La presencia de voces familiares alrededor me devuelve al presente, junto con el suave destello del atardecer a través de mis párpados y el conocimiento de que estoy en casa de Mark. Despacio abro los ojos a pesar de la jaqueca que amenaza con sobrevenirme, para descubrir a Ethan y Erika a los pies de la cama en medio de una apasionada discusión. Al menos hasta que intento incorporarme y de inmediato detienen su verborrea para atenderme.
Ahora a salvo de cualquier mal, los recuerdos de lo sucedido se agolpan como una pesadilla de la que jamás podré despertar. Es evidente que la explosión fue obra de Molok, pero por supuesto bajo las órdenes de Dominik, quien con la intención de torturarme ha logrado una vez más herir una fibra sensible en mí. No puedo evitar cuestionar que si jamás les hubiera visitado o de adoptar otra actitud, la familia habría recibido una muerte menos horrenda.
Pero esto solo demuestra que ellos están siempre vigilándome y de algún modo u otro habrían descubierto mi interés por los Bennet. Cualquier persona próxima a mí se encuentra en constante peligro de convertirse en un posible blanco y eso me conduce ineludiblemente a cierto joven humano, aunque ahora mi corazón está ocupado por el luto hacia los padres de Elizabeth.
—¿Estás bien? —pregunta Erika al percatarse de mi expresión derrotada, tomando asiento en la esquina de la cama y depositando su mano sobre la mía en un intento de consolarme.
A lo largo de un breve instante dejó fluir la pena ante lo que jamás sucederá, pues aunque salve a Elizabeth de las garras de Dominik no podré devolverle a sus padres, ni brindarle una esperanza para reconstruir su futuro. La empatía que siento por la joven huérfana es tal, que soy incapaz de imaginar siquiera el sufrimiento que habrá de soportar cuando lo descubra.
—¿Cómo me encontrasteis? —cuestiono una vez que logró serenarme lo suficiente para hablar de manera clara y sin titubeos.
—En realidad apareciste en la puerta de casa a medianoche, no pudimos ver quien te dejó —responde Erika con la misma confusión que debe haberlos gobernado durante nuestras horas separados, desvelando que sucedió conmigo una vez que perdí la consciencia. Aunque el verdadero trasfondo de ello, me produce un nudo en la boca del estómago—. ¿Qué paso? ¿Sabes quién pudo ser? —insiste al percatarse de mi inquietud.
Aunque con ello, solo consigue sumergirme más en ese profundo trance donde reina la imagen borrosa de un rostro y una mirada penetrante. Quizás por el trauma y el caos que se produjo tras la explosión, mi psique decidió sepultar aquel recuerdo como si lo sucedido fuera parte de una ilusión, una fantasía que no debo traer al presente. Por lo que acato su demanda, a pesar de no descubrir jamás la identidad del supuesto salvador.
— No —respondo, tomando la presencia de aquel extraño como un elemento disuasorio sobre los problemas que realmente nos acucian—. ¿Dónde está el libro? —preguntó alarmada al recordar la mochila en la que lo escondí y que perdí de vista tras la explosión.
—Por suerte, la persona que te trajo lo dejó junto contigo —responde Ethan con evidente reproche en su tono, alertando sobre la enorme disyuntiva que se avecina—. ¿Cómo te pudiste marchar así de Anfor?
—Una Fade me advirtió de que algo estaba sucediendo en la biblioteca, así que la seguí y sé que fue temerario pero… —explico un tanto desesperanzada bajo la idea de que sin importar lo que le cuente, él continuara pensando que me he equivocado y que hubiera podido escoger otro camino. Lo peor es que por primera vez, no puedo estar más de acuerdo—. Cuando tuve el libro entre mis manos, supe que el arcángel no me permitiría tomar mis propias decisiones sobre lo que descubriese —explicó queriendo hacerles comprender que es lo que me llevó a huir.
