Hoy, como un día cualquiera, las risas y susurros llenaban los pasillos de la escuela. El constante murmullo de los estudiantes creaba una banda sonora familiar mientras caminaba entre las aulas. Era el sonido de la rutina, de la vida adolescente en su apogeo. El estruendo de las mochilas chocando contra los casilleros y el tintineo de las monedas en el aire llenaba mis oídos, recordándome que estaba en mi último año de preparatoria. A pesar de la cotidianidad de todo, había algo en el aire, una vibración apenas perceptible que me hacía sentir inquieta. Me deslicé entre la multitud, saludando a algunos amigos mientras me dirigía a mi próxima clase. Al cruzar el umbral del aula, el sol se filtraba por las ventanas, iluminando los rostros de mis compañeros de clase. Algunos estaban absortos en sus teléfonos, otros repasaban notas frenéticamente antes del examen de historia. Tomé asiento junto a Reb, mi mejor amiga desde el jardín de infantes. Reb siempre decía que mi cabello oscuro, que se deslizaba hasta los talones, era como una capa mágica que ocultaba secretos y que mi sonrisa, siempre presente, era capaz de iluminar el día más nublado. Ella era amante a los libros de misterios y brujas, como yo.
-Feliz cumpleaños adelantado, Lis Eldryn- susurró Reb- con una sonrisa cómplice.
- ¿Lista para la gran fiesta esta noche? -
-Claro Reb Zahr- respondí en forma de broma ya que ella habia mencionado mi nombre completo-
Aunque en el fondo sentía una extraña mezcla de emoción y nerviosismo. No era solo la fiesta. Había algo más, algo indefinible que parecía acechar en los bordes de mi conciencia.
Las horas pasaron rápidamente, entre clases y charlas con amigos. En el almuerzo, Reb y yo nos sentamos en nuestra mesa habitual en la esquina del comedor.
- ¿Sabías que los 18 años son un hito importante en muchas culturas? - dijo Reb mientras masticaba una manzana-. Es como un portal entre la niñez y la adultez. Tal vez por eso te sientes tan rara hoy.
-Tal vez, - respondí-, aunque sabía que lo que sentía iba más allá de los nervios pre-cumpleaños.
Finalmente, la última campana del día sonó, y los estudiantes se dispersaron rápidamente, ansiosos por empezar el fin de semana. Caminé de regreso a casa bajo el cálido resplandor del sol poniente, disfrutando de la paz del barrio tranquilo. Al cruzar la puerta, mi madre me recibió con una sonrisa y un abrazo, ya preparándose para la cena de cumpleaños.
- ¡Mi pequeña está creciendo tan rápido! - dijo, con un toque de nostalgia en su voz. - Esta noche será especial, lo sé. -
Mi padre llegó más tarde, como siempre, ocupado con sus investigaciones en la universidad. Sin embargo, esta vez traía una caja envuelta en papel dorado.
-Feliz cumpleaños, Lis, - dijo, entregándome el regalo con una mirada que no pude descifrar del todo.
Abrí la caja con cuidado y encontré un antiguo reloj de bolsillo. Era hermoso, con intrincados grabados en su superficie dorada y una inscripción en un idioma que no reconocía.
-Ha estado en nuestra familia durante generaciones, - explicó mi padre-.
Sostuve el reloj en mis manos, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna. Algo en el interior me decía que este reloj era mucho más que un simple objeto antiguo. Esa noche, mientras la casa se llenaba de risas y celebraciones, no podía apartar mi mente del reloj. Cada vez que lo miraba, sentía que una puerta se abría dentro de mí, revelándome algo. Seguía con esa sensación de que algo iba a cambiar mi vida. Cuando la fiesta terminó y la casa quedó en silencio, me retiré a mi habitación. Era ya la media noche, fue entonces cuando el reloj brillo. Era el comienzo de algo extraordinario, algo que nunca había imaginado posible.
Editado: 10.12.2024