Bajo el irritante sonido del despertador abro los ojos lo suficiente como para dar con su ubicación y alargando el brazo, consigo apagarlo reinstaurando la ansiada paz. Con un suspiro de agradecimiento contemplo como la luz de la mañana se cuela a través de la ventana, proclamando el inicio de un nuevo día, en el que aún conservo la necesidad de examinar mi entorno para asegurar que lo sucedido las últimas veinticuatro horas no ha sido una ilusión.
No obstante es más increíble que haya logrado dormir toda la noche sin enfrentarme a una pesadilla. Quizás se deba al cansancio acumulado o el estar en un nuevo y extrañamente tranquilizador entorno, pero prefiero dejarme llevar por la satisfacción de haber esquivado esas horrendas visiones por primera vez.
Rauda me desperezo y apartando las mantas poso los pies sobre el frío suelo donde el recuerdo de lo que se avecina me sobreviene, aunque estoy más nerviosa al pensar en que volveré a encontrarme con Ethan. La noche anterior las sensaciones que compartimos con una simple mirada son algo que por mucho que lo intento, no logro otorgarle una explicación racional. Revivo ingenua la sensación de pertenencia, como si nuestras vidas estuvieran entrelazadas, no obstante sigo negándome a creer que se trata de amor a primera vista.
Siendo objetiva es alguien a quien no conozco y aunque lo hiciera, enamorarme no entra en mis planes. Se pasó la cena contemplándome como si quisiera averiguar cada ínfima peculiaridad sobre mí, para al momento de la despedida tratarme como si no significará nada. Tal vez en su mente exista una explicación, pero la mía se niega a continuar sufriendo, en especial por un sentimiento tan increíblemente doloroso.
Teniendo eso claro me dirijo al baño con renovada determinación y al terminar recojo mi cabello en una coleta alta, eligiendo un sencillo vestido acompañado de una lanuda rebeca. Justo cuando estoy recogiendo los libros, el sonido de un claxon procedente del exterior anuncia la llegada de los Black, así que me doy prisa. Ya en la planta baja decido ir a la cocina en busca de algo sencillo para desayunar y encuentro a Mark sentado en uno de los taburetes que rodean la meseta central, leyendo el periódico mientras bebe con deleite una taza de café recién hecho. De inmediato mi presencia llama su atención y cuando me dispongo a coger una manzana del frutero, soy consciente del delicioso desayuno que ha preparado.
—Buenos días, no sabía que sueles desayunar, así que pensé que unas tostadas son algo bastante universal —dice con naturalidad, dejando de lado su lectura.
—Muchas gracias —digo un tanto culpable de tener que rechazar su tentadora oferta, así que tomó la tostada dándole un gran bocado. Reconozco que Mark no es el mejor cocinero, pero sus desayunos ascienden a una posición considerable para mí—. Voy con un poco de prisa, los chicos me están esperando fuera.
—No te preocupes, ve —me incita mientras doy un sorbo al zumo de naranja antes de limpiar mi boca con la servilleta y salir de la cocina—. No te olvides de coger las llaves de casa —anuncia cuando estoy cerca de la puerta claramente divertido con mi celeridad, obligándome a retroceder para verlo sentado sosteniéndolas en alto.
—Gracias —digo mientras las atrapo con sorprendente agilidad y tras salir al exterior continuo escuchando su voz deseándome suerte con las clases. El sol brilla con fuerza iluminando cada rincón de la ciudad, a medida que un rostro conocido en un todoterreno negro busca llamar mi atención. Cuando abren la puerta del copiloto soy consciente de la presencia de Ethan al volante, mientras que Ricky y Erika se sitúan en los asientos traseros.
—Buenos días —dice Ethan con naturalidad, sorprendiéndome con su renovada expresión afable que sin duda difiere de la última vez que nos vimos.
—Buenos días —respondo dispuesta a no mostrar rencor por su descortesía de anoche—. Disculpad la tardanza —anunció de manera general, prefiriendo no mencionar que los nervios por este día me han inducido a quedarme más tiempo de lo debido en la cama y en la ducha.
