Domingo 20 de Octubre.
Noche de la luna de sangre.
Sentada en la esquina de la cama, contemplo el amanecer despuntando en el horizonte tras toda una noche en vela. La inseguridad no me ha dado tregua ni un instante, de hecho ataviada con la misma ropa de ayer continuó dirigiendo vistazos desconfiados hacia la puerta de la habitación, esperando lo peor. No he de confiar en que Dominik cree en mi entrega, el pasado ha probado en miles de ocasiones que las palabras de un demonio no tienen valor alguno, por lo que tal vez a pesar de todo ni siquiera mi vida esté garantizada.
Aunque no es eso lo que más me preocupa, inquieta me levanto para contemplar mejor la ciudad de Manhattan en todo su esplendor, bulliciosa y repleta de humanos que comienzan su día ajenos a lo que está por venir. Al contrario de Elis donde las razas que no están capacitadas para luchar buscan refugio y los demás toman las armas, pero quizás ni eso les salve llegado el momento. Niños, bebés, familias enteras quedarán destruidas por la maldad de una entidad confinada en el cuerpo de un traidor. Y solo yo tengo la oportunidad de evitarlo.
Por eso no importa lo que deba entregar con tal de acabar con el ser que arruinó mi vida y la de muchos otros. Sin embargo Dominik es letal, la oscuridad se encargó de ello cediéndole durante años resquicios de su poder, para asegurar su supervivencia cuando esta noche lo reciba por completo en su cuerpo. Así que pillarlo desprevenido no será nada fácil, además de esquivar la vigilancia de los demonios que lo rodean y sus fieles favoritos.
Por mientras trato de no pensar en mi familia sabiendo la preocupación que los estará torturando. Conocedora de los inconvenientes que pueden llevar mi plan a la ruina, creo poder abandonar este plano feliz si sé que les he salvado. Algo que he aprendido del arcángel Miguel es que el sacrificio de uno no importa, cuando involucra el bien de muchos. El ferviente amor que siento por una raza que hace no demasiado desconocía y por lo que todos denominan como luz creadora es tal, que comienzo a sospechar que tal vez este es mi verdadero destino, entregarme para salvaguardar algo mucho más grande que yo misma.
Horas más tarde un demonio ingresa a la habitación, situando una enorme caja negra en la superficie más cercana y escabulléndose tan veloz que apenas tengo la oportunidad de cuestionar qué está sucediendo. Camino en círculos alrededor del presente examinándolo, meditando sobre la posibilidad de que Dominik ya no esté en el hotel, preparándolo todo para su gloriosa noche. Sopeso la idea de ser una ingenua rehén o incluso que estén amenazando al arcángel o a mi familia de algún modo… Hasta que siendo evidente como la curiosidad está haciendo mella en mi lógica, apartó de un manotazo la tapa del regalo decidida a acabar con esto.
Lo primero que encuentro es una elegante tarjeta escrita a mano por Dominik, donde ofrece el privilegio de acompañarle a almorzar en este gran día, esperando que sepa apreciar la ropa que me ha escogido para la velada. Repugnada por su falsedad apartó el papel de seda atisbando la suave tela negra de lo que parece un largo vestido de cóctel, con sus correspondientes zapatos de tacón. El primer instinto es destrozar la ofensiva prenda con mis propias manos, pero al refrenar esa ira, reconozco al menos de manera superficial sus intenciones.
Todo se basa en un juego de poder y para cuando me animo a enfundarme el conjunto, resulta aún más evidente. Contemplando mi reflejo en el espejo es como si cualquier vestigio de la Jessica que todos conocen desapareciera, o más bien hubiera sido consumida por la imagen de una mujer empoderada, malévola y capaz de hacer cualquier cosa con tal de lograr lo que desea, como él. Solo con esto me ha puesto a su nivel, al menos exteriormente pues cuando crea tenerme en la palma de su mano, yo estaré esperando el momento indicado para asesinarle.
Me recojo el cabello en una coleta alta dejando que algunos largos mechones enmarquen mi rostro aportando una apariencia aún más feroz, y una vez que estoy lista acudo al baño para conseguir el elemento que marcará el punto culminante de esta reunión. Minutos después llaman a la puerta, por lo que suelto un entrecortado suspiro con el que trato de dejar aquí cualquier nerviosismo y rozando el muslo para asegurar que todo está en su sitio, abro. Encuentro al mismo demonio que se coló hace unos instantes para dejar la caja y el cual se abstiene de nuevo a dirigirme la palabra o darme una ligera ojeada. Solo levanta su mano en un gesto de invitación, así que con actitud serena adopto la misma postura regia que siempre percibo en ellos y lo acompañó a enfrentar el momento que tanto ansió.
