"Venganza"
Cuando llegó a la cocina cayó en cuenta que sus dedos apretaban la lata con mucha rabia, como queriéndola romper para liberar algo de enojo.
— Gracias —dijo Mari cuando la chica le dejó la conserva a un lado. Rápidamente borró la sonrisa para reemplazarla por una mueca de preocupación, pues notó que Suni tenía un ligero tic en el ojo —. ¿Estás bien, Suni?
— ¿Eh? ¡Ah sí, más que bien! Increíble —soltó rápidamente sonriendo abiertamente.
Mari pensó que esa sonrisa con intención de ser cálida, fue más como la sonrisa de una loca con ataques de ansiedad, pues el tic no le daba ningún aspecto inocente.
— Iré a mi cuarto —avisó arrastrando las palabras. Le regaló una sonrisa a la mujer y se fue de la cocina.
Al verse sola, subió las escaleras con pasos fuertes y sonoros, como si intentara liberar algo de su repentino enojo y rabia.
No podía creerlo. Las imágenes de esos dos todavía daban vueltas por su cabeza, torturándola y haciéndola enfurecer más si es posible.
No podía creer lo cínico que era ese estúpido, quería volver y tirarles de todo, gritarle en la cara que era un hijo de puta mentiroso y que ni siquiera volviera a mirarla. No cabía en sí del odio que estaba sintiendo, pero además de eso, también era desilusión y hasta tristeza.
Y pensar que le había creído todas las cosas que le había dicho antes, ¿qué idiota, no?
Claro, ¿qué podría querer un hombre con una niña? ¡Por Dios! Que ingenua había sido. Agradecía infinitamente el haberse negado a todas esas veces que él había tenido la intención de acostarse con ella, joder, que había estado a punto.
Gracias mamá, gracias papá, por ustedes soy así de dura y difícil.
Entró a su cuarto y cerró de un portazo, fue hasta la cama y se tiró boca abajo. Gritó como loca, no pudiéndose contener, si no podía golpearlo entonces gritaría hasta quedarse sin voz.
Al cabo de unos minutos, ya se sentía un poco mejor, sentía que el volcán en su interior se había calmado.
Se arrodilló en la cama y miró el respaldar sin saber porqué. Gateó hasta situarse contra este y echó la cabeza hacia atrás, suspirando.
¿Qué debería hacer? ¿Mandarlo a volar con sus estupideces? Ya lo había hecho, pero al final no funcionó.
En ese momento sonrió traviesa. Bien, si no podía mandarlo al carajo, entonces haría lo que Hyunjin más odiaba; que lo ignorara.
Ella sabía que el morocho no soportaba cuando lo ignoraba al estar enojada por algo, no lo aguantaba y al final terminaba reprochándole.
— Te vas a joder, cínico de mierda —musitó entre dientes.
Estaba enojada y angustiada, pero eso sólo impulsaba su carácter escasamente caprichoso y odioso para volverlo loco. Repentinamente se sentía capaz de ser la nenita odiosa y caprichosa que nunca fue, y todo para hacerlo sentir mal, para hacerle doler, porque a ella le estaba doliendo justo ahora, sin embargo no iba a reprocharle ni hacer una escena como de novia celosa, claro que no, después de todo no eran nada.
No obstante, sentía esa rabia invadirla cada vez que recordaba ese momento.
¿Por qué le decía todas esas cosas si se iba a follar a esa perra?
Ahora le daba la razón a su madre al llamarla perra, una auténtica canina que finalmente mostró los colmillos. Tenía ganas de ir con una pinza y arrancárselos para que ya no pueda morder la muy...
— Calma Suni, tranquilidad —susurró mientras respiraba lentamente, como si estuviera haciendo algún tipo de técnica secreta para conseguir aquello.
Sonrió un poco más tranquila y estiró la mano para agarrar el libro que había estado leyendo, queriéndolo terminar.
Se sentó al borde de la cama con una pierna cruzada bajo su propio peso y comenzó a leer, rápidamente se metió en la lectura y ese par de putos quedó en último plano, totalmente fuera de su cabeza.
Pasaron varios minutos, hasta que oyó la puerta de su habitación abrirse y de forma ausente volteó a ver, pero frunció el ceño al encontrarse con ese... cínico horrible.
Quiso tirarle el libro por la cabeza, pero se aguantó y volvió la vista a la página, ignorándolo por completo.
El morocho fue hasta la cama y se acostó detrás de ella, viendo la espalda de la chica.
Se quedó un rato largo mirándola, esperando que Suni lo mirara o algo, pero no pasó, sólo obtuvo silencio y la vista plena de la espalda de ella.
— Suni —llamó.
— ¿Mmh? —soltó como si nada, tranquila e indiferente.
— ¿Y si dejas eso un momento? —propuso, pero nuevamente no obtuvo respuesta de ella. Bufó y se terminó arrastrando hasta quedar detrás de la castaña, se arrodilló y comenzó a besar su hombro descubierto.
— Intento leer —dijo con fastidio.
— Hazlo después —insistió sin dejar de hacer lo suyo.
Suni miraba el libro e intentaba ignorar al morocho besando su cuello y hombro.
— Intento leer, ¿me dejas? —indagó volteándose irritada, viéndolo mal.
— ¿Qué te pasa? —preguntó rápidamente él, notando enseguida la molestia en ella —. ¿Hice algo mal? —preguntó inocente y preocupado.
Suni quiso realmente darle vuelta la cara de una cachetada, ¡no podía creerlo!
Acababa de tirarse a la puta esa y venía a preguntarle si había hecho mal.
¡Sí! ¡Te tiraste a la puta de tu amiga, desgraciado!
Calma Suni, no dejes que te saque de las casillas. Control total.
— Intento leer y no me dejas. Vete, por favor —pidió dándole la espalda nuevamente, devolviendo la vista a la lectura. Realmente quería seguir leyendo para ocuparse con algo, pero el maldito no la dejaba, joder.
El chico rápidamente le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesa de noche, casi tirándolo.
— Deja de ignorarme —demandó mientras la miraba algo fastidiado. No soportaba que Suni lo ignorara, era algo que lo enfermaba.
Ella soltó un suspiro y se levantó de la cama, yendo hacia la puerta. La abrió y salió tranquilamente, dejándolo con la boca abierta.
Al instante él se levantó de un salto y salió detrás de ella, la siguió a paso rápido hasta que la sujetó del brazo, dejándola contra la pared en medio del pasillo.