—No te preocupes, si no dejamos tirado a Ricky después de veinte minutos esperando, no lo haremos contigo —comenta Erika en tono jocoso buscando llamar la atención de su hermano, el cual está absorto en su vieja consola.
—¿Qué?—pregunta al cabo de unos segundos al ver cómo la joven lo contempla esperando su contraataque, aunque esta al percatarse de que ni siquiera ha escuchado a sus palabras, lo deja pasar negando con la cabeza incrédula.
—Eso me tranquiliza —respondo divertida con su interacción, girando el rostro para concentrarme en la calle que se abre paso ante nosotros.
—Por cierto, quería darte esto —dice Erika unos minutos después, viendo como saca un trozo de papel de uno de los bolsillos de su mochila—. Es un mapa del instituto, además si quieres podemos ir juntas a solicitar las llaves de tu taquilla y el horario.
—Eso sería genial, gracias —acepto aliviada de tenerla a mi lado.
—Bueno es lo menos que puedo hacer después de tirarme a tu cuello anoche, suplicando por algo de compañía femenina de mi edad —menciona con timidez, dejándome entrever en su mirada una cierta soledad cuyo origen desconozco, pero con la que empatizó. Púes independientemente de su carisma, a algunos no nos resulta tan sencillo socializar en ciertos círculos.
El resto del trayecto los mellizos me mantienen distraída con una conversación ligera, al menos hasta que el coche ingresa en el aparcamiento del instituto, donde mi nerviosismo comienza a aumentar. Ethan estaciona el vehículo y los chicos lo abandonan veloces, pero yo me sumerjo en un déjà vu donde continuó en el coche con Sara rogando porque el tiempo se detenga a pesar de saber que nada me ayudará a evitar esta situación.
—¿Estás bien? —pregunta Ethan preocupado, despertando solo con su voz parte de las sensaciones que experimente la otra noche, aunque por suerte en menor intensidad.
—Sí, solo estoy algo nerviosa —miento buscando aparentar una inexistente tranquilidad.
—Es bastante lógico, el primer día siempre es algo raro. Más aún si lo haces en un nuevo instituto, viviendo en una nueva casa… —comenta sin percatarse de que enumerar todos los cambios que han acontecido en mi vida en tan breve periodo de tiempo solo me produce una mayor ansiedad—. No estoy ayudando ¿cierto? —menciona arrepentido al advertir cómo el miedo se apodera de mi expresión.
—No demasiado —afirmó con sinceridad, incapaz de contener la risa al contemplar su sentida aflicción.
—Lo siento —se disculpa a medida que mesa sus suaves cabellos dorados, devanándose los sesos para encontrar algo que realmente pueda ser de utilidad, entretanto lo contemplo con discreción, embebiéndome de sus cinceladas facciones—. Piensa que esto es solo una etapa y salga bien o mal, llegará a su fin. Así que nada de lo que pase puede ser tan terrible si sabes que no durará para siempre —propone motivándome a tantear la idea de que si dejo de ver esto como un gran día y paso a superar cada hora con la mejor actitud posible, quizás mi inseguridad desaparezca.
—O si no puedes imaginarte a toda la clase desnuda —añade como último recurso, haciéndome reír.
—Sí, puede que eso ayude. Gracias por tus consejos —digo percibiendo como el ambiente se torna un tanto pesado cuando nuestras miradas conectan y las sonrisas desaparecen dando paso a una poderosa necesidad, que solo la confusión y el miedo son capaces de mantener a raya. Al menos por mi parte, pues Ethan alza su mano que hasta el momento reposa sobre el volante, para apartar un mechón de cabello que cae rebelde sobre mi rostro y que parece entorpecer su visión.
Entonces un golpe en el cristal nos sobresalta, obligándonos a tomar distancia de inmediato e intentar recuperar la compostura antes de dar caza al intruso. Quien no es otra que Erika luciendo avergonzada por habernos interrumpido, aunque al mismo tiempo señala con apremio el reloj en su muñeca.