—Para tu información el arcángel considera que siendo la única que ha podido liberar el libro de la oscuridad, sería una necedad quitártelo —replica sorprendiéndome. Aunque antaño Miguel aseguró que carece de interés en quedarse con lo que no es suyo, y por lo visto considera que el sagrado manuscrito me pertenece. Al mismo tiempo, confirma como el ansia por obtenerlo me cegó hasta el punto en que sangre inocente ha sido derramada—. ¿Ha valido la pena todo por ese maldito libro?
—Ese libro me ha conducido hacia los planes de Dominik —respondo con más brusquedad de la que pretendía, llevada por la ira al no percibir ni un ápice de comprensión por su parte.
Durante casi una hora mantenemos una extensa conversación plagada de reclamos y confesiones, en donde me expreso con sinceridad sobre la primera vez que vi el rostro de Elizabeth, excusando sabiamente el lugar en el que me encontraba y a mi acompañante. Les cuento como la lectura del libro me abrió los ojos sobre las intenciones de la oscuridad y porque eso me condujo hasta los Bennet, donde todo continuo en una espiral de fatalidades.
—Cuando salí de la casa unos cuervos comenzaron a atacarme y después apareció un demonio, dijo que su nombre era Molok —digo esforzándome por arrastrar ese tono monótono con el que parece que nada de lo que expreso tiene una verdadera repercusión en mi interior. Sé que con ellos no he de mantener las distancias, pues jamás buscarían herirme intencionalmente, pero es más una manera de alejar el dolor.
—Es una locura —exclama Ethan, luciendo al límite de su paciencia tras escuchar el nombre del ser.
—Ethan —pide su hermana levantándose de la cama con la intención de mediar en sus desbocadas emociones, donde sé que solo se encuentra el miedo a que algo me suceda. Pero ahora que todo ha salido a relucir debemos comprender que nadie estará a salvo hasta acabar con la oscuridad.
—¿Tienes idea de lo cerca que has estado de morir? —pregunta de manera retórica—. Molok y Moldravik son gemelos idénticos y los favoritos de Dominik, al igual que Angelique. Pero sus poderes son mucho más letales que cualquier apariencia que pueda adoptar esa mujer.
—Molok tiene la capacidad para introducir a sus víctimas en un trance, en el que todo lo que sucede, se transmite a la realidad. Puede volverte loco, herirte o matarte —aclara Erika solicita, al ver que su hermano está sumido en sus propios pensamientos—. Moldravik por su parte puede manipular las emociones, infundir ira, pena, dolor…
—¿Qué es lo que quería? —pregunta Ethan interrumpiéndola, e incapaz de contener la ansiedad se aproxima a la cama en la que permanezco sentada.
—Al parecer Elizabeth sigue viva y… Está dispuesto a entregármela y a contarme toda la verdad si me reúno con él —reveló consciente del alboroto que generan mis palabras—. Hoy a la medianoche en Central Park, Angelique estará esperando por mí.
—No estarás pensando en ir ¿Cierto? —cuestiona Erika al percatarse de la determinación que proyecto.
—No irá —sentencia un desesperado Ethan, al ver como la situación se le está yendo de las manos.
—Debo hacerlo, si Dominik consigue el alma de esa chica solo le quedará el libro para poder comenzar con el ritual de liberación. Una vez que la oscuridad le posea, será inmortal y nadie podrá detenerlo —alegó recordando que mientras discutimos sobre esto el reloj corre en nuestra contra, y en realidad mi vida vale muy poco comparada con la de millones de inocentes criaturas que sufrirán si Dominik triunfa.
—Es una trampa —implora Ethan motivado por sus sentimientos, a pesar de ver la lógica en mi discurso.
—Puede, pero no me matará. Esta es nuestra única oportunidad de detener sus planes y quizás incluso confiese que es lo que quiere de mí —añado tratando de contener el miedo que en realidad me produce la idea de reunirme con aquel demonio, el asesino de mi madre y la persona que me enseñó lo que significa odiar.
—No puedes creer en la palabra de Molok, ese ser no tiene honor —insiste dispuesto a pelear hasta el último segundo con tal de salvarme de lo que cree, será mi final—. Mark y mis padres están a punto de volver de Elis, ellos no te dejarán hacerlo —añade al ver que no desisto, empleando esto como último recurso.
