Oigo que gritan mi nombre y me despierto de inmediato. Me levantó rápidamente, pero todo gira y caigo nuevamente en el suave colchón.
-Por fin despiertas chico- dice una voz totalmente desconocida para mi.
Me duele un montón la cabeza y no soporto su voz.
Abro los ojos, y miró que estoy en una habitación demasiado lujosa para mí. Todo es dorado. ¿Extraño?
Miró al hombre canoso bigotudo y alto. Me mira seriamente.
-¿Quién es usted? ¿Qué hago en este lugar?- preguntó desconfiado.
Es tan frío, sólo me mira detenidamente.
-Si no respondes a mis preguntas me voy ahora mismo, no necesito de nadie- le digo firme.
Sonríe mostrando sus dientes de oro que tiene en la parte superior y los dientes amarillos que tiene en la parte inferior.
-Sabes jovencito apestas. Duchate y hablamos.- demanda. Sacando su arma y apuntando mi cabeza.
En otra época de mi vida tendría miedo, ahora no.
Le miró fríamente diciendo lo siguiente:
-Hazlo. Si tanto deseas apretar el gatillo y arrebatar el último aliento de vida que me queda entonces hazlo. No le tengo miedo a la muerte sino a la vida.
Baja el arma y la vuelve a guardar.
-Duchate, en el armario hay ropa. Lo harás si quieres saber todo.- dice tranquilo.- pero antes tomate el ibuprofeno y el vaso de agua te hará bien.
Se va por donde entró. Dejándome sólo en la habitación.
Hago lo que me pidió, no lo conozco y no me fío de nadie. Pero soy una persona curiosa que no duda en seguir sus instintos aunque crucé el límite establecido.