—Que tengas un buen día —dice cuando abro la puerta, sin saber cómo actuar después de semejante escena.
—Igualmente—me despido escueta mientras tomo la mochila para acudir junto a Erika. Donde mi matutina determinación sobre no involucrarme románticamente con él parece mucho más simple. Solo su presencia desata una bomba de sensaciones que no soy capaz de controlar, una tortura a la que pienso resistirme con tal de no caer en las redes de Cupido.
Necesitando obviar el parecido entre dicho dios griego y el joven, me focalizo en el presente, donde Ricky nos abandona nada más entrar al instituto mientras que su melliza me acompaña a la secretaria. Antes de que el timbre resuene sobre nuestras cabezas señala en el mapa donde se encuentra mi siguiente clase, al tiempo que trato memorizar la ruta que me indica, especialmente por la complicación que representa el enorme recinto para una persona tan despistada como yo.
Varios minutos después compruebo que mis esfuerzos han resultado en vano, pues al tocar en la puerta de lo que creo es la clase de Literatura, encuentro una sala atestada de gente donde el profesor me observa con expresión impertérrita. Avanzó tentativa disculpándome por el retraso a pesar de que mi inexperiencia en el centro es algo que no le resulta relevante, y tras señalar un asiento libre en el fondo de la clase, pide que me incorporé a la lección. Así que rauda me dispongo en el lugar señalado y voy sacando los libros cuando un comentario proveniente del asiento continuo roba mi atención.
—Es un bicho raro, más aún si va por ahí con los Black —menciona una joven bien vestida y que me habría parecido preciosa de no ser por sus repugnantes palabras, en las que el insulto hacia mí, es lo que menos duele. Estoy a punto de responder, cuando alguien parece incapaz de contenerse.
—Quizás si te centraras en los estudios y menos en los estudiantes, tus padres no tendrán que sobornar al rector de la universidad para que te admitan, Clare —reivindica con un tono profundo y claro que me incita a querer descubrir a su emisor. Se trata de un joven de rostro inocente, con unos labios carnosos y complexión delgada, aunque algo fibrosa. Sus cabellos castaños caen casi como intencionalmente escondiendo una mirada feroz, de un profundo color gris que invita a sumergirte en sus profundidades. Ante sus palabras, la depredadora muchacha adopta una fingida actitud indiferente, incapaz de encontrar respuesta al certero ataque.
—No te preocupes, Clare no es del agrado de muchos y con razón —asegura con cierto gesto de disculpa, dándome a entender que su crueldad no se debe a algo personal—. En el fondo es inofensiva.
—Puede que no haya sido capaz de apreciar su encanto —respondo irónica, sintiéndome mal de inmediato al tratarle de esta forma cuando solo busca reconfortarme—. Aunque gracias por el apoyo —añado en un tono más afable.
—Yo soy Brian Adams —se presenta con una renovada sonrisa, dejando atrás cualquier incomodidad inicial para tenderme la mano en señal de paz.
—Jessica Anderson —le correspondo sintiendo como la piel de mi brazo se eriza ante la unión de nuestras palmas, como si una corriente eléctrica me recorriera, por lo que aparto la mano de inmediato.
—Bienvenida —añade mostrando un rictus confuso ante el contacto, pero no comenta nada más, centrando la vista en la pizarra donde se mantiene fija por el resto de la clase.
Mis esfuerzos por prestar atención resultan titánicos, pudiendo obtener tan solo un puñado de apuntes, ya que estoy demasiado preocupada por el cúmulo de incomprensibles sensaciones que están despertando en mi interior. Incapaz de refrenarlo, barajó la posibilidad de estarme volviendo loca, aunque no tengo tiempo para profundizar en ello pues el sonido del timbre nos advierte del final de la clase.
Mientras recojo mis cosas percibo en ocasiones su escrutadora mirada sobre cada uno de mis movimientos, así que me escabullo del aula todo rápido que puedo, incapaz de soportar sus seductores ojos grises ni un segundo más. Con la ayuda de mi inseparable mapa localizó el comedor, donde encuentro a Erika y Ricky esperándome en la puerta.
