Miércoles, 16 de Octubre.
4 días para la luna de sangre.
Una hora después me aventuro a regresar al instituto, necesitando el respaldo de Erika y Ricky para irnos a casa. Al fin las lágrimas se han secado, aunque los ojos hinchados junto con mi desmejorado aspecto son suficiente evidencia de lo que ha sucedido. Perdida por el campus, espero que mis pasos me guíen a algún lugar seguro, cuando un estruendoso alboroto termina conduciéndome a la salida de emergencias del edificio.
En mi estado apenas medito sobre lo que puede estar sucediendo, no hasta que estoy sumida por completo en la marabunta de llantos y gritos de jóvenes asustados. Buscando dar con algún rostro conocido que pueda explicarme que ha pasado, solo veo ambulancias, coches de policía y alumnos siendo apaciguados por los profesores. El presenciar semejante caos parece despertarme y temo que algo les haya sucedido a Erika y Ricky, sobre todo cuando capto como varios estudiantes abandonan el lugar con ayuda de los paramédicos debido a sus severas heridas.
Ansiosa me abro paso entre la multitud gritando sus nombres necesitando asegurar que están bien, sobre todo ante la idea de que esto ha sido provocado por la oscuridad, a pesar de que no puedo sentir la presencia de un demonio rondando cerca. En dicha espiral de miedo e incertidumbre, logró atisbar el brillo de un cabello rubio platino y al instante me inunda una inconmensurable sensación de alivio.
—¡Erika! —gritó con fuerza observando con satisfacción cómo la joven se gira al instante, reconociéndome y tras avisar a Ricky se aproximan.
—Jess —dice con un tono marcado por la desesperanza, sin embargo yo me siento mejor ahora que estoy junto a ellos—. ¿Estás bien? —pregunta examinándome con la mirada y sé que mi apariencia atestigua que algo horrible ha sucedido. Pero por la preocupación en sus expresiones y el jaleo que nos rodea, escojo callar sobre lo ocurrido al menos por el momento.
—Sí ¿Vosotros estáis bien? ¿Qué ha pasado? —pregunto esquiva, cuestionando si en realidad he decidido esconder la verdad por la vergüenza que me produce reconocer que he sido engañada por Dominik todo este tiempo.
—¿Cómo que ha pasado? ¿Dónde estabas? No sabíamos si te había sucedido algo, si alguien… —rebate alterada, inspirándome cierta desconfianza con el nerviosismo que presentan, como si estuvieran escondiendo algo.
—Erika, cálmate —pide Ricky tomando el control de la situación ante el inusual comportamiento por parte de su melliza—. Una explosión ha hecho estallar las ventanas, al principio pensamos que se trataba de un ataque, pero la policía no ha encontrado explosivos. Además toda Manhattan se ha quedado sin luz, ni siquiera nosotros sabemos que ha ocurrido —dice queriendo compartir conmigo su versión de los hechos, aunque hablando con cierta celeridad. Su mensaje cala hondo en mi psique y recuerdo como hace un instante libere aquella fiera oscuridad, llegando a la conclusión de que solo yo he podido ser la culpable de este desastre.
—Ricky —le suplica Erika con urgencia, interrumpiendo mis pensamientos y la oleada de culpabilidad que esta a punto de arrollarme, ante la mirada cargada de entendimiento que se dirigen el uno al otro. Por lo que me armo de valor al formular la siguiente pregunta, albergando la esperanza de encontrar las fuerzas suficientes para afrontar una nueva complicación.
—¿Qué sucede?
—Uno de los ángeles que patrullaba la casa acaba de avisarnos de que ha habido un ataque, no sabe si hay supervivientes —dice Ricky mostrando en su expresión lo mucho que le duele contármelo tan de sopetón. Pero es incapaz de hacerlo más despacio, ahogado en sus propias emociones turbulentas. Con ello el joven deja caer sobre mí un balde de agua fría que barre con todo, desde lo sucedido hasta las preocupaciones más banales, pues la idea de que Ethan este muerto se convierte en mi fatídica obsesión.
—Ethan —su nombre sale de entre mis labios como una plegaria, una súplica para que se aferre a la vida hasta que nosotros lleguemos a velar por ella. Sin mediar más palabras salgo corriendo, abriéndome paso a golpes entre el gentío, pues necesito desaparecer del escrutinio de cualquier humano para hacer uso del llamador. No tengo derecho a reprocharles nada, todos estamos igual de asustados, pero desde que lo supieron debieron haber acudido en su ayuda, nada importa más que él, mucho menos yo.
—¡Jessica espera, no sabemos si es una trampa! —grita Ricky a mi espalda mientras acompañado de Erika me persiguen tratando evitar lo que para ellos es una imprudencia, aunque sé que este fue su primer instinto tras descubrir que habían asaltado la casa. Pero por encima del corazón se impuso su entrenamiento así que yo seré quien rompa las normas, porque no me importa lo que tenga que entregarle a Dominik con tal de que deje a Ethan con vida.
