Lina — Portal de Libben
— ¿Por qué dejaron la prueba de lucha para el final? — Lina se encontraba fuera de la biblioteca, dando pequeñas puntadas a una tela negra, la cual sería el traje ceremonial del damoni a quien se uniría. Una de las obligaciones previas al rito, era crear la ropa para el ritual; mientras oía a sus padres conversar sobre el Igret, a ella no se le permitía saber nada al respecto, pero algunas veces, como esta, podía enterarse de algo. — Creía que eso era lo primero — comentaba Ilbana.
— No lo sé, el oficiante es el que organiza las pruebas — su padre levantó la mirada, observándola por la ventana y bajó la voz.
La ansiedad la corroía. En la noche, había soñado que aquel damoni de los ojos verdes, tomaba su mano y caminaban juntos por un túnel, en el que al final se veía una luz.
Esto le resultó muy raro y aunque buscó en los libros de oniromancia, no consiguió una interpretación satisfactoria. Le hubiera gustado visitar a Yelena, ella siempre era muy acertada con respecto al significado de los sueños.
Pero ya no bajaría a Ghina hasta el día del ritual de consagración, donde permanecería solo una semana más para despedirse de sus padres, para quienes ella misma y su compañero damoni, harían la ceremonia hacia las profundidades del renacimiento, y después de eso, regresaría al portal y ya no podría salir de él.
Tampoco podía pedir consejo a sus padres, ya que nunca les mencionó al hombre aquel. De hecho, aunque ahora se presentaba en sus noches, casi tan asiduamente como en el pasado lo hacían sus pesadillas, ella siempre había evitado pensar al respecto, no le había hablado de él a nadie, ni siquiera a Marlen.
No entendía lo que sentía, solamente lo había visto el primer día que descendiera, y el último en estar en Ghina. La sorprendió que él le hablara la segunda vez, recordándole que se habían conocido en El Toro... ¿Quién, aparte de ella misma, guarda un recuerdo tan breve, durante tanto tiempo? Su mirada había sido tan intensa, que temió sucumbir ante ella, por lo que huyó de él lo más rápido que pudo.
Suspiró, intentando concentrarse en su labor. Quedaban pocos días y cuando sucediera la consagración, seguramente se olvidaría por completo de él.
***
Sathor — Ghina, las afueras de Puerto Destino
Al norte de Puerto Destino, antes de llegar a las aguas de la inmortalidad, se había instalado una arena. El lugar estaba lleno, aunque únicamente participaban en este evento quienes buscaban la redención. Las lides eran un entretenimiento que brindaban esparcimiento, en el cual todo el pueblo damoni participaba, y también gustaba a muchos otros que vivían en Ghina.
Contrariamente a lo que Sathor esperaba, las luchas fueron dejadas para el final, lo que significaba que tendría que enfrentar un solo contrincante. Se trataba de Elon, era un damoni de cabellos rubios y ojos color miel. Había sido entrenado por Karonte y Hari, el guardián de Syukur.
Todos los participantes fueron entrenados por algún guardián; pues era requisito excluyente para postular en el Igret. Conocía a Elon desde las lides de Urd, sabía que era un gran guerrero, ya que había sido su profesión hacía muy poco tiempo, hasta que optara por buscar, también, la redención, lo cual hizo a causa de Yelena. Esto le daba la ventaja de estar mejor preparado y tener mucha más experiencia que Sathor, y seguramente había entrenado duro, lo sabía por el hecho de que había podido superar todas las otras pruebas y llegar tranquilamente hasta esta instancia.
Al observar a la multitud en el palco más alto, pudo ver al oficiante acompañado de su esposa y los guardianes damoni, tres de los cuales serían pronto reemplazados. Nadie imaginaba quiénes podían ser, y no les estaba permitido saberlo. De aquellos siete, Karonte era su mejor amigo, junto a quien participara en las lides de las grandes ciudades, hasta que las hadas dictaron la profecía, en ese momento Karonte abandonó las lides.
— ¡Ha de dar inicio al combate! — Esta voz lejana del jefe comunal, lo sacó de sus pensamientos.
Él y su contrincante, respiraban asiduamente y mantenían una distancia prudente. Al principio, según habían sido entrenados, no debían lanzarse ciegamente al combate, pues esto implicaría una inmediata y deshonrosa derrota. Necesitaban estudiar a su oponente. Encontrar el más mínimo signo de debilidad o resquicio de vulnerabilidad. Solo daban vueltas en derredor de la arena, hacia un lado y hacia otro, como si la batalla se estuviera debatiendo solamente en un plano mental.
Se miraban fijamente. Observaban el sudor del otro correr por su frente. Algún cambio de humor o algún leve arqueo de cejas o algo que diera pie a efectuar el ataque. Habían quedado inmóviles. Y justo cuando la multitud alrededor se estaba impacientando, debido a que se estaba tornando una lucha eterna de miradas, comenzó el combate.
No se podría saber quién dio el paso inicial o por qué. La realidad es que en el primer instante, las armas chocaron entre sí varias veces, generando un eco en todo el lugar, que resonó con la expectativa de los observadores. Elon parecía tener una gran ventaja, pues arremetía alternando ambos extremos de su peligrosa lanza, que Sathor apenas si alcanzaba a esquivar o anteponer el filo de sus espadas, las cuales una era mucho más corta que la otra.
Su negro cabello se había llenado de polvo, cuando cayó de espaldas y perdiera una de sus dos armas plateadas. Y Elon habría clavado su lanza en su pierna al venírsele encima, si la espada restante no lo hubiera evitado. Sathor, con mucha destreza y fuerza, colocó una de sus piernas de pleno, en el pecho de su oponente, haciéndolo pasar sobre sí mismo y lanzándolo hacia atrás, para que rodara en la arena aparatosamente. Entonces, se puso de pie veloz como un rayo, recuperando sus dos armas. Asombrosamente, Elon ya se había incorporado con su lanza, en postura desafiante.
Editado: 02.04.2023