—Por eso he de irme ya. El libro decía que el ritual ha de tener lugar bajo una luna de sangre, así que no tenemos tiempo que perder —respondo a sabiendas de que la presencia de mi tío, Carmen o Alex lograría ponerme un alto y lo último que deseo es arrastrarlos conmigo a ese agujero—. ¿De verdad piensas impedírmelo? —cuestiono incrédula cuando al ir hacia el baño Ethan se interpone.
—Te dije una vez que te protegería siempre, incluso de ti misma —sentencia esperando que al menos eso me haga reconsiderar las cosas, pero no puedo sobreponer nuestras necesidades sobre la vida de una joven o la supervivencia de todo cuanto conocemos.
—Chicos basta —reclama Erika al ver que ninguno estamos dispuestos a dar nuestro brazo a torcer y que acabaremos generando un serio enfrentamiento—. Jessica es demasiado peligroso. Tienes que considerar que Dominik es un demonio, intentará engatusarte o algo peor —dice esperando entablar una conversación más civilizada y por la comprensión que siempre me ha brindado escojo escucharla.
—No puedo quedarme aquí esperando ayuda sabiendo que Dominik podría estar torturando a esa pobre chica hasta la muerte. Estoy harta de esconderme de él, de tenerle miedo —respondo compartiéndoles gran parte de la frustración y la ira que me consumen por cargar no solo con la sombra de una profecía, sino también con la presencia de aquel horrendo ser.
—¿Cuál es tu idea? —pregunta Ethan con dureza, adoptando el rango de líder antes de derrumbarse bajo la posibilidad de perderme.
—En primer lugar debemos esconder bien el libro, pase lo que pase con Elizabeth, sin él no podrá hacer nada —determino consciente de que lo más lógico sería devolverlo en este mismo instante a Anfor. Pero no he terminado de examinar su contenido y quizás pueda ofrecernos más secretos sobre cómo combatir fuego con fuego.
—Sin embargo le servirás tu cabeza en bandeja de plata —recrimina Ethan con condescendencia.
—Supuestamente la profecía asegura que venceré a la oscuridad, quizás es el momento de empezar a combatir —sentenció dispuesta a ser consecuente con mis palabras y por ende estoy preparada para tomar las riendas de la situación.
Tras una larga charla y mucha paciencia, conseguimos junto con Ricky llegar a un acuerdo en el que Ethan accede a dejarme marchar en busca de Angelique, pero solo bajo su supervisión. Por lo que ahora sentados en el coche cerca del lugar de reunión, un tenso silencio reina en el ambiente.
Entretanto Erika y Ricky esperan la llegada de sus padres y Mark a casa, preparados para darme todo el tiempo posible antes de tener que confesar lo que está sucediendo a sus espaldas. Es evidente que después de lo ocurrido en la biblioteca mi tío tiene reservadas más que palabras para mí, pero este encuentro con Dominik no creo que lo perdone.
—¿Dónde pasaste la noche? —pregunta Ethan con actitud cohibida mientras aguardamos atentos a que las manecillas del reloj se sitúen sobre las doce, el instante en que la suerte estará echada.
—No quiero mentirte… En casa de Brian —respondo tras un largo suspiro en el que meditó sobre si es peor callar o herir sus sentimientos, considerando que si este es nuestro último momento juntos no me gustaría marchar habiéndole engañado.
—¿Vosotros…? —cuestiona interrumpiendo él mismo sus palabras, sin atreverse a dar forma a semejante idea en su mente, pero necesitando saber si ha sucedido algo serio entre nosotros.
—¡No! —sentenció de inmediato, notando como mis mejillas se encienden producto de la vergüenza ante su íntima duda—. ¿Pero qué pasaría si así fuera? —pregunto pensando en que ni siquiera he planteado llegar a ese nivel con Brian, incluso aunque nos hemos besado y jamás he sentido algo tan maravilloso. Así que quizás desde su perspectiva, ya haya cruzado un límite.