Cuando estoy lo suficientemente alejada de la multitud agarró con fuerza el llamador y aferrándome a su poder, dejó que me guíe a través del espacio, hasta que vuelvo a abrir los ojos ya en casa. Solo entonces me permito expresar un instante de flaqueza inhalando una bocanada de aire. Él mismo dijo hace no mucho que a pesar de no haber sellado nuestro vínculo como destinados, si alguno falleciera el dolor sería inmediato. Aun así pienso que quizás mi traición con el demonio farsante ha sido tan enorme que ha roto esa conexión y Ethan podría estar muerto en estos momentos.
Rememoro la horrible manera en la que nos tratamos la última vez que nos vimos y un dolor punzante se clava en mi pecho. No he tenido la oportunidad de expresarle de verdad el cariño que le profeso, incluso tal vez ya no tenga la ocasión de pedirle perdón por mi carácter esquivo. Siendo aplastada por la culpa y el dolor cruzó la calle dispuesta a dar con él o lo que quede de su cuerpo, sin embargo al llegar a la puerta caigo en que no llevo las llaves conmigo, así que alejándome un poco cargo contra ella abriéndola de una patada.
Ignorando los renovados reclamos de Erika y Ricky, ingreso a la vivienda y comienzo examinando el vestíbulo para continuar con el despacho sin demasiada ceremonia. Tan solo grito su nombre, con la esperanza de escuchar alguna respuesta. Al salir encuentro que los mellizos llevados por la desesperación buscan también a su hermano, por lo que mientras Ricky se encarga de la planta alta y Erika de la cocina, yo me dirijo al salón.
—¡Ethan! —llamo entre lágrimas al encontrar solo un evidente desorden, que demuestra cómo el joven se resistió hasta el último instante. Por un segundo la imagen del cuerpo sin vida de mi madre retorna con fuerza, pero trato de reconfortarme pensando en que quizás los demonios lo hayan raptado. Estoy a punto de abandonar, cuando advierto una sospechosa mancha carmesí en uno de los sofás y de inmediato me acerco descubriendo detrás de este el cuerpo inconsciente del joven.
—¡Lo he encontrado! —gritó con fuerza para avisar a sus hermanos, siendo consciente de que los nervios no me permiten manejar esta situación de la manera adecuada.
Aun así no puedo contener la necesidad de estar junto a él, por lo que me arrodillo advirtiendo las severas magulladuras que recorren su rostro, además de profundos cortes y un enorme charco de sangre que proviene de alguna brecha en su cabeza. Con toda la delicadeza que logro reunir, acomodo su torso en mi regazo intentando hacerle reaccionar.
—Ethan por favor respóndeme —reclamo entre sollozos, incapaz de verlo sufrir de esta manera. Estoy tan sumida en la pena que ni siquiera advierto cuando Ricky y Erika me alcanzan con expresiones horrorizadas ante la primera impresión que reciben de él.
—Erika escúchame, llama a Mark —pide Ricky teniendo la delicadeza de tomar entre sus manos el rostro de la joven al ver que no reacciona e intenta repetirle el comando con mayor determinación—. Puedes hacerlo —asegura haciéndola consciente de que mi tío es el único que podrá salvarlo.
—Iré a por unas toallas, debemos detener la hemorragia —me advierte dándole una última mirada cargada de dolor a su hermano, antes de correr escaleras arriba dejándonos solos.
—Perdóname, por favor… —imploro con voz rota, advirtiendo que mi llanto se ha tornado un alarido incontrolable—. Te lo suplico, no me dejes —digo acercando nuestros rostros, como si la proximidad pudiera romper la barrera de la inconsciencia.
Por fortuna Mark aparece instantes después, convirtiendo el resto de la noche en una loca vorágine en la que nadie se separa de Ethan ni por un segundo. Los errores del pasado me carcomen al contemplarle tumbado en la cama del cuarto de invitados, mientras Alex sujeta a una ansiosa Carmen tratando de acallar su miedo. Todos depositamos nuestra fe en Mark, quien se desvive por salvar la vida del muchacho y en ningún momento nos detenemos a valorar como hemos podido perder tanto en unas horas.
Elizabeth ha desaparecido junto con el libro de las sombras, la poca inocencia que quedaba en mí ha sido pisoteada por Brian liberando una fuerza oscura de incalculables magnitudes que ha herido a miles de inocentes, y Ethan se encuentra a las puertas de la muerte. Confusa contempló como todos se encomiendan fervorosamente a la luz creadora, yo en cambio, a penas logró dar con la luz en mi interior.
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Editado: 19.02.2021