Otoño con sueños de muñecas

—Nos vemos más tarde Lizzie, recuerda que Nana Fanny estará aquí pronto, así que quédate tranquila mientras llega.

—Sí mama...

Con eso se despidió, dejando a Lizzie como siempre con sus juguetes en su salón favorito, de la gran casa.

Lizzie luego de jugar por una o dos horas, se quedo admirando el ventanal mientras pensaba lo lindo que sería correr entre las plantas de su madre y sentir el viento en su cara, mover su pelo y pasear la brisa bajo su vestido, y a la vez lo bien que se vería alguna de sus muñecas vestida con hojas anaranjadas...

Narra Lizzie

No pasaría nada si... solo salgo a buscar un par de hojas... Nana no ha llegado lo que significa que lo haré rápido, rápido—Sonreía mientras me ponía en pie con mi "muy peligrosa aventura".

En cuanto abrí la puerta y sentí el viento pegarme en la cara cerré los ojos por dos segundos, luego de eso comencé a saltar y cantar por el jardín de mi madre.

—El viento en mi cara se siente genial, y mi vestido ¡quiere bailar!
—un giro, otro salto—y esto es geniaaaaal.
—la, lala, la... AHHHH!!! Mi MANOOO!!!

tropecé con una rama y se me atoró la mano de una manera que cuando logré sacarla impulsándome con mis pies se me dislocaron unos cuantos dedos de la mano. Desencajandose de su lugar y dándole una forma extraña.tanto con dedos hacia atrás como a los lados.

¡AYUDA!—mi mano, que le pasa a mis dedooos—¡AHHH!—Gemía.

En eso llego Nana y apenas escuchó, los gritos salió al patio gritando:

—¡Donde estás Lizzie!—la Nana decía desesperada.

Me levanté haciendo que se eleve un montón de tierra y polvo, el cuál cayó en mis ojos e hizo que volviera a tropezar, raspándome la cara.

—¿Lizzie?—yo estaba llorando completamente desesperada—ven vamos a la casa.

La Nana me untó un ungüento y envolvió mis dedos... vaya riña me llevé, pero por más que insistieron, no permití colocar mis dedos en su lugar sólo con intentarlo con uno mis gritos eran rechinidos insoportables y nunca sentí un dolor tan fuerte de niña.

El doctor no llego si no hasta el otro día, y dijo que la posición de mis dedos era muy complicada como para simplemente encajarlos. ademas de que estaban completamente morados e inchados. sugirieron a mis padres una cirugía. Sin embargo, al mi padre estar implicado con noruegos corríamos riesgo con la Blitzkrieg.

Cosa que no permitió que volviera a tener con normalidad mi mano izquierda. la cual de allí en adelante siempre lleve con un guante blanco de encaje...

Si me hubiesen dejado cantar la sinfonía del jardín de mamá. Todo hubiese sido distinto. Aun así me bastaba con cantar y jugar con una mano.

¿Porqué las muñecas tienen manos tan perfectas, y caras tan limpias?

No existe, ni existirá nadie como mis muñecas de porcelana, pero si es posible que ellas se parezcan a mí.

Me apoyé en mis manos para ponerme en pie y sacudí mi vestido para salir de mi cuarto. Pero no sin antes tomar a Nuskia. Mi muñeca preferida.

De salto en salto fui hasta la cocina donde mamá Fanny preparaba el almuerzo.

—¿Que haces?—dije arrastrando la primera sílaba de haces, y cantarina.

—La pasta favorita de tu madre—dijo sin levantar la mirada picando legumbres.

Detrás de ella se veía la pasta hirviendo y junto a la pasta, una aromatizante pasta roja. Fui detrás de ella quedando frente a la estufa, y secretamente aumenté la llama de la salsa. Dirigiéndome nuevamente frente a Fanny observándola picar.

3... 2... 1...

—¡Oh Santa Madre! ¡El escabeche!

Mi oportunidad. Tomé el cuchillo de picar mientras Mamá Fanny se afanaba en salvar su salsa. Me aleje un poco de la cocina, y de un golpe rompí la mano de Niuska.

--Ahora eres «casi» tan linda como yo--.

Devolví el cuchillo a la cocina, y lo puse en su lugar antes que lo note.

Y nuevamente en mi habitación continué jugando. Pero ahora con mi nueva muñeca preferida.