Limits ❃ Hyunin

♡ : CAPÍTULO XVI

 

Jeongin seguía de cerca al viejo Cadillac de Chan, sujetando el volante con una mano, mientras con la otra trataba de comerse la hamburguesa que él le había conseguido. No mancharse de aceite se estaba convirtiendo en toda una odisea. Logró tragar el último bocado y lamió sus dedos manchados de salsa, uno a uno. Chupó el pulgar, deslizándolo entre los labios con un sonido gutural de placer. Se inclinó sobre la guantera y, sin apartar la vista de la carretera, logró encontrar la caja de pañuelos que guardaba allí. Se limpió lo mejor que pudo. Comer dentro del coche, y conduciendo, no era la mejor de las ideas.

Al doblar una esquina atisbó una vieja cancha de baloncesto y, un poco más adelante, un parque. El Cadillac aparcó justo enfrente, entre un supermercado y un viejo cine. Jeongin se detuvo en un hueco, detrás de él. Bajó del coche y se quedó mirando el edificio gris que había en medio. Parecía un viejo almacén reformado. Levantó los ojos y la sorpresa asomó a ellos.

“Gimnasio Balboa”, leyó en un rótulo hecho con grafitis. La be la formaban dos guantes de boxeo. Una cuerda de saltar se entrelazaba con las letras. Debajo del nombre se podía apreciar el torso de un musculoso boxeador con los puños a la altura de la cara, dispuesto a atizar un buen golpe. Las comisuras de sus labios se elevaron sin darse cuenta. El dibujo era realmente bueno, muy realista y con unos detalles increíbles.

—¿Balboa? ¿Como Rocky Balboa? —preguntó a Chan, que se había detenido a su lado. —. El chico asintió con una sonrisa—. No es muy original, ¿no?

Chan lo miró como si estuviera loco.

—Pero ¡qué dices! Es un nombre genial. Además, esa obra de arte es mía —dijo, hinchando el pecho, orgulloso.

—¿También eres un grafitero?

—Soy un artista, cariño —replicó con aires de estrella.

Jeongin se echó a reír. Chan cada vez le caía mejor.

—Así que pintas, bailas… ¿También cantas o tocas algún instrumento? Si dices que sí, podría considerarte el chico perfecto —bromeó.

Él sacudió la cabeza y se echó a reír. —No. La verdad es que tengo un oído penoso —confesó. Se ruborizó un poco. Lo miró a los ojos y esbozó una sonrisa maliciosa. Se levantó la camiseta dejando a la vista unos abdominales increíbles—. Pero soy perfecto en otros sentidos —replicó, alzando las cejas con un gesto elocuente. En el costado, bajo las costillas, llevaba tatuada la cabeza de un lobo que aullaba. Jeongin no pudo evitar que sus ojos se posaran allí. Se puso colorado. Pero sabía que él estaba bromeando y le siguió el juego.

—¡Vaya, creo que voy a desmayarme! —exclamó, exagerando el tono.

Chan dejó caer su camiseta, entornó los ojos y frunció los labios mientras le ofrecía su brazo. A Jeongin le pareció un gesto adorable y enlazó su brazo con el de él.

—Suelo causar ese efecto. Es mi maldición —suspiró.

Jeongin volvió a mirar el rótulo. —Me gusta. Tienes talento, Chan. Deberías ir a una escuela de Arte.

La sonrisa se borró de la cara de Chan, y su mirada se entristeció un segundo.

—Conseguí una beca, ¿sabes? Para ir a la SCAD.

—¿En serio? —preguntó asombrado. La SCAD era una de las mejores escuelas de Arte del país. Jamás lo hubiera imaginado—. ¿Y qué pasó?

—Mi familia pasaba por un mal momento y no podía dejarles. Pero aún me la guardan, así que, en cuanto consiga convencer a Jisoo de que venga conmigo, creo que me matricularé —comentó mientras entraban en el gimnasio.

—Me alegro por ti. Espero que…

La frase se quedó atascada en su garganta al ver el interior del gimnasio. El nombre le iba que ni pintado, porque aquel lugar parecía salido de una de las películas de Rocky. Incluso había pósters de las cintas por todas partes. A su derecha vio una vitrina, dentro de la cual había una bata de boxeo negra y dorada. A su lado, en la pared, colgaba una fotografía firmada en la que se veía a Sylvester Stallone con una bata idéntica. Se acercó un poco y la miró con atención, preguntándose si sería auténtica.

No se dio cuenta de que lo había preguntado en voz alta hasta que Chan le respondió:

—Lo es.

—¡Vaya! —susurró alucinado.

—Espera aquí. Iré a buscar a Jisoo —le pidió él.

—Bien. —Le dedicó una sonrisa y se quedó allí, parado. Solo había dos personas entrenando, y una tercera, un hombre mayor, que limpiaba el suelo.

Jeongin entornó los ojos y se fijó en el tipo que había al otro lado del ring, golpeando un saco, con la cabeza cubierta por la capucha de una sudadera sin mangas. Muy despacio rodeó las cuerdas.

Era Hyunjin.

El chico movía los pies de un lado a otro, en un baile perfectamente coordinado, mientras lanzaba sus puños contra un saco que colgaba del techo. Sus músculos se tensaban cuando lanzaba un puñetazo, al tiempo que ladeaba la cabeza y hundía el cuello en los hombros, como si se estuviera protegiendo de un ataque invisible. Cada vez que uno de sus puños se descargaba contra el cuero, el sonido que producía le erizaba el vello. Bien, si creía que ya había visto al Hyunjin más sexy, estaba equivocado, porque lo tenía justo delante en ese momento.

Se acercó un poco más, y unas gotitas de su sudor lo salpicaron. Olía tan bien que no fue capaz de sentir asco. No llevaba guantes, solo unas vendas blancas alrededor de los nudillos. Tomó aire para poder hablar, porque había dejado de respirar sin darse cuenta.

—¿Practicando para romper unos cuantos huesos en la calle?

Hyunjin dio un respingo y se giró. Perdió la concentración un segundo y el saco estuvo a punto de golpearlo. Lo sujetó por los pelos y clavó sus ojos en Jeongin.

Durante un instante la sorpresa asomó a ellos, pero de inmediato adoptó su actitud suficiente.

—¡Pero mira quién se ha perdido! —Jeongin forzó una sonrisa y se cruzó de brazos. —Voy a pensar que me acosas —añadió él.

—Ya te gustaría.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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