"El instituto"
Al otro día Hyunjin se despertó a las seis de la mañana sin ayuda de un despertador, era como algo automático. Se levantó y sin más comenzó a ejercitarse en la oscuridad del cuarto.
Flexiones, abdominales, fuerza y algo de resistencia; su rutina desde hace tiempo. Era una forma de despertar su cuerpo y estar listo para comenzar su día, no podía estar perezoso o cansado, no, debía estar bien despierto y con todos los sentidos alertas.
La noche anterior había pedido permiso para desayunar antes que todos, pues su desayuno consistía en pura fibra, proteínas y carbohidratos que lo ayudaban a estar con energía durante el día. Además, quería desayunar solo y no entremedio de la familia, eso lo haría sentir incómodo.
Luego de un rato se quitó la camiseta con la que dormía y continuó ejercitándose, sintiendo como su cabello se iba humedeciendo de a poco y su frente se mojaba debido al sudor. Siguió un poco más hasta que se sintió listo. Estiró los músculos haciéndose sonar varios huesos en el camino y se metió a la ducha.
Comenzaba a amanecer y recién ahí los empleados ya se levantaban. Mari era la primera, pues debía preparar el desayuno de sus jefes. La servidumbre dormía un par de horas más ya que no era necesario estar de pie tan temprano cuando la casa relucía.
Hyunjin ya con el traje puesto y con una perfecta apariencia, salió del cuarto sin hacer sonido alguno; sus pies no hacían ruido al caminar por el pasillo, como si fuera un gato a punto de cazar. Silencio y sigilo total. Bajó la gran escalera de caracol y llegó a la cocina. Comenzó a sacar todo lo que habían comprado para su disposición y empezó a preparar su desayuno.
Ni siquiera había encendido la luz, ¿para qué? Si podía ver perfectamente en la oscuridad después de unos segundos.
Su móvil vibró en el bolsillo y él inmediatamente lo sacó.
— Diga —soltó frío y cortante mientras seguía con lo suyo.
— ¿Acaso me has traicionado, Jinnie? —esa voz. La reconoció de inmediato.
Era Sander, la persona que había mandado a secuestrar a Suni y, podría decirse, que el enemigo principal de Jiso.
— Debo saldar una deuda —respondió sin inmutarse.
— ¿Cuidando a la cría qué tú mismo secuestraste? Por favor, a eso no se le dice saldar deuda —soltó a reír al otro lado, causando que el morocho de pronto soltara la cuchara y se centrara en el móvil.
— ¿Qué quieres?
— Te tengo otro trabajo.
— Ya no trabajo para ti —sentenció firme. Oyó la risa burlesca de Sander y supo que de todas formas ese trabajo no era algo bueno… nunca lo era.
— Te pagaré más que Jiso.
— Olvídalo.
— Bien. Tú te lo pierdes, de todas formas voy a llevarme a esa mocosa de nuevo y la incluiré en mi venta de blancas… o quizá, me la deje para mi —soltó mofándose con una asquerosa sonrisa que el chico no podía ver.
Ciertamente, al principio la había secuestrado porqué el idiota de Jiso había hecho uno de sus juegos y le arruinó un negocio, llevándose todo el beneficio. Pero luego, al verla mejor, de alguna forma se había encaprichado con la cría. Valdría millones en una subasta, y de paso le haría mucho daño a su principal enemigo, sin embargo después de pensarlo un poco, la idea de tenerla para él no le disgustaba.
Se relamió los labios al imaginarse encima de ella, follándosela hasta hacerla gritar.
Hyunjin apretó los dientes sabiendo muy bien a lo que se refería el desgraciado. Estaba seguro que iba a pedirle traicionar a Jiso para llevarle a Suni… no, inmediatamente su cabeza gritó un rotundo no. No podía… no podía dársela.
Él debía cuidar de ella, y lo haría sin importar qué.
— Te mataré si te le acercas —amenazó por fin, siseando entre dientes.
La carcajada al otro lado de la línea lo ponía enfermo. Quería destriparlo y alimentar a los perros del propio Sander con los intestinos del propio Sander. Ganas no le faltaban.
— ¡Oh! No deberías faltarle el respeto a tus mayores, Jinnie —rió con burla, comenzando a sacar de quicio al chico —. Tú sólo espera.
Hyunjin oyó el tono repetitivo avisando que le había cortado la llamada. Guardó su móvil nuevamente en el bolsillo y llevó ambas manos al borde de la encimera, soltando un suspiro cansino. Iba a tener que estar muy atento, tampoco iba a decirle nada a la chica puesto que no quería asustarla.
Después de todo, él iba a mantenerla a salvo… sin importar nada.
Terminó de preparar rápidamente su primera comida del día y, sentándose en uno de los taburetes, comenzó a comer en la oscuridad. Sólo se oía su respiración, porqué ni siquiera hacía ruido al masticar.
Sí, Hyunjin era experto en el sigilo. Por eso los ataques sorpresas a mafias enteras los realizaba con éxito; sabía usar su habilidad del sigilo y la oscuridad del entorno. Y por eso gente como Sander o Jiso lo buscaban.
[…]
Se detuvo en el semáforo y miró por un instante a Suni a través del espejo retrovisor. Ella iba en el asiento trasero, viendo por la ventana en total silencio. Iban camino al instituto sumidos en una tranquilidad y silencio algo exasperante. Se preguntó a si mismo porque en esos momentos sentía la necesidad de oírla hablar, decir cualquier cosa. Él odiaba profundamente los interrogatorios o las preguntas masivas, pero se sorprendió a si mismo pidiendo interiormente para que ella le preguntara algo… lo que sea.
Y se reprochó. Se reprochó porqué había sido él mismo quién negó cualquier tipo de conversación con la chica, y hasta había rechazado su amabilidad e intenciones de conocerlo, ya que iban a pasar mucho tiempo juntos.
Vaya, había cambiado de parecer muy rápido. Raro en él, pues siempre mantenía su postura, y ahí estaba ahora, pidiendo interiormente para que la adolescente le dirija la palabra.
— Hyunjin —y como si hubiera sido escuchado, Suni lo llamó desde su posición.