—Me gustaría decirte que olvidaría mis intenciones y seríamos amigos. Pero solo me estaría engañando a mi mismo, seguirías importándome —responde con resignación, como si sus sentimientos lo convirtieran en el hombre más dichoso y al mismo tiempo el más desgraciado.
—Tú también eres importante para mí, pero no quiero herirte —confieso arrepentida de haber sembrado en él ese pesar que refleja su expresión, sin embargo sé que esta es la mejor solución para ambos—. Así que por mi parte, no estás atado a un compromiso.
—Ese es el problema, que lo único que yo más deseo es que exista una conexión entre nosotros —responde con brusquedad, como si hubiera esperado demasiado tiempo para decírmelo—. Al menos si fuera por otro ángel, quizás podría dejarte sabiendo que estás segura con él ¿Pero con un humano? —se mortifica, como si la idea incluso le quitara el sueño.
—Quizás podrías pensar que puedo cuidarme sola —sentenció observando como en su mente perdura la imagen de esa indefensa joven que llegó a casa de su tío, sin tener ni idea del mundo que la acechaba.
—Eso solo acabará mal, tanto para ti, como para él —determina contemplándome con autoridad, bajo esa aura de imposición que tiende a emplear cuando siente que no tiene el control. Aunque es entendible después de toda una vida teniendo que actuar como el responsable descendiente de los elegidos—. Pero incluso entonces, te seguiré queriendo y estaré a tu lado —añade rebajando drásticamente su postura altiva y abriéndome la parte más vulnerable de su ser.
—Ethan si algo me pasa… —comienzo deseando poder corresponder a sus hermosas palabras del mismo modo, pero sabiendo que mi existencia pende de un hilo no deseo torturarlo, por lo que tan solo atesoro con cariño su romántica declaración.
—Si mueres esta noche, aunque no hayamos realizado el ritual de unión que conecta nuestras almas, quedaré destrozado. El vacío y la pena me consumirán por siempre y seré solo una sombra de lo que ves —alecciona empleando lo único que podría retenerme, a pesar de lo difícil que le resulta sacarlo a colación—. Así que si me quieres, quédate y volvamos a casa.
—No puedes hacerme esto —pido contemplando esa mirada esmeralda capaz de ahondar en lo más profundo de mí.
—Tú me estás obligando a aceptar tu muerte y la mía —asegura con impotencia, ofreciendo la posibilidad de dar un salto de fe, algo sencillo, ya que dejarme guiar por su mano resulta natural. Pero hacerlo solo sería esquivar la realidad y llegado el momento ninguno encontraremos un lugar en el que poder refugiarnos de la ira de Dominik.
—Cueste lo que cueste volveré a tu lado, siempre —juró aun sabiendo que no es algo que en realidad puedo cumplir, pero cuyo simbolismo espero que comprenda, ya que incluso tras la muerte una parte de mí siempre será suya—. Así que no se te ocurra pensar en desaparecer —añado con un fingido tono alegre, sin querer que nuestras posibles últimas palabras transcurran de forma tan lúgubre.
Aunque por desgracia no disponemos de más tiempo, pues al llegar la medianoche me despido con un sentido beso en la mejilla a pesar de que ni siquiera me mira cuando bajó del coche, y comienzo a adentrarme en el desolado parque. Instintivamente reconozco el lugar exacto en el que mi vida cambió para siempre y tomando asiento en uno de los bancos, espero la llegada de mi desagradable acompañante. Por suerte esa punzada en la base de la nuca no tarda en anunciar su presencia, ataviada con sus más extravagantes galas y con paso altivo se sienta mientras enciende un extraño cigarrillo rojo cuyo humo me revuelve el estómago.
—¿Es necesario que te revise? —pregunta cuando parece haber tomado las suficientes caladas de su pitillo como para absorber todas las propiedades sedantes de la hierba que contiene.
—No llevo mi arco u otra arma, incluso he dejado el llamador —confieso poco dispuesta a que sus viciosas manos se acerquen más de lo estrictamente necesario—. Tu amo no debería desconfiar tanto, al fin de al cabo yo soy de los buenos —añado con sorna deseando poder controlar la irritación que me produce su simple presencia.
