4 días para la luna de sangre.
En el instante en que se me ocurrió ir de compras con Erika jamás pude prever que aquello daría lugar a una vorágine de trajes, bolsos, tacones y carreras alrededor de todas las tiendas que es capaz de encontrar. En cierto modo la actividad me ayuda a distanciarme de lo sucedido, incluso llegando a constituir uno de esos pocos momentos en los que la vida parece adoptar un tono monótono. Durante largas horas me armo de paciencia para vestir todo lo que mi querida amiga escoge, pues se niega a irnos hasta dar con el vestido perfecto. Que llega al fin con una prenda bastante elegante, sobrepasando incluso mis sencillos estándares.
Devuelta en mi habitación, Erika camina de un lado al otro reacomodando su propio arsenal de cosméticos y en general todo lo que considera necesario para prepararnos. Ricky por su parte se ha encargado de desesperar a su hermana, atreviéndose a usar una americana, con unos vaqueros y su más preciada camiseta de «Metállica». Aunque para más inri decidió esperarnos abajo junto a Ethan, comiendo unas coloridas bolitas de queso sin temor a mancharse.
Evidentemente intentar que Ricky se rija por los convencionalismos sociales es como encadenar al viento, y eso es algo de lo que su melliza aún trata de hacerse a la idea por lo que escoge volcar toda su dedicación en mí. Tras convertir el espacio en un auténtico show room, comienza a peinarme mientras me pierdo en la imagen que refleja el espejo. Sé lo protector que Ethan es con su hermana pequeña y a pesar de su diferencia de edad, estoy igual de convencida que ella no lo es menos con él. Por lo que el miedo a perderla o que lo sucedido afecte a nuestra amistad me mantuvo callada durante las compras. Sin embargo ahora parece algo absurdo seguir ignorando el tema cuando es tan evidente.
—Me gustaría hablar sobre lo de esta mañana. Es cierto que tenemos que aclarar las cosas con más calma, pero no quisiera perderte por lo que acabe pasando —confieso sin poder evitar que mis palabras derramen un poco de la inseguridad que siento. No obstante su expresión se torna ligeramente más seria, como si se preparase para hablar sobre algo que considera delicado.
—Ethan es mi hermano y me preocupo por él, del mismo modo que contigo —asegura sin detener su labor con mi cabello—. No hemos crecido juntas, ni compartido tanto tiempo como nos gustaría… Pero eres la hermana que nunca tuve y lo que más me asusta es que acabéis hiriéndoos —añade exteriorizando la principal inquietud que todos tenemos respecto a este asunto.
—No quiero que piense que estoy jugando con él o con Brian —admito recordando las duras palabras que me dedico en el aparcamiento.
—Solo estaba enfadado. Tú no estás jugando a nada, el corazón no se rige por la lógica —dice con la empatía que la caracteriza.
—El problema es que el mío no sabe lo que quiere y estoy haciendo daño a demasiadas personas con mi confusión —afirmó consciente de que dicha revelación encierra una cruel, pero autentica realidad—. No sé qué hacer… —reconozco casi para mí misma, sabiendo que en algún momento el azar dictara sentencia y a pesar de no querer herirles, puede que para entonces todos acabemos siendo destruidos.
—Yo no soy una experta, pero creo que siempre hay un momento de inflexión, un instante en el que tu vida se estanca y acudes a las personas que más te importan —dice pensativa, como si se retrotrajera a alguna vivencia de su pasado—. Ahí es cuando descubres quienes son los tuyos.
—Es un gran consejo, gracias —admito recordando como siempre me he aferrado al amor de mi familia, sobre todo en los momentos más difíciles. Así que quizás con un poco de paciencia, mi corazón acabé por determinar cuál de ellos es el indicado.
—Solo vosotros podéis hacer que las cosas funcionen o terminen definitivamente, sea como sea, estaremos a vuestro lado —asegura afianzando con horquillas el semi recogido que me ha hecho—. Además gracias por venir con nosotros y por darle a Ethan el escarmiento que se merece —dice con un fingido tono malicioso, dispuesta regresar al ambiente distendido que manteníamos en un comienzo.
—¿A qué te refieres? —pregunto desconfiada, previendo las traviesas intenciones que se esconden detrás de ese rostro angelical.
—A que el muy traidor continúa sin querer acompañarnos y que cuando te vea se va a arrepentir por toda la eternidad —revela con un tono cargado de sátira que nos saca unas risas. Pero al mismo tiempo me hace pensar en si continuó resultándole impresionante a Ethan o por el contrario, llegará un momento en el que se dé por vencido y deje de luchar.
