Año 3020, Actualidad. Lugar misterioso, irreal, algo parecido a la imaginación de una persona.
Era ella, Elena se estaba viendo así misma.
La mujer de enfrente, era igualita a ella, con la única diferencia de que su cabello era totalmente plateado y sus pupilas de un rojo aterrador.
La Elena ficticia, practicaba con un látigo carmesí elegantes y suaves movimientos. Se veía tan fuerte y decidida que por un instante, la Elena real sintió envidia.
Elena se interpuso entre ella y su doble sin quererlo y el látigo, se disparó en dirección a su hombro.
Asustada, cerró los ojos y esperó un impacto que en vez chocar contra su piel, la atravesó como si no existiera en ese plano, como si ella fuese aire.
Mirando detenidamente, la Elena del látigo ni siquiera se había percatado de su presencia y seguía moviéndo el instrumento como si estuviese sola en aquel campo de peonías, destrozándolas a su paso y dejando manchas rojas entre sus pétalos.
-Es hermosa, ¿Verdad?- Una voz masculina resonó por detrás de ella.
-¿Quién eres?- Elena, se puso en guardia mientras que el sujeto se sentaba tranquilamente sobre la hierba y la invitaba a hacer lo mismo.
No podía verle el rostro ya que este estaba borroso, solo podía ver su sonrisa y sentir su mirada penetrante.
-Me puedes llamar Levi.-
Por alguna razón su voz le transmitía seguridad, como si supiese inconscientemente que él no le haría daño, es más, la protegería si fuese necesario.
-¿Qué quieres de mí?- Elena lo miró con curiosidad.
-Siempre has querido ser fuerte, ¿Verdad?- El hombre la miró, como si lo supiese absolutamente todo sobre ella.
Elena se quedó callada, observando a su otra yo practicar con el látigo.
-Quieres ser una loba, para que tu padre y tu manada te acepten, quieres que él esté orgulloso de ti.- Esta vez el hombre lo afirmó, seguro de ello.
Volvio a mirarlo, desviando de ese látigo que se movía suavemente en el aire con una letalidad mortal.
-Hay una manera de que te transformes.- Sus palabras le hicieron reaccionar.
-¿Te refieres a convertirme en una omega?- Elena sonó divertida.
Era consciente se que si se convertía en una omega, podría destruir el mundo, y alguna parte de ella, muy en el fondo, se había aferrado a esa creencia para justificar la falta de su parte lobuna.
Sarcásticamente, engañándose a sí misma, se decía en su mente, "Los omegas son débiles, no quiero realizar un esfuerzo tan grande para obtener un poder tan insignificante."
Pero no era así.
Se imaginaba ella misma convertida en una loba, de pelaje blanco, o negro, pudiendo regresar a la manada, a su hogar dónde había guardado todos los momentos felices de su vida.
-Se lo que estás pensando, que ser una omega es algo indigno, o quizá te has centrado en esa ridícula profecía. En cualquier caso, veo el desagrado ante la idea reflejado en tu rostro pero a la vez en anhelo que tiene tu corazón por ello.-
El extraño, había dado de lleno en su interpretación.
-No cambias, Elena.-
El desconocido negó con la cabeza, mirando hacía la figura que sostenía el látigo salvajemente y que poco a poco se iba haciendo más borrosa.
-Eres tan fácil de leer...-
Levi suspiró y siguió mirando en esa dirección, donde poco a poco, se había ido desvaneciendo la Elena de su imaginación, convertida fino polvo que el viento se había llevado.
-¿Sabes, Elena? Se avecinan tiempos difíciles, y todos tus seres queridos se encuentran en el medio de la tormenta. Tu manada entera corre peligro, todo Promisedland en realidad. Una malvada existencia denominada "Caín" está comenzando una masacre, pero tú, puedes detenerla Elena, solo tú puedes pararlo.-
Levi sonrió, con esa sonrisa tan persuasiva que a través de las dos vidas, y de la experiencia sabía que Elena se creería sin dudarlo y se río de sí mismo, de lo patético que era utilizando su nombre para convencerla.
Nunca pensó que tendría que recurrir a la mentira con ella, pero esa, aunque cuando ella supiera la verdad no lo perdonara, era la única manera de traerla de vuelta.
-Sigue hablando...-
Elena cada vez estaba más interesada en aquel hombre misterioso que de alguna manera seguía tentándola con palabras simples y frases cortas.
-Los omegas son más fuertes de lo que crees. No tienes que avergonzarte por ser una. ¿Conoces la historia de "La Omega Esencial"?-
Elena negó con la cabeza. Acercándose a su lado para escucharlo. Él no le transmitía peligro, la hacía sentir tan segura...
-La omega esencial, se llamaba como tú, "Helena".-
¿Coincidencia?
Levi sabía que no.
-Era una mujer fuerte, valiente, salvaje, hermosa, que se sacrificó por todos los omegas. Probablemente no lo sepas, pero tachar a los omegas de débiles, es algo que es completamente nuevo. Antes, si hubiera que describir a un omega con un adjetivo, sería...valioso, sí, los omegas era muy valiosos. ¿Y sabes por qué?-
Elena volvió que negar, ensimismada en la historia que el extraño había comenzado a narrar, como si fuese una niña pequeña escuchando un cuento antes de dormir.
-Los omegas tenían un poder especial, que a la vez era una maldición ya que estaban sujetos a otros lobos. Estos poderes se han perdido, pero antes, los lobos eran capaces de proyectar un arma extraída directamente de su alma, y los "omegas" eran quienes refinaban estas armas, quienes purifican su alma para que pudiesen usar sus poderes, un omega solo podía ser usado una vez porque al usar su propia alma para hacerlo esta se iba desintegrando, rompiéndose, fragmentándose hasta que desaparecía y los omegas morían sin el derecho a la reencarnación.-
-Qué cruel...- Elena no pudo evitar susurrar.
-Sí, era cruel, pero siempre ha sido así, los fuertes se aprovechan de los débiles. Para mantener a un omega bajo su control, los lobos clavaban su arma en el alma de un omega y los marcaban asegurando así la obediencia absoluta.-