diez meses- musitó- tú dormías la mayoría del tiempo, Kouichi siempre estaba llorando- sonrió- y en esta estás tú, aunque Kouichi es mayor por seis minutos, tú fuiste el primero en caminar.

 

Miró las imágenes en silencio, desde su perspectiva ambos bebés eran exactamente iguales. Le era casi increíble pensar que había nacido con una persona idéntica a él, sin haber tenido conciencia de aquello hasta hace tan poco.

 

- Yo tampoco pude ver ese álbum hasta hace un tiempo- confesó su hermano.

- no se imaginan las dificultades que tuve para ocultarlo- respondió ella con nostalgia.

 

Suspiró, pensativo, y tomó su mochila para alcanzar un sobre que dejó sobre las manos de Tomoko.

 

-Saqué una copia, por si quieres tenerla- murmuró con voz ronca. Ella lo abrió descubriendo en su interior una fotografía de él mismo en su primer día en el jardín de niños.

 

- ¡Claro!- sonrió tomándole la mano.

 

Ryo sintió que se le apretaba el pecho y se puso de pie para abrazarla, experimentando por primera vez esa calidez, ese agradable aroma que tantas veces había anhelado.

 

 

 

 

Ese sábado, mucho más frío de lo que hubiese deseado, se puso una chaqueta y salió para reunirse a primera hora con su hermano. A penas verlos llegar Tomoko levantó la cabeza de la almohada y sonrió con cierta dificultad. La naricera de oxígeno había sido intercambiada por una mascarilla, las venas de sus brazos, con zonas con hematomas, sobresalían de manera escalofriante. Y sus ojos azules se habían vuelto opacos, aunque siguiesen sonriendo.   

- Estoy bien- murmuró roncamente al notar la expresión de Kouichi- es sólo el efecto de los medicamentos.

- no pasa nada mamá- se acercó tomando su mano.

-me alegra mucho verlos juntos ¿saben?- intentó incorporarse, Kouichi la sostuvo.

-no te muevas.

-estaré bien- respondió con una sutil sonrisa. Ryo, esforzándose en no mostrar expresión alguna, a pesar de su evidente preocupación, se mantuvo en silencio- Cuando esto termine necesitaré algunas transfusiones de sangre y seré la misma de siempre.

 

Como acostumbraban Tomoko pidió que le hablara respecto a su semana, a ella le gustaba que, a pesar de a veces sentirse como extraños, se esforzaba en expresar sus ideas y pensamientos, sabía en secreto que, aunque intentara demostrar lo contrario, Ryo era muy sensible.   




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