—Buen punto, aunque si lo piensas ¿No debes ser tan buena si estás dispuesta a relacionarte con Dominik? —dice pronunciándolo más como una afirmación, acompañada de su característica sonrisa maliciosa.
—El hecho de que me reúna con él no significa que le rinda sumisión y mucho menos pleitesía —sentenció consciente gracias al libro de las sombras, de la unión psíquica que une a Angelique y a aquellos demonios predilectos con la mente de Dominik y de la mismísima oscuridad. La mayoría solo pueden escuchar las órdenes de su amo, pero en este caso la comunicación funciona en ambos sentidos, así que tanto ella como los gemelos disponen una conexión permanente y a través de la cual espero que mi enemigo nos esté escuchando.
—Al amo le agrada que hayas aceptado su propuesta, pero más te vale que nadie nos siga o los gemelos van a disfrutar mucho de tu querido destinado —amenaza avivando mi instintiva necesidad de proteger a Ethan, pero trato de contenerlo consciente de que solo busca provocarme.
—Yo he cumplido con mi parte, ahora haz lo que te han ordenado —exijo disfrutando de la rabia que refleja su rostro al verse tratada como lo que es. Una pieza sin valor en el juego de un malévolo ser, por quien ella en deferencia, sería capaz de darlo todo.
A continuación me dedica una risotada cargada de odio, en la que se advierten los horrores que encontraré al llegar a su cubil, pero cuando comienza a caminar sin mediar palabra dedicó una última mirada al parque antes de seguirla con resignación. Poniéndose al volante de un lujoso Mercedes rojo Angelique lo revoluciona para serpentear a través del tráfico de Manhattan, el cual sin importar lo tarde que sea jamás es escaso.
Aun así su maestría es de alabar, tomando en consideración la temeridad con la que conduce y pese a estar a punto de llevarse por delante a algún que otro peatón, tiene la sensibilidad de contenerse. Debido a su celeridad apenas soy consciente de que nos hemos adentrado en las afueras de la ciudad, hasta que nos estacionamos en medio de un enorme descampado, donde lo único que resalta es una abandonada fábrica de cristalería.
Desconfiada bajó del coche acercándome para contemplar la construcción con mayor detenimiento, sin embargo cuando vuelvo a girarme descubro que Angelique ha desaparecido, aunque el Mercedes continúa estacionado. Decidida a dar caza a la maléfica mujer, camino examinando el terreno por lo que parece una eternidad, mientras la sensación de estar siendo vigilada me persigue. Por suerte a pesar de la densa oscuridad, atisbo la presencia de una enorme puerta en la parte trasera del edificio y consciente de que está algo abierta, como si esperasen mi llegada, la empujo soportando el metálico chirrido que me da la bienvenida.
Aferrándome a mi carácter belicoso examino el lugar buscando la presencia de algún posible enemigo, sin embargo solo hallo montones de basura y viejas máquinas cubiertas de polvo. Mientras avanzo el único sonido que capto proviene de mis propios pasos, no obstante la presencia de demonios es tan evidente que la sensación en mi nuca comienza a resultar incluso dolorosa.
Insegura sobre qué camino tomar y sabiendo que el dejarme sola no es más que una forma de reírse a mi costa, trato de encontrar algún mensaje. Cuando unas manchas rojas de lo que parece sangre me conducen tras un largo camino, hacia un enorme hueco en la pared. Habiendo albergado en algún momento un ascensor en su interior, lo único que queda de este son las puertas metálicas y una cuerda de dudosa resistencia que se balancea en medio del profundo vacío.
Mortificada al comprender al fin los planes que me han reservado intento conducir la situación con lógica, así es que tomando una pequeña piedra del suelo de cemento la dejo caer y no tardo demasiado en escuchar como rebota al alcanzar el último piso. A pesar de lo mucho que eso me tranquiliza, la apariencia de la soga no resulta fiable y aunque sé que no dispongo de escapatoria alguna, desearía poder huir en estos momentos.
