Cuando desperté estaba recostada en una cama, en una habitación humilde, sin lujos, hecha de madera y pintada de blanco, con muebles pequeños y una ventana junto a la cama donde el rayo del sol entraba e iluminaba toda la habitación. Intente levantarme, pero la voz de una chica me detuvo…
-no, no te levantes- dijo mientras se acercaba a mi
- ¿Cómo te sientes? -pregunto
- ¿Quién eres tú? - pregunte con tu tono de voz defensivo y mirándola
- primero responde mi pregunta, no seas grosera. - dijo sonriendo con un tono de voz tranquilo
-lo siento- dije mirando a un costado
-me siento bien, me duele un poco. - dije fríamente
- mi nombre es Eyrá. ¿Cuál es el tuyo? - dijo
- amm… soy Astrid. - dije
- pues es un placer Astrid. - dijo sonriendo
Parecía una chica normal, de esas que son fuertes, inteligentes y populares, su pelo rubio y sus ojos azules la hacían ser hermosa, pero también se notaba que tenía un gran autoestima y voluntad, amor por los demás, aunque no los conociera.
-te despertaste justo a tiempo, tengo que curarte, pero descuida no te dolerá. - dijo calmada.
Se arrodillo al costado de la cama donde estaba, destapo la herida con mucho cuidado, mientras yo miraba lo que hacía y sentía como la cinta se despegaba de mi piel, puso sus manos alrededor de la herida, cerro sus ojos y respiro profundo. Una luz blanca que salía de sus manos rodeaba mi herida con un calor agradable.
- ¿Qué estás haciendo? - dije intrigada
- es mi forma de curar, soy una sanadora. Curo con la energía del mundo. - dijo aun con los ojos cerrados y concentrada
Cuando termino de curarme, cambio las vendas y tapo la herida aun cuidadosamente.
-listo, en un par de días vas a estar sana, esa bala te hizo mucho daño, pero estarás bien. - dijo mientras se levantaba del suelo.
- gracias. ¿Puedo levantarme? – pregunte
- claro, pero con cuidado, no quiero que te lastimes más. Me costó demasiado curarte, estabas realmente mal. –dijo seria
Intente levantarme, tal como dijo con cuidado, pero me costaba levantarme. Llegue a sentir el piso frio con mis pies al lograr sentarme, y mi espalda sonó cuando me estire.
- ¿necesitas ayuda? –me pregunto mientras me miraba con preocupación
-Amm, si, por favor… -dije
Eyrá con toda amabilidad, me ayudo a levantarme, tomándome del brazo con una mano y la otra apoyándola en mi espalda. También me costaba caminar, la herida estaba en mi vientre y era molesto y difícil caminar, dolía.
- ¿Cuánto llevo aquí? –pregunte confundida
-bueno llevas 5 días. Te dije esa bala te hizo daño. –dijo
- ¿y cuidaste de mi todo este tiempo? –dije pregunte sorprendida
-pues sí, no iba a dejar que mueras en la entra del granero… -dijo seria
-Gracias. –dije mientras la miraba
Ella me llevo a la cocina, era un poco más grande que la otra habitación, mesa cuadrada en el centro, con dos sillas acompañando, estaba una cocina pequeña, una mesada llena de materiales de cocina, y una ventana con cortinas azules. También se podía ver una especie de pasillo que terminaba en una puerta también de madera, pero con su color natural, supongo que esa era la entrada y la salida.
-Bien. Siéntate despacio aquí. –dijo
- ¿tienes hambre? –pregunto
- Pues sí, un poco. –respondí
- Esta bien, te diré que, mientras yo cocino algo delicioso, me cuentas como es que terminaste siendo perseguida por soldados del rey. –dijo con mirada de picardía.
- Acepto. –dije riendo.
Mientras Eyrá empezaba a cocinar yo empecé a contar la historia desde un principio.
-Bien. Cuando era pequeña, mis padres y yo vivíamos en el pueblo del rey. Un pueblo familiar y juzgador. Mis padres vienen de familias donde el uso de la magia era algo normal en la vida cotidiana. Mis padres eran brujos de nacimiento, al igual que yo. El rey había prohibido todo lo que sea mágico y paranormal. Había mandado a todos sus soldados a buscar a cualquier persona que sea sospechosa de usar magia, con el fin de eliminar a todo aquel chico o grande que use esta. Mis padres, claro, nunca se hicieron notar, eran lo suficientemente astutos, y nadie sospechaba de ellos. Mi madre tenía una amiga que también era bruja. La señora Dilclins, una mujer extraña, no tan agradable la verdad, no sabía porque mi madre era su amiga, pero lo era. Ellas eran muy cercanas por lo que siempre hacían magia juntas. Yo tenía casi 11 años para ese entonces, mis padres estaban comenzando a enseñarme sobre la magia, hechizos simples, conjuros y pociones. Un día, estábamos en el bosque Lioted, la pasábamos bien en familia disfrutando de toda esa naturaleza que nos rodeaba. Mi madre hacia crecer plantas y mi padre me enseñaba a cambiar el clima. Él decía que el clima es lo que las almas de todas las personas del mundo expresan, si era un día nublado las almas estaban tristes, si había sol estaban felices. Era un día tan bonito…