Ya en el ascensor toda duda o cuestionamiento desaparece a medida que las compuertas se abren, desvelando como el piso se encuentra plagado de más demonios de los que jamás pude haber imaginado. En mi camino a lo largo del pasillo noto sus escrutadoras miradas, esperando cualquier movimiento brusco para abalanzarse en pro de su amado señor. La tensión se palpa en el ambiente poniendo en juego la fe en mi objetivo.
Aun así cuando estoy cara a cara con él luce encantado mientras preside una larga mesa de cristal, donde bajo las campanas metálicas esperan con toda seguridad deliciosos manjares. Dando ligeros sorbos de su copa de vino tinto, tiene la fina educación de levantarse y besar mi mano, antes de conducirme hasta el asiento. Cautelosa domino mi expresión a medida que colocó la fina servilleta de lino en el regazo y dos de sus sirvientes dan los últimos retoques para asegurar un banquete perfecto.
—Disculpa la falta de privacidad, pero como comprenderás debo cuidar mis espaldas —asegura regresando a su lugar recolocándose meticulosamente el traje.
—Pensé que confiabas en mí —rebato comenzando a sentir la verdadera presión de estar atrapada, con el aliciente de que él continúa a la defensiva.
—No es por ti, querida. Esos sucios ángeles se preparan para frustrar mis planes y debo ser precavido —responde con seguridad, aunque era evidente que jamás se atrevería a dejar su espalda al descubierto en un día como hoy. Por lo que solo cabe esperar a que se aproxime lo suficiente para asestarle el golpe final o de lo contrario seré interceptada de inmediato por nuestros espectadores.
Inconscientemente me remuevo en la silla nerviosa al imaginar dicho instante, y de algún modo el trozo de cristal atado a mi muslo lacera la piel obligándome a agachar la cabeza para esconder el dolor. Minutos antes me envolví la mano con una toalla y rompí el espejo del baño, escogiendo la esquirla más grande con el objetivo de empuñarla como arma. Ahora mientras siento las espesas gotas de sangre deslizarse por mi pantorrilla contempló la mesa desprovista de cuchillos, pues nuestra comida viene fileteada y confirmo que mi obsesiva precaución ha sido un acierto.
—¿Qué te parece? —pregunta con absoluta serenidad mientras se lleva a la boca un trozo del Filet Mignon casi crudo que nos han servido.
—Exquisito —respondo con falsa gratitud, sin atreverme a probarlo por temor a que esté contaminado con alguna droga.
—No te haría daño, mucho menos ahora que eres una de los nuestros —comenta de manera distraída, al captar que muevo un pedazo de carne de un lado al otro del plato dando solo cautelosos sorbos a mi copa de agua.
—Yo no soy como los demás —impongo reflejando la misma altanería que él tiende a manifestar, pues estando en su terreno haré empleo de sus normas o más bien, de la falta de estas.
—Lo sé, aquella noche que te vi por primera vez en casa de Mark pensé que no eras más que una cría asustada, pero he de reconocer que mi impresión ha cambiado radicalmente desde entonces —manifiesta con una sonrisa maliciosa, confiando en que todo mi poder se encuentra ahora a su disposición.
—¿Y cuáles son tus conclusiones? —pregunto fingiendo interés.
—Que eres audaz como tu padre y juntos, seremos imparables —proclama como si se tratara de una sentencia inamovible, recordándome con ello el lazo de sangre que por desgracia siempre nos unirá.
—Es curioso que creas que he heredado algo de ti, cuando hace no mucho ni siquiera era consciente de tu existencia —replicó con cierta rudeza sin poder soportar esa aura de satisfacción que lo rodea.
—Entiendo que estés dolida, pero todo lo que he hecho, Brian, incluso el asunto de los Bennet… —explica pronunciando su discurso de manera pausada, como un adulto tratando de hacerle comprender algo a un niño pequeño. Sin duda me muestra más respeto siendo su enemiga que como aliada. Pero es de esperar que teniendo a su lado a alguien igual o incluso más poderoso que él, trate de menospreciarlo, del mismo modo que hace con Angelique—. Todo ha sido con la finalidad de mostrarte quién eres en realidad, para despertar tu verdadera naturaleza. Gracias a ello, ahora estamos juntos —sentencia hilando una fabulosa historia que obviamente ha culminado con mi llegada, pero que en mi mente lo hace con su asesinato.
