Limits ❃ Hyunin

 ♡ : CAPÍTULO V

 

Aquel martilleo incesante había empezado a las siete y media de la mañana. Una hora después, Jeongin estaba a punto de perder los nervios. Agarró otra almohada y la puso sobre la que ya tenía en la cabeza. Las apretó con fuerza contra su cara para amortiguar el molesto golpeteo. Tuvo que apartarlas al cabo de unos segundos porque se estaba ahogando por la falta de aire.

Se quedó mirando el techo. Quería dormir, necesitaba dormir… De repente, el sonido se detuvo. Esbozó una sonrisa encantada y se acurrucó bajo las sábanas, abrazando la almohada. Dio media vuelta y se colocó de lado. Luego se giró y se puso boca abajo. Pateó las sábanas con fuerza hasta que estas cayeron al suelo a los pies de la cama, porque era incapaz de volver a conciliar el sueño. Se levantó farfullando un montón de maldiciones mientras buscaba sus pantuflas. Solo a su padre se le ocurría hacer reformas en casa en plenas vacaciones de verano.

Salió de su habitación arrastrando los pies. Necesitaba un café bien cargado. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina mientras estiraba los brazos y el cuello para desentumecerse. Se ajustó el pantalón del pijama: era muy mono, pero tenía tendencia a resbalar por sus caderas. Sintió un escalofrío y tiró del bajo de su camiseta de conejitos, para taparse el ombligo. Se sentía como uno de esos zombis de las películas que se movían sin ninguna coordinación, como si estuvieran borrachos.

Se acercó a la encimera y encendió la cafetera. El mármol estaba frío y se inclinó para apoyar la frente contra él. Maldita jaqueca. La cafetera hizo un ruido sordo y comenzó a gotear. El olor a café flotó en el ambiente y Jeongin gimió con un sonoro suspiro de placer. Se estiró, ronroneando como un gatito, y movió las caderas de un lado a otro con un ligero balanceo.

—Adorable.

Jeongin soltó un grito. Se giró hacia la voz y se quedó sin habla. Hwang Hyunjin estaba apoyado junto a la nevera con una botella de agua en la mano. Lo miraba con los ojos entornados y una sonrisa torcida que probablemente habría derretido el corazón de cualquier persona del universo. Su mirada lo recorrió de arriba abajo y sus labios se separaron con un largo suspiro.

—Creo que a partir de ahora veré a los conejos con otros ojos —anunció.

Se llevó la botella a la boca y bebió un largo trago sin apartar la vista de él. El pijama tapaba muy poco y pudo corroborar lo que ya intuía: el chico tenía un cuerpo de infarto. Con el pelo revuelto y recién levantado era sencillamente precioso.

Jeongin se ruborizó por el repaso e inmediatamente se recompuso.

—¿Qué haces tú aquí? —inquirió. Aunque empezaba a hacerse una idea. Hyunjin llevaba la camiseta pegada al cuerpo por culpa del sudor y de su cadera colgaba un cinturón lleno de herramientas. Allí estaba el responsable del incesante martilleo.

—Tu padre me contrató para arreglar su cobertizo y un par de cosas más. —Sonrió con malicia y se mordió el labio inferior.

—Ya. ¿Y siempre comienzas a trabajar tan temprano? Es imposible dormir con tanto ruido —replicó, tratando de aparentar indiferencia. Se dio la vuelta para servirse una taza de café y perder de vista aquel cuerpo que se movía con la languidez de un felino perezoso.

—Te pregunté si solías madrugar, pero tú me ignoraste. Te habría avisado si me hubieras dado la oportunidad —comentó él con tono desenfadado.

—Mi instinto me dice que te ignore. Solo le hacía caso, no suele equivocarse —replicó Jeongin.

—¿No te da pena herir mis sentimientos de ese modo? —se burló Hyunjin.

Jeongin abrió el armario para coger una taza, pero no quedaba ninguna en el primer estante. Se puso de puntillas para alcanzar las del segundo. Maldita sea, no llegaba. Y, desde luego, no iba a pedirle ayuda a Hyunjin.

Hyunjin rodeó la isleta que lo separaba de Jeongin y se situó a su espalda, tan cerca que podía sentir el calor de su piel. Alargó la mano por encima de su cabeza para alcanzarle una taza y le rozó el trasero con la cadera. Notó cómo se ponía tenso y contenía el aliento. Con una lentitud premeditada dejó la taza delante de él. Lo estaba incomodando porque aquél chiquillo despertaba en él el deseo irrefrenable de molestarlo, y era tan fácil conseguirlo. Además, se le soltaba la lengua cuando se mosqueaba y era divertido ver cómo se ponía rojo y decía lo primero que se le pasaba por la cabeza.

—Gracias —susurró Jeongin.

Hyunjin se inclinó sobre su oído mientras con el aliento le acariciaba la nuca. Jeongin se estremeció.

—De nada —musitó. Al responder aspiró su olor. Olía muy bien y no era a perfume, sino a una mezcla de ropa limpia y crema hidratante corporal con aroma a coco.

Dio media vuelta y cogió la botella de agua.

Jeongin volvió a respirar. Le temblaban tanto las piernas que tuvo que apoyarse mientras servía el café. Necesitaba aire, mucho aire frío.

La puerta se abrió de golpe y Jiwoo entró en la cocina con un plumero en la mano.

—Hyunjin, ¿qué haces aquí? —preguntó sorprendida.

—Nada, mamá, solo quería una botella de agua. ¡Hace un calor de cojones!

Jiwoo le dio un coscorrón al pasar por su lado.

—Jovencito, esos modales —le dijo en tono severo. Miró a Jeongin con una sonrisa de disculpa—. Veo que ya conoces a Innie.

—Sí, acabamos de presentarnos. Tenías razón, es todo un jovencito —dijo Hyunjin, posando sus ojos en el chico. Jeongin se esforzaba por ignorarle y eso le hizo sonreír.

Su mirada se paseó por su cuerpo mientras se dirigía a la puerta—. Un jovencito hasta que pierde los papeles y saca los colmillos —susurró con tono malicioso al pasar por su lado.

Jeongin lo fulminó con la mirada hasta que desapareció por la puerta. Regresó a su cuarto, avergonzado y enfadado. Una vez dentro, cerró de un portazo. ¿Cómo podía haberle gustado aquel tipo en el instituto? Era odioso, manipulador y un cretino. Maldijo para sus adentros.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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