Lilim: El Misterio De Nica

La Casa Halliwell

- ¿Y cómo es el niño?- preguntó Gabriela luego de pasar varios minutos en silencio.

- Terrible- Dijo el hombre con fatiga.

- ¿Qué?- preguntó Gabriela frunciendo el ceño.

- No, mentira- río el hombre- la verdad es muy tranquilo, y es muy educado.

- ¿Enserio?- Preguntó ella sintiéndose más aliviada.

- Si- dijo- no se preocupe.

Se daba cuenta de que ya no se veían casas; todo lo que había al rededor eran matas, hierba y rocas.

- Allí está- dijo el hombre señalando al frente- Esa es la casa.

En medio de un claro gigantesco, Gabriela puedo ver la casa. Era una casa enorme, de color mostaza, de dos plantas, con un balcón al frente y estaba rodeada por rejas negras muy altas.

- Pero eso es una mansión- dijo Gabriela impresionada- No pensé... que fuese tan grande.

- Lo que hace la plata ¿No?- dijo el hombre- Y todavía le faltan detalles.

- Y ¿Con tanta plata viven en este pueblo?

- Sí- rió él- Es que son un poquito ermitaños.

Llegaron al portón principal y el hombre tocó la bocina de la camioneta. Dos hombres abrieron el portón corredizo y la camioneta siguió hasta estacionarse en frente de la puerta de la casa. Ambos bajaron de la camioneta.

- Hola- Saludó una hermosa mujer que estaba parada en uno de los cinco escalones que daban hacia la puerta.

Aquella mujer le extendió la mano a Gabriela y ella la tomó.

- Me llamo María- dijo con una radiante sonrisa.

- Gabriela- dijo Gabriela, también sonriendo.

Realmente era hermosa; alta y de piel blanca. Su largo cabello era castaño claro y con unas ondas perfectas, y sus ojos eran de un precioso color azul cielo.

- Ya sé- dijo María- te estábamos esperando.

- Espero no haberme tardado mucho- dijo ella- Ya sé que no soy la única interesada en el trabajo.

- De hecho sí- rió María- Ya íbamos a quitar el anuncio cuando llamaste.

- ¿En serio?- sonrió Gabriela sorprendida.

- Te lo juro- dijo ella y luego miró al hombre corpulento de la camioneta- William... ¿Puedes traer el equipaje de la señorita, por favor?

- Claro- dijo el hombre.

- Sígame, Gabriela- Dijo María dando media vuelta.

Ella la siguió hasta la puerta, y al llegar allí, notó que había una estatua blanca del lado derecho del marco de la puerta, y otra igual del lado izquierdo. Ella se detuvo a ver una. Era una mujer desnuda, con una mano detrás de la cabeza y la otra en su vientre, y con una serpiente rodeando su cuerpo. Se veía realmente sexy.

- Lilith- Dijo Gabriela sonriendo.

- ¿Disculpe?- dijo María confundida.

- La estatua- dijo Gabriela- Es Lilith.

- Si...- dijo María un poco extrañada- ¿Cómo sabe?

Gabriela suspiró y miró a maría.

- Bueno, yo... leo mucho- sonrió.

- Eso es bueno- sonrió María- le será muy útil en su trabajo.

- ¿Al niño le gusta leer?

- Sí...- dijo María pensativa- Se puede decir que sí. También le gusta pintar.

- ¿De verdad?- se sorprendió Gabriela- Debe ser un niño muy aplicado.

- Solo en las cosas que le interesan- dijo María- Pero bueno... Entremos ¿Sí?

Entraron; la sala era enorme y muy bien decorada, pese a estar un poco vacía. Gabriela miró hacia las escaleras que estaban a la izquierda de la puerta mientras caminaba, y allí, en uno de los escalones más altos, estaba sentada una niña pelirroja como de ocho años, con un vestido blanco y algo sucio puesto, y con sus pies descalzos y sucios. Gabriela le sonrió y la saludó con la mano, y ella también le sonrió pero no le devolvió el saludo.

Olor a madera barnizada, fue lo que invadió sus fosas nasales. No lo soportaba, odiaba ese olor, pero no entendía por qué. De pronto trató de recordar, en donde había percibido aquel olor antes. Sí, lo recordaba. Fue en el funeral de Elena; estuvo tanto tiempo cerca del ataúd, que pasó dos semanas percibiendo el mismo olor a madera. Recordar aquello la llenaba de ira, tal y como pasó en el funeral. ¿Cómo pudieron dejar de buscar a Elena luego de dos semanas de su desaparición? ¿Cómo pudieron declararla muerta? ¿Cómo pudieron llorar a un ataúd lleno solo de libros, discos y peluches? En verdad le enfermaba todo aquello.

- Aquí es- dijo María al llegar a una puerta de madera- acaban de barnizar las puertas y los pasamanos de las escaleras. Por eso huele tan feo aquí.

María tocó la puerta y una voz varonil preguntó quién era.

- María- dijo- La muchacha está aquí señor.

- Pasen- dijo el hombre.

Ella abrió la puerta y entró juntó con William. Pero Gabriela, antes de entrar volvió a mirar hacia las escaleras. La niña se había puesto de pié y estaba asomada por el pasamano. Su cabello era demasiado largo; casi le llegaba por los tobillos. Miró a Gabriela fijamente y luego se puso su dedo índice cruzado entre sus dos labios, como pidiendo silencio. Gabriela no entendía por qué lo hacía.

- Señorita- dijo María al ver que Gabriela estaba distraída y no entraba

- Sí- dijo Gabriela- lo siento.

Gabriela entró en la habitación. Era un despacho pequeño, lleno de libros y antigüedades.

- Señorita Guerra- dijo un hombre como de cuarenta años, rubio y vestido de traje negro, sentado detrás de un escritorio. Tenía un marcado acento inglés- Por fin nos conocemos.

- ¿Cómo está, señor Evaristo?- preguntó Gabriela.

- Estresado, la verdad- dijo Evaristo- Mí viaje se adelantó para mañana así que... tengo que salir esta noche para Caracas ¿qué le parece?

- Lo entiendo- dijo Gabriela.

- Pero bueno. Al menos podré conocer mejor a la persona que se hará cargo de mi sobrino durante mi ausencia- él se levantó de la silla- ¿Algo de beber?

- No gracias. No bebo.

- Señor- dijo William- Si no me necesitan más, tengo que ir a ayudar a los muchachos.

- Claro William. Puedes retirarte- dijo Evaristo, luego miró a María- ¿María podrías decirle a Diego que baje?

- Claro- dijo María y se retiró.



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En el texto hay: demonios, canibalismo, suspenso

Editado: 29.12.2022

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