Lilac

I

Farah...

¿Qué es lo que más amas en esta vida? En realidad habían pocas cosas que me encantaban de esta, un "Paraíso", no, no lo creo, la vida real es diferente a lo prometido, hagas el bien o el mal siempre hay una condena y yo me detuve hace mucho gracias a esto. Mi mundo está lleno de azul y gris, ¿cómo estoy?, estoy bien, una vida monótona dentro de un mundo socialista creo que ese es el concepto que nos retiene a muchos, nuestra generación no la ha tenido fácil. En mi crecimiento mamá ha sido un papel fundamental que me hizo abrir los ojos y ver atravez de los de ella, nunca tuvimos un vinculo como tal.

—¿Iras otra vez al parque? —su tono era de reproche.

—Es obvio que iré —le di una mordida a su rol de canela que él me convino.

—Oh eres tan rara —se acurruco a un lado de mi hombro.

—Sariel te hará un pleito si te ve así conmigo —tome un sorbo de agua y sonreímos.

—Tu novio es un idiota —recobro su postura— se cree el dueño del mundo solo porque su padre es el dueño de "Soul"—. Reí ante su comentario.

Sariel era un chico afortunado que había nacido en cuna de oro, su padre es uno de los doctores más prestigiados de la ciudad, su trabajo prácticamente era en un laboratorio este se encargaba de darte resultados aproximados de tu alma gemela y proporciona información de tus vidas pasadas o actuales.

Nuestra sociedad dio un salto tan grande cuando salió el descubrimiento de la numerología de la vida, las creencias decían que a cada persona se le otorgaba un número de vida estas serían las que ya hemos vivido y nuestra misión en este mundo, así como varios rasgos de personalidad, nuestra alma gemela entre otras cosas.

—Ser criticado por tener dinero aún sigue siendo una moda al parecer —mire hacia el frente ignorando a Klaus.

—Sabes que es verdad —una tercera voz se unió a la conversación y lo fulmine con la mirada.

—Eso es violación a la privacidad —lleve una mano a mi pecho fingiendo estar ofendida.

—No estamos hablando de privacidad si no del idiota de tu novio —menciono Klaus y Jung rio.

Sariel no se podría considerar el mejor hombre del mundo, ni el más humilde, ni el más bondadoso pero tampoco era la peor persona, o a lo mejor yo no quería ver la realidad.

—Bueno chicos —me erguí y sacudí mis joggers para tomar mi mochila— nos vemos.

Ellos me sonrieron de vuelta y se despidieron mientras yo tome mi camino hacia el parque que últimamente he estado yendo. Hoy el día pintaba ser bueno, el clima era fresco y el cielo estaba despejado las personas iban venían al igual que la risa y llanto de los niños que transitaban aquellas calles concurridas en busca de entretenimiento o solo porque tenían que pasar por aquel parque.

—Ya sé porqué vienes mucho al parque del centro —me tomo de los hombros asustándome un poco por haber salido de la nada.

—Idiota me asustaste —recupere el aliento y el volvió a hablar.

—Te he observado —susurro— parece que el chico de la botarga te llama la atención-. Señalo hacia el frente en donde se encontraba y yo tamborileé mis dedos ansiosa.

—Si no fueras tú ya te habría demandado por acoso Saeri —pare en seco.

Buena la verdad siempre tuve cierta tendencia a seleccionar meticulosamente el grupo de personas con las cuáles me llevaba como la mayoría. Mis amigos eran muy diferentes entre sí pero se complementaban de una manera alusiva que me recordaba mucho a las amistades de mi adolescencia. A Saeri lo conocí en una fiesta, nunca le hablé esa noche pero me dio una buen impresión al igual que la compañía que estaba conmigo esa noche. Simplemente me pareció divertido.

—Vamos. Te invito a comer.

Enrollo su brazo con el mio jalandome hacia la dirección opuesta en la que me dirigía en un principio.

—No tengo hambre.

Renegó.

Siempre lo hacía, era muy característico de él hacerlo a todas horas, lo hacía por todo y a todas horas. Y maldita mente de una u otra manera me convencía.

—No te estaba preguntando. Te estaba avisando.

Afirmó con autoridad. Yo solo sonreí perdida en mis vagos pensamientos que corrían todo lo que estaba a su paso.

Pérdida.

Así me sentía.

—Además tú siempre tienes hambre —me codeo. Lo miré de vuelta esperando protestar. —Y ni si quiera se te ocurra decir que no es así.

Bueno decir 《Eso no es cierto 》 seria más mentira que verdad. Siempre tenia en menta algo que terminaría parando en mi estómago.

—Bueno. Vamos.

Sonreí para él después de ver a la botarga que me subía los ánimos. He hecho cosas malas en la vida pero en definitiva ayudarlo no fue una de ellas.

Hace algunos días por razones que todavía desconozco me encontraba una tarde caminando sin rumbo o destino mientras el viento arremetía en mi persona, el ambiente se sentía pesado pero afortunadamente no habían niños rondando por ahí, era por eso que no eran tan fanática de las áreas en donde había demasiada gente. Me gustaba divertirme sola era una de las cosas que me hacen como soy, estar unos momentos conmigo me hace explorar más de mi ser lo que creía que alguien mas no podía hacerme sentir.

Ese día había algo nuevo llamando mi atención, normalmente no había ningún tipo de publicidad porque la gente la ignoraba por completo pero esa botarga de oso parecido a Winnie Poo era demasiado adorable para cualquiera, repartía panfletos de lo que parecía ser un lugar de comida bastante decente pero que todavía no tenía demasiada demanda, me acerque un poco más contemplando sus movimientos tan agradables que me trasmitían de cierta manera alegría, por detrás paso un señor con traje que chocó accidentalmente con él y ocasiono que sus folletos cayeran al suelo junto con la botarga regándose por todo el lugar.

—¡Fíjate por donde vas! —hablo en un tono arrogante.

—Lo siento —respondió en un susurro que penas se pudo escuchar mientras trataba de recoger sus panfletos, al parecer era chico.



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En el texto hay: fanfic, amor, vidas pasdas

Editado: 10.09.2021

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