Líneas de color azul

Capítulo dos: Encuentro afortunado

—¿Qué haces por aquí, Elena?, ¿Saliste a almorzar de tu trabajo? 

—¿Eh? No, no, si lo dices por la ropa que traigo puesta es porqué estoy buscando empleo. 

—Oh… ¿y qué tal te ha ido en tu búsqueda? 

—Hasta ahora no muy bien. Solo he dejado mi currículum, toca esperar a que me llamen para que me entrevisten. 

—Supongo que buscas empleo en una oficina. 

—Sí… la verdad es que ya he trabajado en una oficina, me gusta pero no es el trabajo que yo quisiera. Es más, no es el trabajo que yo estudié. 

—¿Qué te parece si te invitó un café y me pláticas? —Contenta acepto su propuesta, le cuento sobre mi pasión por la pintura y mi vida en Parras y en Saltillo como universitaria. Hablo sobre mis estudios en economía, los cursos que tomé para mejorar mi técnica de dibujo. Sonrió al hablarle de mis padres y el apoyo que me han dado para llegar hasta la ciudad para cumplir mis sueños—. Elena, yo trabajo con mi propia galería de arte. Soy fotógrafo, ¿qué tal si trabajas como mi asistente? Así puedes aprender del ámbito artístico. 

—¿Enserio, no es una broma? —Chillo emocionada. 

—¡Enserio! Ven a mi oficina el próximo lunes y trae tu currículum, te entrevistare para hacer todo de una manera más formal. ¿Aceptas? 

—¡Sí, por supuesto que sí! —Él me entrega su tarjeta con su número, dirección de su oficina y correo electrónico. La suerte si que me ha golpeado este día. Quedó encantado con mis pinturas, en mi celular tengo al menos una foto de mis trabajos. Se despide de mi disculpándose por no poder quedarse más tiempo conmigo. Al tener un trabajo casi asegurado regreso temprano a casa, tomo de nuevo la ruta pero bajo en un supermercado, aprovecharé este tiempo libre para hacer mis compras. Frente a las cajas registradoras hay unos puestos de compañías móviles y de internet, mi cuenta bancaria esta casi intacta y tomo la decisión de contratar un servicio de internet. Habló con el empleado, él me asegura que mañana por la tarde instalaran mi módem. 

Salgo del supermercado y con un poco de dificultad subo al autobús con mis bolsas, llego a casa y ordenó los víveres en una alacena pequeña. Limpió mi departamento. 

Recuerdo a doña Teresa y la promesa que le hice de invitarla a tomar un café aquí en mi casa. Recuerdo en que departamento vive. Voy a su puerta con el número cinco y tocó el timbre. 

—¡Ah, hola niña! ¿Qué se te ofrece, de nuevo se quedo trabado el cerrojo de tu puerta? —Me dedica una sonrisa cálida. 

—No, venía a invitarla a mi casa para tomar café o té, como usted prefiera. —Dije calmada. Ella gustosa me sigue hasta mi puerta. 

—¿Y dime, como te llamas? Olvide preguntarte ayer. 

—Elena Velázquez. 

—Tienes un nombre precioso, pero… ¿Qué haces viviendo aquí sola?, ¿no tienes padres o pareja? —Y aquí estaba de nuevo contando mi vida, pronto el atardecer deslumbró con sus luces doradas mi ventana. La mujer se despidió de mí y regresó a su hogar. Ahora mismo estoy en el ascensor, iré a la miscelánea por un pan de azúcar. Las calles empiezan a despejarse con el anochecer, y se iluminan con los faroles. Regreso a casa a paso lento, en la entrada del edificio veo a Martín con una señora, tal vez su madre. Se despide de ella con un beso en la mejilla, sube a su automóvil para irse. Pienso en enviarle un correo para cuando llegué a casa pueda leerlo.   

Cito en el mensaje: 

“De; elena.vlzq@gmail.com 
Para; martínsanchéz08@gmail.com 

Buenas noches, Martín. Por la mañana no me dejó en claro la hora en que la debo de presentarme en tu oficina. Espero tu respuesta. 

Elena Velázquez.” 

Espero unos minutos y sin obtener respuesta bloqueo mi celular. Preparo mi cama para irme a dormir y escucho una notificación. Es de él, leo su correo: 

“De; martínsanchéz08@gmail.com 
Para; elena.vlzq@gmail.com  

Buenas noches igualmente, Elena, la estaré esperando a las 8:30 de la mañana. Favor de traer su currículum y ropa formal. Hasta el lunes :) 

Martín Sánchez.” 

Con la tranquilidad de tener su respuesta me voy a la cama no sin antes programar mi alarma. 



Toda la semana estuve moviendo mi departamento, quería mover algunos muebles y pienso pintar la pared con color azul y colgar algunos cuadros. Mientras desayuno prendo la radio de mi celular y busco una estación donde den noticias nacionales. Cansada de escuchar notas trágicas cambio a una estación de música pop, se reproduce una canción de Laura Pausini, mi ánimo sube pronto y gritó con la afición de años en el club de música escolar: 

“Quiero decirte solo que 
Tu sigues siendo mi alegría, 
Cuando con ella estás así… 
Mis celos son una agonía…” 

Sin querer un suspiro sale de mi boca, recuerdo hacer algo similar en casa de mis padres y a Julia como mi secuaz. Una pequeña lágrima desliza por mi mejilla, de inmediato la limpio con el dorso de mi mano. Llamó a mamá, necesito escuchar su voz y contarle la noticia de que desde hoy probablemente trabaje como asistente de un gran fotógrafo. 

—¿Mamá? 

—¡Elena, mi vida! Que bueno que llamas, estaba por llamarte, dígame como le ha ido. 

—Me ha ido bien, la llamaba para darle la noticia de que tengo una entrevista de trabajo con un importante artista. Y dijo que podía darme el puesto como su asistente. —Un grito se escucha por la línea, es Julia llamando a Federico. 

—¡Viejo! La niña ya tiene una entrevista hoy, ¿qué le dije? Si mi Elena es una muchacha inteligente. —La voz de mi padre se incluye en la línea, se escucha un poco lejana pero es clara. 

—¿Cómo así, Lena? 

—Sí, papa. Tal como lo escuchaste. —Hablamos muy poco, pues si me quedaba más tiempo se me haría tarde y no quería dar una primera impresión negativa. Para esta ocasión decidí usar mi vestido de la suerte, que no era más que un simple pero bonito vestido con falda en corte A con hombros descubiertos y de color melón. Afuera seguro hace un poco de frío, tomo un suéter delgado color cobre y salgo casi corriendo al elevador ¡son casi las ocho! 

Durante el camino reviso que todo esté en su lugar, me veo en mi espejo de mano para ver si el maquillaje no se ha corrido, trato de alisar las inexistentes arrugas de mi atuendo. Mi boca cae al suelo cuando me encuentro con el edificio Granada, lugar donde está la oficina de Martín. ¡Es tan fantástico y bello! Los ventanales de cristal son gigantescos, es tan alto que mi estómago se encoje con temor. De solo pensar que estaré en un edificio tan alto siento un poco de vértigo. 
 




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