Gritos, sudor, tabaco, alcohol.
Eran las dos de la mañana y me encontraba caminando en medio de un mar de gente mientras la música sonaba a todo volumen y la gente gritaba y lanzaba cerveza para todos lados. Golpee a algunas personas para abrirme paso y en cada tanto me ponía en puntas de pie para ver si lograba ver su cabellera rubia.
Nada.
Empezaba a pensar la opción de irme y dejarlo tirado aquí pero mi buen corazón no me lo permitía.
Entre golpes y demás logré llegar a la puerta trasera del local y abrirla, cuando lo hice al fin pude respirar bien, y también pude sentir la brisa fresca de la madrugada.
¿Como podían sobrevivir ahí dentro si parecía un infierno? Pensé al recordar el calor que hacía dentro del bar.
Miré con atención las carpas que habían y rápidamente localice la que tenía el dibujo de un escorpión en verde, sin pensarlo caminé hasta allí y di con West el mejor amigo de Seth.
Toqué su hombro dos veces, cuando se giró, abrió sus ojos y vi como tragaba fuerte.
—Está con Dick en la carpa —. Soltó sin siquiera preguntarle nada.
Solté un bufido molesta al darme cuenta de lo obvio, ¡por supuesto que estaría allí! Con pasos molestos y rápidos llegué a la otra carpa que tenía como símbolo un ala roja y otra blanca, Red Angel's.
¡Maldito seas Seth!
Miré con atención la carpa frente a mi dudando en si entrar o no.
Vamos tal vez ni esté aquí. Pensé.
Y haciendo acopio de toda mi valentía entré.
Mala idea.
Ya que alguien también venía saliendo por lo que ambos chocamos fuertemente y para mí desgracia él o ella cayó encima de mi.
¡Oh por favor!
—Maldición eso dolió —me quejé en el suelo con todo el peso del otro cuerpo encima de mi.
Yo aún seguía con los ojos cerrados, respiré profundo y los abrí solo para ver sus ojos azules a centímetros de los míos.
El mundo debía de estar jodiendome.
—Mierda Jade, no te vi —. Soltó con su voz ronca.
Mi voz de un momento a otro se había ido a dar un paseo, no podía hablar.
Dios.
—¿Que mierdas comes Edrick? —. Traté de bromear para que en mi voz no se notara lo nerviosa que su cercanía me ponía.
Bueno a quien no. ¡Era Edrick por Dios! Ese hombre ponía nerviosa a cualquiera. Sus ojos azules eran la perdición y luego cuando bajabas a sus labios, gruesos y rojos, además del aro que llevaba siempre en su labio, y si seguías...
—¿Estás bien? ¿Jade? —dijo y su aliento mentolado entró por mis fosas nasales, inevitablemente llevé mi mirada a sus labios.
¡Mierda!
—Cla...Claro, ¿podrías...? —señalé su cuerpo aún encima de mi y su mano que estaba en mi cintura.
Él sonrió y en lugar de levantarse y ayudarme a ponerme de pie solo se acercó a mi oído. Mi piel se erizo, y mi corazón empezó a palpitar aún más rápido, sentí como el aire se escapó de mis pulmones al sentir su respiración allí.
—No. La verdad estoy cómodo—. Y luego de decir eso dejó caer todo su peso en mi.
Y ahora sí el aire se escapó por completo de mi cuerpo.
—¡Maldición Edrick pesas demasiado! —gemi con dolor.
Si que pesaba.
—¿Estás diciendo que estoy gordo? —levantó su cabeza y me miró con una ceja alzada y sonrió.
Yo asentí fingiendo que me moría por su peso.
El sonrió aún más y joder, que sonrisa. Parecía la de un ángel.
—Eres mala Jade —. Hizo un puchero y se colocó como si estuviera haciendo lagartijas pero encima de mi.
Sus ojos miraban fijamente los míos y yo luchaba por poder mantener mi mirada en la de él y no sonrojarme. Mordió su labio mientras miraba los míos con atención y yo sin pensarlo abrí los labios a la espera del roce de los suyos.
Se acercó, él se estaba acercando, maldición, sus labios estaban muy cerca de los míos, podía casi sentir lo frío en su aro en mis labios, cerré los ojos y de un momento a otro ya no sentía su peso pero podía escuchar sus carcajadas.
Yo frunci el ceño molesta y me levanté rápidamente del suelo.
¡Que vergüenza!
Él seguía riendo sentado en el suelo mientras yo trataba de encontrarle sentido a sus estúpidas risas.
La risa del demonio era esa.