Uno de mis mayores miedos, que no he sido capaz de superar ni siquiera durante los entrenamientos en la guarida bajo el abrigo de Carmen, es el temor a las alturas. El pensamiento de caer al vacío hace flojear mis extremidades, pero la idea de que ahí abajo podrían estarme esperando miles de demonios deseosos de acabar conmigo es aún peor. Pensando en lo lejos que he llegado determino que no voy a dejarme vencer por algo tan banal, así que tras un largo suspiro seco el sudor de mis manos frotándolas contra el pantalón casi de manera obsesiva y alcanzó la cuerda a la que han tenido el detalle de realizar varios nudos.
Tratando de concentrar toda la fuerza posible en mis extremidades a sabiendas del enorme esfuerzo que estoy a punto de realizar, me lanzo al vacío con un simple paso y de inmediato siento como la gravedad tira de mí, por lo que enrollo las piernas alrededor de la cuerda logrando la postura perfecta para el descenso. Un millar de dudas me nublan el juicio mientras espero con los ojos cerrados a que la cuerda dejé de balancearse, y solo cuando me centro en el trabajo físico puedo comenzar hasta que la actividad va resultando cada vez más monótona. Así cubierta por una fina pátina de sudor y con la respiración jadeante, poso los pies en suelo firme.
La idea de que esto sea una trampa se abre camino, pero la descarto, ya que he estado en manos de Dominik desde el instante en que acepte reunirme con Angelique en el parque. Percibo que estoy al comienzo de un largo pasillo gracias al destello de luz artificial que se cuela a través de unas enormes puertas abatibles al final del recorrido. El fuerte estruendo, los gritos y las animadas risas me atraen como una polilla hacia la luz, y con las manos irritadas por el roce contra la cuerda de esparto empujo las pesadas compuertas abriéndolas de par en par.
La enormidad del lugar resulta casi asfixiante, eso sin tener en cuenta que su estructura parte de una mundana fábrica de cristalería. Plagada de potentes focos que iluminan cada rincón, mi vista queda cegada en un principio ante el brusco cambio, pero después descubro lo que parece ser un cuartel instaurado por los demonios a espaldas de humanos y ángeles. Se divide en dos partes, la superior donde me hallo consta de una balconada principal de la que se ramifican varias pasarelas, como una serie de largos caminos suspendidos en el aire anclados al techo y que permiten una vista panorámica de todo lo que sucede en el nivel inferior. Solo se puede acceder mediante dos tramos de escaleras contrapuestos, además de tener que soportar el escrutinio de varios demonios armados para pasar.
Pero no es de extrañar la necesidad de tanto control debido al ingente número de demonios, que se agolpan abajo llamados por el olor de la sangre, el sudor y la violencia que acontece en una gigantesca jaula, donde los contrincantes combaten en un encarnizado duelo a muerte. Observando cómo estos seres luchan sin un ápice de piedad o respeto, ansiando ser quien se alce victorioso, una figura de espaldas llama mi atención.
Disfrutando del dantesco espectáculo, la robusta silueta percibe finalmente mi presencia y se gira ofreciendo por primera vez una vista idílica del rostro de mi progenitor. El que por muchos años que continuase imaginando, nunca habría dibujado con semejante perfección. Ataviado con un elegante traje se yergue con actitud relajada, mientras esos ojos tan negros y fríos como la noche, coronados por largas y espesas pestañas, me observan sagaces.
Semejante belleza me recuerda al arcángel Miguel, sin embargo la criatura aquí presente no exterioriza absolutamente nada, como un gigantesco bloque de hielo en cuyo interior hierve una fuerza malvada de un calibre pocas veces conocido por el mundo. Sus cabellos grises no lucen producto de la edad, poseen más bien un brillo plateado que le aporta carisma. Dominik puede haber yacido en el fuego de Bakal, pero su presencia es digna de acompañar a la luz formando parte de los originales, y ser el hombre del que mi madre se enamoró, aunque los únicos restos que quedan de esa vida soy yo.
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Editado: 19.02.2021