Lina y Sathor - El inicio del despertar

Capítulo 6

Sérvila: Animal de granja parecido al reno.

Tíntila: Planta con la cual se realizan tintas mágicas.

***

 

Lina (Cont.)

 

Ciertamente, en la mañana, al verse al espejo para peinarse, luego de haberse vestido, ya en su rostro no quedaban ni señales del malicioso conjuro lanzado por su compañera súcubo. Sonrió sintiéndose afortunada de tener a su abuela con ella, que la comprendía y ayudaba.

 

Hoy era un día especial para la mayoría de su grupo, ya que cada una de las participantes crearían su vara de poder. Ella deseaba tener una varita, como las de los cuentos, delicada y bella, pero llena de magia…

 

La clase sería impartida por su mentora favorita, Virginia, ella les enseñaba sobre los objetos, es decir, talismanes, amuletos y artefactos mágicos. Era un hada muy poderosa y llena de sabiduría. Se decía que descendía de una de las hadas que realizaron la profecía.

 

Al bajar a tomar el desayuno, que ya estaba listo encima de la mesa de la rústica cocina, Plinia la esperaba sentada, con una caja de madera sobre su regazo.

 

Se sentó a su lado y comenzó a devorar las frutas cortadas en el plato frente a sí, acompañándolas con pequeños rollos de fiambres, que su abuela elaboraba. Tenía mucha prisa por llegar.

 

— Buenos días, Lina — dijo la mujer haciéndole notar su falta de cortesía.

 

— Buenos días, Abue — respondió con la boca llena.

 

— Te he despertado más temprano porque tengo algo que quiero que veas antes de irte.

 

Se detuvo observando el tazón de frutas. Tanta ansiedad tenía, que reparó recién entonces en que era demasiado temprano, al levantar la mirada hacia afuera y notar que aún no amanecía.

 

— Oh, bueno, ¿y qué es? — volviendo por fin la mirada hacia la anciana, con sus ojos aún adormilados.

 

La abuela puso sobre la mesa el pequeño arcón que tenía en las manos. Lo abrió dejando escapar el brillo de piedras y metales preciosos que reposaban en un colchón de terciopelo rojo. Sus labios se separaron levemente en una exclamación de sorpresa.

 

— Son cosas que he ido recolectando durante mis años de magia, he creído que tal vez algo de esto podría querer pertenecer a tu vara.

 

— ¡Sería maravilloso! ¡Lo quiero todo! — dijo, extendiendo las manos codiciosamente hacia la ornamentada caja de madera, pero sin alcanzarla, ya que su abuela la apartó rápidamente con un gesto sorprendido.

 

— No, no, no — dijo riendo, — no funciona así.

 

— ¿Y entonces cómo? — preguntó levantando los hombros, denotando su aún infantil personalidad.

 

— Termina tu desayuno tranquilo y lo haremos antes de que te vayas.

 

Tomando nuevamente el tenedor, comenzó a engullir velozmente, sin dejar de mirar aquel tesoro que su abuela sostenía tan celosamente. En cuestión de minutos, ya había terminado todo y bebía con avidez un vaso de leche de sérvila.

 

En cuanto la hubo acabado, llevó sus utensilios a la batea para lavarlos y dejar todo listo para que su abuela no la mandara a hacer nada que no fuera elegir piedras preciosas.

 

— Listo — dijo, y se sentó nuevamente esperando con expectación.

 

La mujer mayor colocó el cajoncito delante de ella y comenzó a sacar todos los elementos uno a uno, colocándolos frente a Lina, algo apartados unos de otros.

 

— Cierra tus ojos — ordenó mientras continuaba acomodando los elementos sobre la mesa.

 

La niña obedeció sin decir nada, se sentía llena de ansiedad, le parecía haber visto un rubí muy grande, que se vería hermoso en la punta de su vara soñada.

 

— ¿Y qué haré ahora? — preguntó sin poder aguantar.

 

— Extiende tu mano — explicó la abuela pausadamente. — Empieza a moverla hacia los lados y espera sentir algo — se detuvo, esperando que Lina haga lo que le pedía. — Puede ser un cosquilleo, o un calor… o incluso frío intenso…

 

La joven hizo lo que su abuela le decía. Al principio le costó concentrarse, pero luego se pudo relajar y empezó a percibir como si todo debajo de su mano vibrara sutilmente. Fue recorriendo la mesa un palmo por encima, para no tocar los objetos, sino, simplemente, sentirlos.

 

Le pareció que pasó un largo rato sin captar nada fuera de lo común, pero entonces sucedió. Fue como si algo muy pequeño la pinchara en la base de sus dedos. Quitó la mano y aquello desapareció. Retornó con su manita sobre el lugar, intentando confirmarlo, y volvió a sentir lo mismo. Bajó su palma para tomar el objeto y miró a su abuela con una sonrisa extasiada.

 

— Esto es — dijo, y levantó su palma para ver lo que había debajo. Se sintió decepcionada al principio, porque esperaba el rubí.— ¿Qué es? — inquirió, volviéndose a Plinia.

 

La mujer se veía más feliz de lo que hubiera imaginado.

 

— Oh, ¡es el objeto más maravilloso! — Exclamó tomándolo.

 

Se trataba de algo que parecía ser un collar de oro. Poseía tres aros, con una punta saliente, colgantes de una cadena, que no tenía eslabones como las comunes, sino que era como una viborita larga y delgada.

 

— Es una cuerda mágica — continuó hablando la mujer. — Dará poderes especiales a tu vara. De hecho, es el objeto más mágico de todos los que hay aquí. ¡Solo escogería la vara de una gran bruja!

 

Esta última afirmación hizo que Lina olvidara por completo el rubí y tomó la cuerda en sus manos como si fuera algo frágil y muy preciado.

 

— ¡Qué bien! — exclamó.

 

— Apresúrate, ya se hizo de día — la instó su abuela. — Y ve prestando atención, que en un día tan especial, seguramente encontrarás tu vara antes de llegar.




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