Sin embargo Erika no permite que indague más en dichos sentimientos, pues al finalizar con el peinado, me maquilla y cuando también está lista nos ponemos los vestidos. Con sumo cuidado escondo el llamador debajo del escote de la prenda, mostrando solo la fina cadena que lo mantiene sujeto a mi cuello, llevándolo a sabiendas de que me sentiré más segura con él. Haciendo equilibrismos sobre los bajos tacones que Erika me ha impuesto, recuerdo que Dominik se mueve en la oscuridad buscando la manera de alzarse victorioso. Pero por primera vez después de descubrir la profecía, tengo la sensación de que quizás aferrándome a mis convicciones puedo llegar a cambiar la nefasta predicción.
No obstante a medida que bajo las escaleras todos los pensamientos se diluyen al conectar con una mirada esmeralda que me contempla con tal impresión, que creo estarme ruborizando. Lo encuentro charlando con Ricky, marcándole las directrices para enfrentar esta velada, deteniendo su palabrería cuando escucha el sonido de nuestros tacones repiqueteando por el parquet.
Nos decantamos por un vestido compuesto de encaje y gasa, largo hasta los tobillos y que resalta cuidadosamente cada detalle de mi figura. De espalda al aire, con mangas compuestas por flores bordadas que decoran mis hombros y junto al cabello que cae enmarcando mi rostro, creo que jamás me he sentido tan hermosa.
Erika se alisó el pelo, maquillando sus ojos en tonos ocres que combinan con el vestido. Enteramente negro resalta sobre la tela un conjunto de girasoles amarillos con hojas en tonos verdosos, bordados alrededor de su delgada cintura. Por lo que es la prenda ideal para ella teniendo en cuenta su poder sobre la vegetación, además ha añadido unas finas piezas de joyería y unos tacones bastante más altos que los míos.
—He de reconocer que ambas estáis impresionantes —dice Ricky rompiendo el trance en el que su hermano y yo estábamos sumidos, de manera que al captar nuestra extrema cercanía nos alejamos movidos por el orgullo —. Como en esta familia no confían en mis habilidades al volante, Mark ha alquilado un coche para llevarnos. Nos espera fuera.
Despidiendo a su hermano con un abrazo que evidencia la confianza que existe entre ellos, Ethan se aproxima a Erika para corresponderle con el mismo afecto y mientras se encaminan hacia el coche, yo me dispongo aún a abandonar la casa. A medida que el salón se carga con la expectativa de quién será lo suficientemente sabio como para ceder en esta absurda separación, comprendo que nuestros egos son demasiado grandes y por ello decido salir sin habernos dirigido una sola palabra.
La simple idea de distanciarnos por completo resulta asfixiante y aunque es aún peor contemplar cómo nos herimos día tras día, me aferro a la idea de que esto es solo una pelea temporal. Así que aun sabiendo que dejo atrás a un dolido Ethan, subo al coche intentando poner mi mejor cara para no arruinarle la noche a los chicos. Cuando llegamos al aparcamiento del instituto, donde se escuchan reminiscencias de la fiesta que se halla en el interior, me contamino con la ilusión de Erika. Juntas ingresamos al baile acompañadas de un rezagado Ricky, quien luce decepcionado al descubrir la enérgica música pop que resuena por todo el gimnasio.
El espacio se ha vestido de gala para recibir a los jóvenes estudiantes en esta noche tan especial y por supuesto Erika se ve atraída de inmediato hacia la pista de baile. Pues a su vez Ricky se ha unido a un grupo de chicos de su edad con los que discute apasionadamente acerca de comics y superhéroes que escapan a mi entendimiento. Al comienzo la experiencia se presentaba prometedora, pero no estoy encontrando demasiado divertimento, quizás por mi actitud taciturna. Aunque he de decir en mi defensa que el ser incapaz de escuchar mis propios pensamientos por encima del sonido de la música, resulta bastante irritante.
Hasta que llegado un momento mi mente comienza a torturarme con imágenes de un trajeado y apuesto Ethan, arropándome entre sus brazos mientras bailamos en medio de la multitud. Cuando reparó en que dicha ilusión no es del todo falsa, pues estoy contemplando a un apuesto joven, pero que nada tiene que ver con Ethan. Este muchacho camina entre los demás ataviado con un traje negro tratando de localizar a alguien, cuando sus ojos grises recaen en Erika y Ricky trayendo a su rostro un rictus de preocupación que no comprendo del todo.
