Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 18

Desde esa última madrugada Kouichi había mantenido su celular apagado. Yuuri no había llegado a dormir por lo que no pudo saber nada de ella hasta el día siguiente.

- Ya estoy en casa- musitó dejando sus cosas a su lado en el sillón.

- buenas noches- sonrió, viéndola de reojos.

- lo sé, es tarde, pero te dejé varios mensajes. Fui a estudiar a casa de una amiga, además fuimos a tomarnos las medidas para nuestros trajes de la obra escolar, quedará fabuloso, sólo espero no parecer una ancianita- rio.

Parecía tan entusiasta que no pudo evitar devolverle otra sonrisa.

Mencionando que se daría un baño dejó un par de porciones de comida preparada en la cocina. La vio desaparecer tras la puerta y suspiró, ahora lamentándose, sin duda Yuuri era demasiado buena para él.

Puso la comida en el microondas y ordenó la mesa. Tenía que encontrar la forma de decirle que había dejado de trabajar, aunque eso significara darle nuevos problemas.

- Gracias por encargarte del aseo – suspiró- no había tenido mucho tiempo durante la semana.

- descuida – dijo sirviéndole su plato de comida.

- ya eres toda una dueña de casa- bromeó- Tengo al día todos los pagos así que papá ha dejado de molestarme, por lo que insistiré en que dejes de hacer turnos extras.

Él asintió cabizbajo, Yuuri pareció curiosa.

- Tienes que relajarte- sonrió- ya sabes que para mi no eres una carga.

Levantó la mirada, deseando disculparse, pero como si tuviera una soga apretándole el cuello, le fe imposible articular palabra.

- El próximo fin de semana será el festival cultural, así que intenta pedir el día libre ¿entendido?

- …lo haré.

Ella se hizo cargo del lavado y aunque quiso ayudarla se negó, así que no tuvo más opción que volver a su habitación.

Sin encender la luz se asomó a la ventana, en la calle aun muchas personas paseaban como si no pudiesen sentir el frío, arriba el cielo estaba nublado por lo que no pudo encontrar ninguna estrella, aun así se puso los audífonos quedándose un largo rato concentrado en la música, con la mente en blanco.

Tal vez si dejaba de lado el orgullo y decidía a hablar con su padre podría ayudarlo de alguna forma, es lo que Tomoko hubiese deseado…

Buscó su celular en el velador y lo prendió, apenas le quedaba un mínimo de batería. Quiso buscar el directorio, pero de inmediato un sinfín de mensajes y llamadas perdidas de Shin y Naoto llenaron la pantalla. Suspirando pesadamente lo sostuvo con fuerza.

Otra vez, con el corazón apretado, se asomó a la ventana, abajo la gente seguía paseando, en un momento en que no cruzaba nadie lo dejó caer. En una fracción de segundo oyó cómo se golpeaba en el pavimento.

Un poco más aliviado se tiró sobre la cama. A pesar de todo, en su mente, su madre seguía sonriendo, como si a través de su sonrisa pudiese abrazarlo y decirle, como siempre, que todo estaba bien, que no lo dejaría solo.

Sin saber cuánto tiempo había pasado, cuando volvió a abrir los ojos el resplandor bajo su puerta le indicó que la luz de la sala seguía encendida, quiso ver la hora, recordando que ya no tenía su celular. Así que salió, el reloj de la cocina marcaba las dos de la mañana, Yuuri dormía apoyada sobre la mesa, rodeada de un par de libros y una taza de café ya fría.

Se acercó con sigilo, tenía el cabello húmedo, sus manos estaban frías, así que siendo menos sutil intentó despertarla.

Ella se llevó las manos a la cara y bostezó.

- Ve a la cama.

- ¿es muy tarde?...tengo que estudiar…si me voy a la cama me quedaré dormida…

La miró incrédulo, ambos rieron.

- está bien- bufó- hace frío acá.

- tal vez porque olvidaste secarte el cabello.

- es cierto- murmuró tocándose la cabeza.

Yuuri se fue al baño, él preparó un par de tazas de té.

- Gracias, estoy helada- se sentó a la mesa viendo la hora- ¡cielos! mañana tengo un examen y aún me falta por estudiar.

Él se encogió de hombros.

- en ese caso creo que lo mejor sería rendirse.

- ¡de ningún modo! Ya me he esforzado mucho- exclamó, sin duda no era una palabra que ella conociera- además si obtengo malas calificaciones no podré seguir en el club de teatro.

- entonces asegúrate al menos de ponerte el pijama y encender la calefacción- aseveró.

Ella asintió y rio por lo bajo.

- a veces actúas como una mamá, pero gracias.

Avergonzado decidió ponerse de pie.

- Buenas noches- musitó evidentemente complacida.

Aun así, se metió a su habitación con una leve sonrisa. Su amiga era demasiado testaruda, no le haría caso, pero era una de las cualidades que le gustaba.

A la mañana siguiente tenía planificado levantarse temprano y preparar el desayuno, aunque al abrir su puerta Yuuri continuaba en la sala, esta vez despierta y concentrada en su cuaderno de apuntes. Al notar su presencia levantó la cabeza y sonrió. Se sorprendió de lo pálida y despeinada que lucía, con los párpados hinchados a medio abrir.

- Creo que lo logré- susurró, estornudando estrepitosamente.

- ¿estás…bien?

- ¿ya es hora de irme?

- son las siete.

El suspiro de Yuuri inundó el ambiente.

- cielos, me duele mucho la cabeza.

En la cocina, puso a hervir el agua y preparar unas tostadas. Yuuri se metió a su habitación arrastrando los pies, los estornudos no cesaron.

Ordenó la mesa y cuando estuvo listo tocó su puerta, pero decidió entrar al no obtener respuesta. Se había vestido, pero estaba tumbada sobre la cama.

- solo estoy descansando un poco- balbuceó ante su presencia.

- ¿estás bien?

- me duele un poco- estornudó-…el pecho, pero estoy…bien.

Suspiró por nariz.

- tienes…mal aspecto, creo que no deberías ir al instituto.

- estoy bien- insistió intentando incorporarse- tengo que dar el examen…solo…me duele la cabeza.

- ¿lo ves?- la sostuvo de los hombros obligándola a sentarse.




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