Esa noche, hicimos una fogata en la profundidad del bosque Lioted. Habíamos caminado por horas sin un rumbo específico, estábamos cansados, hambrientos y con frio. Asamos un animal que Roder había cazado mientras caminábamos, un pobre conejo que estaba distraído. Comimos bajos las estrellas, sin decir ni una palabra, nuestro silencio se mezcla con la inmensidad del bosque, sin mirarnos, solo contemplando el cálido fuego. Luego de comer, Roder y Lied se acostaron en el frio y arenoso suelo, pegados uno al otro para reducir el frio al lado del fuego y se quedaron profundamente dormidos. Eyrá y yo, seguíamos sentadas mirando las intensas llamas, pensando en cada segundo de esa tarde, en cada persona.
-lo siento. -dije en medio de ese silencio.
-no es tu culpa. -dijo al mirarme
-si lo es, si no hubiera llegado desde un principio a la aldea, ellos seguirían vivos. -dije mientras mis lagrimas recorrían mi rostro.
-¿alguna vez te conté como llegue a la aldea? -pregunto
-no. -dije al mirarla y negar con un gesto
-Bueno. Cuando era pequeña, mis padres descubrieron que yo era una sanadora. Me había caído de una silla y lastimado la frente, entonces toque mi frente con una de mis manos y la energía salió y fue como si jamás me hubiera caído. Cuando mis padres vieron eso, ellos empezaron a tratarme muy mal, estaban enojados, confusos y aterrados. Entonces en mi cumpleaños numero cinco, mis padres me llevaron a ver a mis tíos en la aldea, y esa noche mientras yo dormía, ellos se fueron sin mí. Y así mis tíos me terminaron criando como si fuera su hija.
-lo que trato de hacer que entiendas es que ese lugar atrae a las personas especiales y las que necesitan ayuda. Todos llegamos por un motivo. Y si el rey hubiera sabido de mi, también hubiera pasado esto. -dijo seria y calmada
-no es tu culpa. -dijo volviendo a mirar al fuego.
Se que fue de mala educación quedarme callada sin decir que lamentaba que sus padres la dejaran y que lamentaba lo de sus tíos, pero nada me salía, aun sentía la culpa y estaba triste. Aun así, aun sentadas me acerque a ella, lo suficiente para poner mi cabeza en su hombre y que ella apoyara su cabeza en la mía. De esa manera contemplamos el fuego bajo las estrellas, hasta el amanecer, sin decir nada, ni reír, solo pensando en esa tarde.
Al día siguiente, era un nuevo día, el sol estaba bien arriba, los pájaros cantaban, el aire era agradable, aunque todavía seguía el dolor, los cuatros estábamos decididos a seguir, y que mejor que empezar con un clima agradable.
Luego de que los niños despertaran, yo quería decir algunas palabras, los llame a los tres, nos sentamos alrededor del fuego recién prendido y empecé.
-bueno, yo sé que lo que paso ayer nunca voy a poder arreglarlo, ni con toda la magia del universo, y eso me pone mal, pero quiero que sepan que estaré para ustedes siempre que me necesiten.-dije firme
-lo que me lleva a lo siguiente, también sé que nadie jamás va a reemplazar a su familia, pero solo nos tenemos a nosotros, tenemos que ser unidos, protegernos, cuidarnos, tenemos que ser una familia, tenemos que luchar juntos y aprender a amarnos unos a otros. Es lo que es perder a quienes amamos y lo lamento. –dije al mirar al suelo.
-la diferencia es que nos tenemos, yo no tenía a nadie, por eso tenemos que estar unidos y luchar. – repetir firme volviéndolos a mirar.
–estoy de acuerdo, una familia. –dijo Eyrá.
Los niños asentaron con sus cabezas y sonrieron. Ellos eran bastante tímidos y no hablaban mucho, creo que preferían el silencio y era entendible, luego de lo que paso.
-bien, lo primero en la lista es ¿Qué necesitamos para sobrevivir? –pregunte entusiasmada.
-un refugio. –dijo Roder temeroso.
-sí, sí y comida. –dijo Lied.
-agua y mantas también. –dijo Eyra.
-¡eso! Trabajo en equipo, muy bien, entonces empecemos. –dije mientras me levantaba.
Estaba casi segura que las cosas que dije servirían de algo, tenía esperanza de que si funcionara.
Luego de la charla, nos organizamos y nos dividimos las tareas. Lied fue a recoger ramas y hojas para armar el refugio, mientras que Roder, caza algo para comer. Yo volví a la aldea, a ver si quedaban mantas y comida. Y Eyra quedo despejando el lugar. Antes de irme a la aldea, Eyra me dijo que lo que dije fue bonito, que era lo que necesitaba escuchar y que los niños estaban bien con eso. Me sentí bien de haberlo hecho, sirvió y eso me alegraba.