Pero del mismo modo no puedo creer que esté aquí tras haberme asegurado que no vendría, aunque yo le prometí lo mismo, así que está claro que ambos somos muy malos mentirosos. Como si pudiera escuchar mis pensamientos su mirada me encuentra y de inmediato se aproxima sin importar quien se cruza en su camino, hasta que estamos a unos pies de distancia con la respiración un tanto acelerada.
—No deberías estar aquí —dice en un susurro, como si se tratara de un íntimo secreto.
—Se suponía que tú tampoco —contraataco con calma, pudiendo apenas contener la felicidad de volver a verle especialmente en este contexto, pues parece que estamos predestinados a encontrarnos. Lejos queda cualquier sentimiento de ira por el mutuo engaño, ya que como es costumbre con él todo desaparece bajo la pasión que arde en lo más profundo de nuestras almas.
Ante mi respuesta suelta una desanimada carcajada, como una risa vacía, incluso un tanto apesadumbrada. Ahí es cuando percibo que es el mismo sentimiento que irradia su expresión, la cansada resignación de batallar por algo para lo que ya no albergas esperanza.
—¿Me harías el honor de concederme un baile? —pregunta raudo, presintiendo el rumbo de mis pensamientos y antes de que pueda cuestionarle qué está sucediendo encuentra una manera de distraerme.
Pero sin querer presionarle y a pesar de mis inexistentes dotes como bailarina, me dejo guiar hasta la zona más apartada del salón. Tomando posiciones contengo la respiración cuando me pasa la mano por la cintura acariciando mi espalda al descubierto, al igual que asió su cuello incapaz de contener el deseo de acercarlo un poco más. Dejándole llevar el control, la fiesta gira a nuestro alrededor, pero solo tenemos ojos para el otro.
—Estás bellísima, aunque he llegado a la conclusión de que jamás podré contemplarte sin apreciar tu encanto —dice como si fuera un gran descubrimiento. Haciéndome sonrojar con su galantería y preocupándome de igual manera por esta actitud taciturna.
—Tú también estás muy guapo —le alago embebiéndome de la delicadeza de sus rasgos y la robustez de su porte, mientras acaricio una de las solapas de su traje percibiendo el calor que desprende su cuerpo por debajo de la prenda.
—Desde el momento en que te conocí, tu personalidad ha tenido sobre mí la más extraordinaria de las influencias. Has dominado mi alma, mi cerebro, mis energías. Te convertiste en la encarnación tangible de ese ideal nunca visto cuyo recuerdo obsesiona a los artistas como un sueño inefable —narra de repente tras un largo silencio, despertándome del placentero letargo con nada menos que un extracto de la obra «El retrato de Dorian Gray». Cuestiono por qué habrá escogido un personaje tan irremediablemente condenado para describir un amor que desde mi perspectiva, es como un milagro en medio de una existencia plagada de tragedias—. Las palabras carecen de significado si no se acompañan con actos y aunque daría la vida por poder amarte como mereces, un alma como la mía carece del valor necesario para comprar un segundo a tu lado, ni más fuera percibir el aroma de tu cabello —continúa robándome el aliento no solo con su discurso sino por la imagen de un joven, o más bien un hombre, que tengo la sensación de desconocer. Aunque quizás ahora es cuando lo veo con mayor claridad, pues la fiereza y la absoluta entrega que refleja no da lugar a fingimientos.
—Brian —respondo en un susurro ahogado, comenzando a pensar que quizás jamás haya habido en realidad una elección que hacer y desde el instante en que nuestras miradas se encontraron aquel día en clase estuvimos irremediablemente bendecidos a pertenecernos hasta la muerte.
—Lo que intento decirte es que puede que tú no seas mía, pero yo te pertenezco y siempre voy a amarte incluso cuando mis actos luzcan distorsionados a través del odio —me interrumpe antes de que pueda continuar, como si fuese algo que ha luchado por esconder en lo más profundo de su ser, pero que ahora necesita aclarar. Una alarma se acciona en mi interior y temo que esto sea una despedida, sin embargo lo descarto sabiendo que sería incapaz de hacerme algo tan horrible.
—Yo jamás podría odiarte —sentenció acercándome para sellar este momento con un pasional beso, sintiéndolo diferente a cualquier otro que hayamos compartido. Pues toma mis labios con reverencia, apreciando mi sabor y el tacto de nuestras bocas, mostrando con acciones todas las bellas palabras que me ha dedicado.