—Mañana por la noche el equipo de rugby celebra una fiesta —me comenta Erika en un susurro, tratando de aparentar desinterés mientras nos acomodamos en una de las mesas más apartadas.
—¿Estás de nuevo con ese tema? —pregunta Ricky molesto, en especial al ver que intenta de involucrarme—. Erika, sabes bien que a Ethan y a nuestros padres no le hará ninguna gracia —añade tratando de hacerla entrar en razón.
—¡Vamos! Son solo unas horas… —se dispone a rebatir, cuando mi atención se desvía por completo de la discusión que está a punto de producirse y se centra en Brian, quien ríe junto a un grupo de amigos mientas caminan en busca de una mesa. Parece presentir mi escrutinio y atrevido mantiene la mirada, hasta que cobarde aparento un gran interés por mis macarrones a la boloñesa, además de la conversación entre los mellizos que ha llegado a su fin sin ningún vencedor.
Horas después finalizo la jornada consciente de que quizás por el consejo de Ethan o la presencia disuasoria de cierta persona, no ha sido tan horrible. A excepción claro, de los célebres primeros minutos de Literatura.
—¿Qué tal tu día? —pregunta Ethan en tono bajo cuando me acomodo a su lado, tratando de no ser oído por sus hermanos.
—No tan mal —aseguro con una sonrisa tonta, producida en especial por el recuerdo de esta mañana.
—Te dije que lo del nudismo ayudaba —responde con una falsa actitud sabia con la que consigue sacarme una carcajada.
—Ethan, mañana por la noche hay una fiesta del equipo de rugby —comienza a explicar Erika en tono pausado, despertando la resignación de Ricky, como si hubiera hecho todo lo posible por evitar lo que está a punto de suceder. Eso me lleva a pensar en lo mucho que ambos respetan a su hermano mayor, pero aun así la joven tiene un objetivo y no está dispuesta a obtener un no por respuesta—. Creo que no es mala idea ir tan solo por unas horas —añade con mayor nerviosismo al percibir al igual que todos, como el semblante amable de Ethan mientras conversaba conmigo se torna serio, casi implacable.
—No me parece bien —declara escueto haciendo que cuestione el éxito que tendrá la joven, sobre todo ante la determinación que se ve reflejada en los ojos de su hermano de no rendirse al cariño que le profesa.
—Yo se lo advertí —deja en claro Ricky antes de devolver la atención a su cómic, temeroso de la mirada fiera que le dirige su melliza.
—¡No es para tanto! Llegaremos temprano, no nos separaremos… Jessica también debería ir con nosotros —comenta con desesperación, motivándome a girar el rostro para observarla juntar sus manos en un gesto de súplica que termina por cautivarme.
—No la metas en esto —sentencia Ethan en un tono más profundo, luciendo molesto ante la esperanza de Erika de que mi presencia pueda ayudarla a conseguir el permiso que tanto ansía.
—Podría ser divertido —comentó apiadándome de la inocente Erika, sin saber qué pinto yo en una fiesta como esa o como se lo explicaré a Mark, pero quiero devolverle de algún modo todo el afecto que me ha dado.
—A Jess le parece bien, además sabes que papa y mama aceptarán —asegura hablando rápidamente, incapaz de contener la emoción al ver como la severidad de su hermano comienza a resquebrajarse.
—Claro que lo harán, sobre todo cuando amenaces con volverlos locos con el tema hasta que lo aprueben —sopesa acostumbrado a sus técnicas de guerrilla psicológica—. Está bien, pero sabes que habrá condiciones —decreta sorprendiéndonos a todos, e incluso a él mismo.
—No importa, ya has dicho que sí y ante testigos, así que no incumplirás tu palabra —manifiesta tras soltar un pequeño grito de júbilo, dejándose caer en su asiento con evidente satisfacción. Unos instantes después masculla un mudo «gracias» al que respondo con un cauto encogimiento de hombros. Somos cómplices y si ella cae, yo lo haré con ella.
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Editado: 19.02.2021