—En tus mórbidas lecciones, ¿También entra el haber asesinado a mi madre y herir casi de muerte a mi destinado? —preguntó con sorna, decidida a no mostrar el dolor real que ha causado.
—No dramatices el joven está bien y con respecto a tu madre, ya hablamos de eso, ella no era buena para ti —responde describiendo su muerte como una simple piedra en el camino, con lo que aviva una ira que amenaza con salir a la superficie.
—Siempre te odiaré por eso… —reconozco, calmándome solo gracias al recuerdo de todo lo que hemos sacrificado para situarme en esta beneficiosa posición y que la venganza se encuentra cada vez más cerca—. Pero eres el único capaz de comprender mi oscuridad, ¿Está todo preparado para esta noche? —continuo con naturalidad, concediéndole el único derecho que tiene sobre mí, el que atañe a esa mancha malvada que me maldijo incluso antes de nacer.
—Por supuesto. De hecho con la intención de probar mi compromiso, te he preparado un lugar privilegiado para que contemples como mis planes se hacen realidad —responde alzando su copa de vino en un brindis silencioso.
—No he venido para verlo todo desde la distancia, deseo acompañarte —exijo sin corresponder a su celebración, luciendo estar molesta por no poder participar en su cruel apocalipsis, que si todo sale bien jamás ocurrirá.
—Tenemos una eternidad por delante, pero hoy no es la ocasión para que intervengas —explica con rectitud, como si lo hubiera meditado largo y tendido determinando que no podré acudir a un momento tan crucial, cuando nuestras lealtades aún no han sido bien probadas—. Está decidido —sentencia al advertir mi descontento.
—¿Crees que tendré piedad de ellos? —pregunto limpiándome las comisuras de los labios con elegancia para levantarme, advirtiendo de inmediato como los demonios que nos rodean se ponen en alerta, sin embargo ajena a ellos avanzó con suma paciencia hacia el otro lado de la mesa—. Mi lealtad está contigo siempre que no hieras a mi familia. El resto de ángeles no importan, aún menos el arcángel, que solo ha intentado controlarme —continuó hablando con la esperanza de distraer la atención sobre mis actos y así es como logró posar ambas manos en el cabezal de su silla.
Mientras luzco encandilada por su expresión pensativa, tanteo debajo del vestido hasta hacerme con el trozo de espejo a la espera del instante perfecto para enterrarlo en su negro corazón. Cuando creo disponer del coraje que necesito alzó el brazo dirigiéndolo con fuerza hacia su pecho, pero antes de llegar a rozarle una mano sale disparada atrapando mi muñeca. Con una tenebrosa quietud Dominik se gira para permitirme ser testigo de cómo la oscuridad se apoderan de él y antes de que pueda ahondar en cómo ha previsto mi movimiento con semejante antelación, me lanza sobre la mesa de cristal en la que estábamos comiendo.
El impacto resuena por toda la habitación, aturdida intento recuperarme para soportar el siguiente golpe, no obstante estoy indefensa con miles de cristales alrededor y múltiples cortes. De un modo que creí nunca volver a experimentar, el pánico me invade, pero trato de controlarlo sabiendo que es la única forma de conseguir una segunda oportunidad. No temo morir, si no lo que dejó atrás. Por desgracia a pesar de mi empeño todo sucede demasiado rápido y de repente dos demonios me agarran situándome de rodillas ante su amo.
—Nunca me creíste ¿Cierto? —preguntó sintiéndome liberada en parte, pues al fin puedo dejar fluir todo mi desprecio.
—Te equivocas, al comienzo pensé que habías caído en la oscuridad, hasta que olí tu sangre —responde como si se tratara de algo muy obvio, pero que jamás se me paso por la cabeza. Que al cortarme el muslo con el cristal, él previera que tenía intención de atacarle—. Me has traicionado.
—Para eso debí haberte sido leal en algún momento —rebato con la cabeza bien alta, pues si he de morir lo haré con dignidad y no bajo el temor que se esfuerza en suscitar.
—Eres mi hija y sería terrible que yo acabe con tu vida. Prefiero ser benevolente, creo que disfrutaras más reencontrándote esta noche con tu raza o lo que quede de ella —dictamina con falsa piedad, deleitándose de tener el poder para determinar quién vive o muere a partir de ahora.
Tras un breve gesto por su parte algo se clava con rudeza en mi cuello inyectando una sustancia desconocida, que por la somnolencia que me invade reconozco como un sedante. A pesar del forcejeo y de mis intentos por seguir despierta, lo último que recojo antes de caer en la inconsciencia es su sonrisa, junto con el eco de una maldición en mi mente.
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Editado: 19.02.2021