—Mientras yo me pregunto si alguna vez pude hacerlo realmente —susurra tan bajo una vez que nos separamos que a penas puedo oírle, y enamorada de la manera en que me acaricia el rostro con tanta veneración, como si estuviera memorizando cada uno de mis rasgos, no le pregunto a qué se refiere—. Creo que son demasiadas confesiones para una noche, ¿Te gustaría beber algo?
—Si, gracias —respondo volviendo a la realidad, encontrando que no solo la calmada música con la que comenzamos nuestra danza se ha evaporado, sino que la fiesta parece haber alcanzado su punto álgido.
—Ahora mismo vuelvo —asegura dándome un delicado beso en la palma de la mano, mostrándose reticente a marchar de mi lado siquiera un minuto, pero no lo culpo pues igualmente añoro su presencia mientras lo veo encaminarse hacia una de las mesas del catering. Recorriendo con la mirada su ancha espalda me dejo llevar por la belleza de esta noche y en cómo todo se ha tornado una auténtica fantasía gracias a él.
Me ama y lo hace tanto como yo a él. El mundo por entero se tiñe de un brillante color, dejando a un lado todo el mal que he descubierto en estos meses. Rememoró su delicada confesión, la suavidad de sus manos acariciando mi piel, en lo especial que me siento a su lado... Me sumerjo de tal manera en dichas sensaciones que tardo en ser consciente del tiempo que ha transcurrido en realidad y de la repentina ausencia de Brian en la sala.
Un extraño presentimiento me sobreviene y con una creciente preocupación abandonó el instituto buscándole por los aparcamientos, incluso en los jardines, decidida a dar con él antes de que sea demasiado tarde. Hasta que escucho el sonido de unas voces exaltadas, junto a la habitual sensación que me advierte de su presencia incluso antes de atisbar su leonada melena pelirroja entre el oscuro manto de la noche. Intentando ser lo más sigilosa posible me aproximo hasta que tengo una visión clara de Brian peligrosamente cerca de una alterada Angelique, representando mi mayor miedo.
Aterrorizada comprendo la ventaja que supone la ignorancia de ambos respecto a mi presencia, por lo que rauda hilo una estrategia que me permita sacarlo de la línea de fuego. Sin embargo en el instante en que doy un paso más, Angelique desenvaina de su gabardina roja una enorme daga y la entierra en el estómago de Brian sin piedad. Mientras contempló impotente cómo la vida lo abandona emito inconsciente un desgarrador grito, y con las lágrimas surcando mis mejillas no medito sobre el peligro que corro al acercarme para cubrir su cuerpo en un inútil intento de protegerlo.
Siempre he sabido el enorme riesgo al que lo estaba exponiendo negándome a olvidarlo, así que podría decir que en realidad he sido yo quien lo ha matado. Brian me lo ha dado todo y solo por la maravillosa persona que es, merecía un final mejor. Ahora entiendo que Dominik tiene razón, siempre termino hiriendo a las personas que amo, aunque esto va más allá de una simple pérdida. Junto con el hermoso joven de ojos grises también se va una parte de mí, una esquirla de mi alma que no recuperaré jamás.
Pues a pesar de lo injusto que suene él siempre será mi primer beso, mi libertad, un ardiente deseo… Brian es mi primer amor. Con cuidado sostengo su cabeza en mi regazo consciente de lo extrañamente rígido que se encuentra el cuerpo, pero cegada por el dolor no percibo hasta varios minutos después como su piel palidece y unas pronunciadas ojeras aparecen arruinando su hermoso rostro. A una velocidad anormal su figura se desinfla aportándole una apariencia aún más cadavérica, sin embargo contemplo absorta a mi enemiga quien disfruta de la escena con sádica satisfacción.
—¿Por qué? —cuestiono sin apenas voz, a sabiendas de que le supone una oportunidad de oro para continuar burlándose de mi sufrimiento, ya que la venganza se encuentra demasiado lejos de mis afligidas manos.
—Ni siquiera teniendo la verdad ante tus ojos eres capaz de verla —escupe con odio, dejando en claro lo irritante que le resulta mi ingenuidad—. ¿Realmente crees que tu amado habría aguantado tanto tiempo con vida de no ser por el designio de Dominik? —añade con malicia.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto con cautela, sin comprender aún la lógica de sus palabras, pero advirtiendo que detrás del crimen de mi amado existe una realidad mucho más oscura de lo que jamás hubiera podido llegar a imaginar.
—Cuando Dominik descubrió tu existencia, se juró que te haría caer como fuera ¿Y qué os hace flaquear más que el amor? —relata disfrutando con cada segundo de esta tortura, reservando lo que considera la mejor parte para el final.
—No —imploro, vaticinando por qué caminos circula esta trama y dudando de si seré capaz de continuar tras semejante golpe. Pues si mis sospechas son ciertas, la muerte comparada con el dolor que sufriré de por vida, representa una maravillosa nada.
—El cuerpo al que tanto te aferras ni siquiera es el verdadero Brian. Él es uno de nuestros aliados, un demonio con el poder de poseer cualquier cuerpo humano que se le antoje —confiesa destruyendo mi mundo. Todo en lo que he creído u confiado, me abandona ante una traición solo comparable a la que Dominik instigo sobre la raza angelical. Horrorizada aparto el cuerpo dejándolo desmadejado en el suelo y comprendo que han conseguido lo que querían, me han destruido.
—Mientes —murmuró ajena de lo bajo que estoy cayendo al pedirle algo así a un ser carente de corazón, pero prefiero que me apalee hasta acabar convertida en un despojo a ver desfilar mis pecados por haber sido incapaz de concebir que el que considere mi salvador, se trató siempre de mi verdugo.
—Él debía hacerlo, de ese modo tu querida familia jamás presentiría que un demonio rondaba cerca. Escogió el cuerpo y en poco tiempo comías de la palma de su mano —recuerda de manera que mis lágrimas ya no son por él, si no por lo que les he hecho a ellos con tal de disfrutar de la compañía de Brian, de sus besos, de sus bonitas palabras, de su veneno —. Aun así esto se ha alargado demasiado. No solo el cerebro del humano ha muerto, también su cuerpo ha comenzado a deteriorarse y por eso se descompone tan rápido —dice aportando una explicación al cadáver casi putrefacto que desprende un hediondo olor entre nosotras, y acrecienta más mi desazón interna.
—Todo ha sido una mentira —reitero sin creer como hace unos instantes he besado el cielo y ahora estoy rodeada por las ardientes llamas del inframundo. Es donde merezco estar, inclusive quizás el lugar al que siempre he pertenecido, pero no por ello la bondad que aún reside en mi alma está dispuesta a colaborar en convertirme en un cascarón vació como cualquier demonio.
—No tienes idea de cuánto nos hemos reído, el apreciado ángel de luz se enamora de un demonio puro —se regodea comenzando a acercarse peligrosamente hasta mí, y al contrario de lo que espera no muevo un dedo para escapar—. Deberías agradecerme, él solo te repudia, cada día le pide a Dominik poder acabar con esto —dentro de todos los insultos y el acoso que me ha profesado desde que nos conocimos, reconozco que en cierto sentido ha representado mi salvación. Adoptando el papel de mensajera, más tarde de lo que me hubiera gustado y por supuesto sin intención de traer dicha con su anuncio, me ha abierto los ojos. Aunque aún está por determinar si esto me reafirmará a continuar con mi lucha contra el mal o rendirme a su favor.
Aprovechando este instante de debilidad, Angelique se dispone a atacarme cuando una sombra negra se cruza entre nosotras y todo sucede tan rápido que apenas soy consciente de quien se trata. Hasta que el susodicho envía la pelirroja a varios metros de distancia de un solo golpe y al reconocerlo me levanto de inmediato. Por mucho que haya intentado disolver el recuerdo, admito que no es la primera vez que veo su rostro. Y tan solo puedo imaginar las mañas que habrá cometido a mis espaldas, incluso mientras trataba de salvar a los Bennet, tomando parte en todas las desgracias que nos han ocurrido. Él es a quien realmente le compartí mi alma, mi corazón y estuve dispuesta a entregarle mi cuerpo creyendo que jamás volvería a sentir algo así por otra persona, ni siquiera por mi destinado.
Solo cuando Angelique opta por mantenerse al margen, encantada tras haber cumplido con su cometido, el verdadero Brian y yo nos examinamos detenidamente. Este hombre alto, de brazos torneados y largas piernas no tiene nada que ver con el joven humano del que me enamore. La vestimenta negra que emplea resalta su figura, al igual que sus cabellos azabaches enmarcan un rostro de rasgos duros, mandíbula angulada, labios carnosos y nariz recta. Este ser posee una belleza carnal, sin embargo su expresión solo transmite una fingida aflicción.
—No tengo derecho a mirarte siquiera, pero al menos por lo que vivimos hace un instante, permíteme explicarte —súplica exponiendo su verdadero tono de voz, profundo e incluso algo denso, quizás por las falsas emociones de las que intenta hacer alarde.
—No voy a permitir que me sigas engañando —sentenció con renovada dureza, decidida a ser implacable.
—Es cierto que soy un demonio enviado por Dominik —asegura ahondando en la herida que hoy me ha desgarrado el corazón en dos. No obstante sanará con el tiempo y ninguno de ellos podrá huir de mi venganza—. Al principio no eras más que un objetivo, pero incluso entonces me hacías pensar en cosas que jamás había planteado. Aprendí lo que es sacrificarse, tener miedo por otra persona que no eres tú mismo, me enseñaste a amar y creo que quizás existe otro camino lejos de hacer el mal —relata en un discurso cargado de emoción, pero aunque me cueste la vida no volveré a caer rendida a sus pies.
—Tú no sabes lo que es el amor —escupo con rabia, a medida que todo lo que he entregado para estar con él arde en mi interior despertando una furia oscura que lejos de atemorizarme hace que me sienta más fuerte que nunca.
—Yo también creí eso, que era simple deseo, obsesión… pero aunque implique una condena eterna, yo te amo Jessica —proclama con fuerza, como si deseara gritarlo al mundo entero y no solo para mí. Una promesa de que él es únicamente mío, sin embargo cada aliento que exhala ya tiene dueño—. Por eso te pedí que no vinieras al baile, por eso intente evitar la explosión en casa de los Bennet, por eso he desobedecido a la mismísima oscuridad —explica intentando demostrar que nuestro amor lo ha motivado a cambiar, que ha sido capaz de sublevarse solo por protegerme a expensas del castigo que recibirá, que algo como una relación entre un ángel y un demonio es posible.
—Mientes.
—Dominik espera que te rindas por esto, pero ambos sabemos que a pesar del dolor, continuarás luchando —asegura manteniendo esa actitud de Romeo torturado ante la posibilidad de perder a su Julieta—. Desde que comprendí que mi vida no es nada sin tu presencia en este mundo, sé que estoy condenado. Los horrores que he cometido en el pasado me persiguen y solo porque tú te has convertido en mi alma, continuó esforzándome por ser mejor —añade como si hubiera deseado decírmelo desde hace más tiempo del que puedo imaginar.
—No sé cómo Dominik pudo creer que caería por un ser tan insignificante. Me has engañado, incluso reconozco que llegué a enamorarme, pero nunca me rebajaré a estar con un monstruo como tú —digo obviando el daño que me autoinflijo con semejantes mentiras para solo disfrutar del sufrimiento que le estoy produciendo—. Me repugnas, incluso más que yo misma… —continuó llenándome cada vez más de esa densa emoción que detesto, sin embargo en estos instantes es lo único que ayuda a mantenerme en pie.
—Puede que me odies, pero lo que sentimos nada ni nadie podrá borrarlo —reclama cuando comienzo a alejarme del lugar, con la esperanza de que la distancia ayude a paliar tanto sufrimiento.
—Haré mucho más que olvidarme de ti. Esta noche te perdonó la vida, pero si vuelves a cruzarte en mi camino acabaré contigo sin piedad —amenazó empleando un tono carente de emoción, dejando el testigo de una advertencia tan peligrosa que huyo lo más rápido posible antes de que sea demasiado tarde.
Corro por el campus aún portando el precioso vestido, que ahora no es más que una maraña de tela rota manchada de sangre y mis propias lágrimas. Mientras atravieso la enormidad de la cancha de rugby una poderosa tormenta ruge en el cielo, sin embargo ajena al resto del mundo permito que me empape sin sentir siquiera frío u incomodidad. Inclusive la rabia hubiera sido un buen aliciente para continuar peleando, pero no soy más que un cascarón vacío, e indefensa caigo de rodillas sobre el césped. Apretando las manos en puños me clavo las uñas contra las palmas, en un desesperado afán por contenerlo.
Él es mi enemigo y eso no cambiará jamás. He caído tan hondo que ya no puedo seguir resistiéndolo y la oscuridad me abandona, junto con un grito agónico que hace estallar todos los focos del campus. Sumida en la más densa de las noches y bajo el murmullo de unos desconocidos alaridos en la lejanía, lloró con tal desconsuelo que incluso la luna se esconde incapaz de seguir contemplando la aflicción desesperada que solo una pena de amor puede producir.
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Editado: 19.02.2021